Rosé y Jennie van al mismo colegio, aunque nunca se habían cruzado hasta el día en que las hicieron sentarse juntas en su grupo de estudio.
Las dulces sonrisas de Rosé se roban el corazón de Jennie... aunque sabe que imaginar algo con ella es imposi...
Jennie despertó abrazada a su osito de peluche, con sus cobijas cubriéndola hasta el cuello. Era una mañana de domingo lluviosa, por lo que, hacía frío.
Se giró hacia su mesa de noche, para tomar su celular. Ninguna llamada y ningún mensaje se mostraba en su bandeja de notificaciones.
Lo último que recuerda de la noche anterior fue a ella saliendo del gran hotel, para subir al auto de su padre, rompiendo en llanto en cuanto el mayor la abrazó.
Su mente imaginaba lo peor. Seguramente Rosé no le hablaría nunca más, se alejaría de ella, y todo por su estúpida fantasía.
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Se levantó de su cama para ir al baño y hacer su rutina de limpieza.
Mientras lavaba sus dientes, un flashback de la noche anterior llegó a su cabeza.
¿Me besarías a mi? Y el dulce sabor de los labios de Rosé.
Iba a seguir atormentadose, pero tres toques en la puerta principal la detuvieron.
–Jennie ¿puedes abrir? Seguro es el cartero.– Su madre le pidió desde la cocina. –Un segundo.– Enjuagó su boca y bajó corriendo por las escalares.
Pobres carteros, ni cuando llueve descansan. Jennie se lementaba del mal trato que le daban a esos hombres.
Pero se llevó una gran sorpresa cuando abrió la puerta y no se encontró con ningun cartero, sino, con una Rosé empapada de pies a cabeza.
–Hola.– La rubia dijo agitada, ya que había corrido desde su casa.
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–Perdón por no escribirte. Es que, quería hablar en persona.– Rosé dijo, mientras la lluvia seguía cayendo sobre su hoodie.
–Okay. Entra, estás empapada.– Jennie tomó a la mayor de los hombros y la atrajo hacía el interior de su casa. -Buena idea.- Rosé agregó.
–¿Olvidaste tu abrigo?– Jennie preguntó en forma de burla.
