Anabelle Russell
El viernes finalmente llegó, y la emoción se respiraba en cada rincón de la ciudad. Desde la noche anterior, los cielos se llenaban de cohetes y fuegos artificiales, bañando todo en un resplandor rojo que iluminaba la oscuridad. Incluso algunos fragmentos de papel rojo, provenientes de las guirnaldas que decoraban las calles, habían llegado hasta la casa, arrastrados por el viento. Era evidente que la ciudad entera estaba inmersa en la celebración, y esa energía se sentía incluso dentro de estas cuatro paredes.
Llevaba apenas un mes viviendo aquí, pero la emoción que me invadía superaba incluso la de aquellos nacidos y criados en este lugar. Quería pertenecer, sumergirme en la tradición y disfrutar del festival como cualquier otra persona.
Tío Leonardo, siempre amable y paciente, me explicó un poco sobre el significado del festival. Se celebraba desde hacía más de cinco mil años, según me dijo. La festividad marcaba un rito de paso, un momento crucial en la vida de los jóvenes adultos que alcanzaban la mayoría de edad. Era el punto de quiebre en el que dejaban atrás su infancia para asumir las responsabilidades de la adultez y ser reconocidos como miembros plenos de la comunidad.
Aunque su explicación me fascinó, no fue suficiente para saciar mi curiosidad. Quería saber más, mucho más. Así que decidí buscar información por mi cuenta. Mi primer instinto fue recurrir a Google, pero no encontré más que información turística, datos genéricos sobre la ciudad y las actividades del festival. Nada relacionado con la historia profunda o las tradiciones detrás de esta celebración.
Sin clases programadas para el día, decidí aprovechar la jornada para salir sola y explorar. Primero hice una parada para comprar algunas cosas necesarias: productos de higiene personal, adornos para mi habitación y, por supuesto, un vestido nuevo para la celebración de esta noche. Quería algo especial, algo que me hiciera sentir parte del festival. Finalmente, me dirigí a la biblioteca, mi última esperanza para saciar mi sed de conocimiento.
La ciudad estaba viva, vibrante, y yo me dejaba envolver por su ritmo.
Resultó ser una gran idea venir a esta antigua y hermosa biblioteca, donde todo parecía estar meticulosamente organizado en sus estanterías. La historia que tanto deseaba entender estaba escrita en los viejos libros que encontré allí, y lo que descubrí me dejó fascinada.
La leyenda cuenta que Wild se forjó hace cinco mil años, cuando un grupo de esclavos y condenados a muerte llegó a estas tierras. Nadie sabe con certeza cuántos eran, pero entre ellos había mujeres, niños, hombres y ancianos. Todos compartían algo en común: eran débiles y estaban desesperados. Huían de sus amos, quienes los perseguían con perros, espadas y látigos, dispuestos a castigarlos por su osadía y, si era necesario, acabar con sus vidas.
Durante tres días y tres noches, se refugiaron en el bosque, sobreviviendo como podían. En la última noche, los ladridos de los perros y los gritos de sus perseguidores se hicieron cada vez más cercanos. En un acto de desesperación, los fugitivos levantaron sus ojos al cielo y suplicaron a la Luna. Rogaron por piedad, por fuerza, por cualquier cosa que les permitiera proteger su libertad recién encontrada y vencer a quienes los querían de nuevo sometidos.
Esa noche, la Luna brillaba llena y roja, teñida como la sangre que habían derramado en su lucha por escapar. Según la leyenda, la Luna los escuchó. Pero no solo les ofreció protección; les otorgó algo mucho más grande: la fuerza del lobo.
Les brindó agilidad, resistencia, salud y una vida larga, junto con la capacidad de convertirse en lobos. Era un don para proteger a los suyos, una herencia que pasaría de generación en generación. La fuerza del lobo se manifestaría en cada descendiente al cumplir su decimoctava Luna Roja, un recordatorio del sacrificio de sus ancestros y un llamado a abrazar su legado.

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Los Marshall
WerewolfEn el sombrío giro de este cuento, Caperucita no se encuentra con un lobo solitario en el bosque, sino con tres bestias voraces que, lejos de querer devorarla, anhelan poseerla como suya. En lugar de temor, nace un amor oscuro entre la inocencia de...