🥀 v e i n t e 🥀

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—Son marcas, Gunther. Tranquilízate, por favor— intento apaciguarlo, gesticulando con las manos como si tratara de bajar el volumen de su furia.

Pero no sirve de nada. Su semblante sigue igual de tenso, sus ojos llenos de una intensidad que no se apaga. Parece que mi explicación no ha hecho más que avivar el fuego que arde en su interior.

—¿Marcas?— repite, su tono cargado de una ironía amarga que me incomoda. Lleva una mano a su rostro, pasándola con fuerza antes de soltar una risa seca, vacía, y luego habla con una voz que corta como un cuchillo —Esas marcas son el resultado de la boca de alguien más—

Antes de que pueda reaccionar, su mano se acerca a mi cuello y, con un movimiento rápido, quita la bufanda que llevaba puesta. Su mirada se endurece al posar sus ojos en los moretones que cubren mi piel. Su rostro se llena de una mezcla de rabia y algo más que no logro descifrar.

—Gunther, basta— murmuro, intentando mantenerme firme, pero su cercanía me desarma.

Entonces lo hace. Se inclina hacia mí de una manera que me hace retroceder instintivamente, mi espalda encuentra el apoyo de la silla. No sirve de nada. Con una mano firme en mi espalda, me empuja hacia él, cerrando el espacio que había logrado crear entre ambos.

El tiempo parece detenerse cuando siento el frío de su nariz rozar la piel sensible de mi cuello. Es como si el mundo desapareciera por completo, dejando solo el extraño sonido de su respiración mientras inhala profundamente. Su pecho se infla con cada respiro, como si estuviera memorizando cada nota de mi aroma. Y entonces lo entiendo: me está olfateando. Como si yo fuera algo que necesitara identificar.

Un escalofrío recorre mi espalda. No es el tipo de gesto que provoca una sensación agradable, sino una mezcla de incomodidad y desconcierto. Mi mente comienza a divagar, cuestionándose qué tan humano es realmente. Luce como una persona común, sus ojos, su cuerpo, sus gestos, pero esta acción... esto es otra cosa. Esto pertenece al reino de los animales, un comportamiento instintivo, visceral. Un recordatorio de que hay algo en él que no entiendo, algo que no encaja del todo con la imagen de humanidad que proyecta.

Mi incomodidad crece hasta que no puedo soportarlo más. Coloco mis manos en sus hombros y lo empujo con firmeza. La fuerza de mi gesto lo obliga a apartarse. Al principio, me mira confundido, como si no pudiera entender por qué lo rechacé. Pero luego lo veo procesar mi reacción, y con un suspiro, retrocede unos pasos, dándome espacio.

—Disculpa— murmura, su voz ahora mucho más baja, casi avergonzada. Su mirada se encuentra con la mía, y aunque parece más calmado, sigue habiendo algo salvaje en su expresión —Es que no puedo soportar ver esos moretones en tu cuello— confiesa.

Entonces, su rostro adquiere una intensidad que me desarma por completo, y pronuncia las palabras que hacen que mi respiración se detenga.

—Deseo que los únicos moretones en tu cuerpo sean míos, provocados por mí... y por mi boca.

El peso de sus palabras cae sobre mí como una ola. Mi mente se inunda con un torbellino de emociones: confusión, incredulidad, y una sombra de algo más que no quiero admitir. Su mirada me desafía a responder, pero estoy tan paralizada que no puedo articular palabra alguna.

—Espera, espera, espera...— alzo las manos, poniéndolas frente a su rostro, intentando detener el torrente de palabras que acaba de soltar. Mi voz suena firme, aunque por dentro siento un torbellino de emociones —Eso suena horrible, Gunther. No me gustan las marcas, de ningún tipo, y lo que acabas de decir suena a posesión. Y eso tampoco me gusta, nada de eso me gusta—

Gunther me mira, sus ojos destellan con una mezcla de sorpresa y algo de vergüenza. No parece acostumbrado a que lo contradigan de esta forma. Se cruza de brazos y su expresión se endurece, pero su voz, cuando habla, es mucho más suave.

Los MarshallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora