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Siete de la mañana en punto y Jack ya había firmado el parte, anunciándose por radio para poder entrar de servicio. Rápidamente fue asignado en binomio con la cadete Ramírez, una joven de tez trigueña, pequeña y esmirriada, a la que le gustaba mucho hablar. Durante las dos horas que le tocó patrullar con la susodicha, Jack ya estaba al tanto de cada aspecto de su vida. Desde los gatos que tenía, la operación a la que iban a someter a su novio, los problemas familiares y el próximo viaje a Cancún para conocer a su nueva sobrina. Para colmo y desgracia del sheriff, no saltaron muchas alertas, por lo que no había ninguna vía de escape al monólogo sin fin de la joven.

- ¿Y tiene pareja, agente? -le preguntó después de unos cuantos minutos cuando por fin hubo tomado algo de tiempo para poder respirar.

- Sí -asintió el aludido con una sonrisa-. Se llama Alek... Y casualmente hoy almorzaremos juntos, en mi descanso- añadió revisando la hora que indicaba su reloj de muñeca-. ¿No le molesta continuar patrullando con el sargento White? Haré un 10-10 para ir al baño y, eh...

- Sí, no se preocupe, hombre. Lo llevo- lo interrumpió Ramírez, arrancando el patrulla nuevamente hacia delegación.

Al llegar, Jack se encontró con la grata sorpresa de que la Valler de la familia Pérez-Volkov ya se encontraba allí estacionada.

Dentro, un ansioso Alek revisaba por quinta vez su apariencia en el espejo. De a poco se estaba acostumbrando a ver sus rizos caoba crecer de nuevo, pero esa mañana había optado por rasurarse la barba de dos días. No entendía cómo es que la gente toleraba el vello facial. Se había vestido de manera simple, sólo una camiseta de manga larga negra, pantalones vaqueros y unas Converse que encontró en el fondo de su armario. A su lado, un tupper con dos sándwiches hacía que le rugiera el estómago.

El pitar de una bocina lo sacó de sus cavilaciones, y no pudo evitar sonreír al ver a Jack descender de un patrulla. El uniforme verde, típico de los sheriff, le sentaba bien. Más que bien, si era sincero.

- Buenas, Jack- lo saludó con un tímido movimiento de mano al bajar del coche. No sabía si era correcto o no cualquier tipo de gesto cariñoso estando él de servicio y frente a comisaría. Lo menos que quería era que le llamaran la atención por su culpa.

Jack sonrió y adelantándose hasta él, sin atender a la mirada indiscreta de Ramírez o de algún que otro compañero que pudiera estar observando la escena desde las inmediaciones, cogió el rostro del moreno por ambos lados uniendo sus labios con los propios en un breve pero intenso beso.

- Buenas, novio -le devolvió el saludo-. ¿Vamos a comer? Me muero de hambre. ¿Cómo estás? ¿Tuviste un viaje tranquilo?

- Eh... Sí, sí, tran... Tranquilo- se volvió para observar su entorno, atento a cualquier superior cabreado. Para suerte suya, allí no había nadie, sólo la chica dentro del patrulla que los miraba con poco disimulo, más divertida que otra cosa-. ¿Adónde vamos?

- Eh... Pensaba por aquí cerca. Tal vez abajo de un árbol. Juntos y tranquilos... O sino vamos al comedor. Como desees.

- Podríamos ir hasta la costa, ¿no? Digo... El día está espléndido y... No sé- sugirió Alek.

- Vale. Vamos a la playa, Al -concedió Jack, subiendo del lado del copiloto-. Por cierto, te ves bien. Me gusta tu cabello y tu ropa... Bueno... Siempre te ves bien, pero... hoy estás... eh... ya, ya me callo -musitó apenado al percatarse del enredo en el que se había convertido un simple halago.

- Y tú te ves muy bien en tu uniforme- soltó el moreno, poniendo en marcha el motor.

- Gracias - sonrió bastante satisfecho de su apariencia-. Eh... ¿Pudiste hablar con tus padres?

Reencuentros con sabor a café y carameloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora