Me abrí paso como pude entre la multitud, que me observaban como pasmarotes, y eché a correr pasillo abajo.
— ¡Sun! —volví a gritar mientras ella entraba en el ascensor y le daba al botón para cerrar las puertas, sin ni siquiera mirarme.
Me paré en seco, observando cómo cambiaban los números de los pisos conforme el ascensor iba ascendiendo y me dirigí a las escaleras, negándome a rendirme. Cuando llegué a la primera planta, el ascensor ya estaba vacío y yo me doblé para apoyar las manos en las rodillas y coger algo de aire porque creía que me iban a estallar los pulmones del esfuerzo.
— ¿Le ocurre algo, señorito? —dijo una voz tosca.
Alcé la vista para dar con el guarda de seguridad de la entrada que me observaba con el ceño fruncido.
— ¿Ha pasado por aquí una chica... con una cazadora de cuero negra? —musité con voz entrecortada.
El segurata arqueó las cejas, escaneándome de arriba abajo.
— Acaba de salir por la puerta —respondió señalando con el pulgar el gran portalón a sus espaldas.
— ¡Gracias! —murmuré al tiempo que me apresuraba a echar a correr de nuevo.
Cuando por fin salí a la calle y empecé a bajar la cuesta de la entrada que desembocaba en la carretera, la vi, alejándose a paso ligero bajo la escasa iluminación de las farolas apostadas a ambos lados del camino.
— ¡Sun! —grité desesperado con el poco aire que me quedaba.
— Déjame. Vete... —oí que decía entre sollozos sin girarse, pero yo aceleré el paso.
— Sun, para, por favor, ¿adónde vas? —pregunté, ya apenas a centímetros de ella.
— Le-lejos de aquí... —contestó antes de que lograra alcanzarla y la cogiera del brazo.
Ella se volvió y cuando vi esos ojos verdes tan profundos inundados en lágrimas, sentí cómo el pecho se me resquebrajaba en dos.
— Sun... —musité alzando la otra mano para posarla en su mejilla, pero ella la cogió y la apartó de su rostro.
— No hagas eso —me suplicó, negando con la cabeza.
— ¿El qué? —murmuré sin entender.
— Ser... bueno conmigo —enunció casi sin voz, como si estuviera batallando con algún tipo de fuerza invisible que le impidiera sacar las palabras de la garganta— Fingir... que te importo...
— ¿Fingir? —repetí anonadado— No finjo nada. Me importas... muchísimo —farfullé, dando un paso hacia ella, pero Sun volvió a negar con la cabeza.
— ¿Por qué se lo has dicho, Yoongi?
— ¿Decir el qué? ¿A quién? —balbuceé, totalmente perdido.
— A Ari... lo, lo de mi padre.
— ¿Qué? —repliqué con los ojos muy abiertos— Yo no le he dicho nada a Ari, Sun —le aseguré con voz grave, pero ella no pareció creerse ni una palabra.
— Confiaba en ti. Dijiste... me prometiste... —matizó intentando coger aire— Que no se lo dirías a nadie. ¿Por qué lo has hecho?
— Sun, escúchame —rogué, cogiéndola de los hombros, en un intento de que mis palabras calaran en ella—. No se lo he dicho. Te lo juro, no se lo he dicho a nadie... —repetí a toda velocidad.
— ¿Entonces cómo lo sabe, Yoongi? —preguntó zafándose de mi agarre.
Yo abrí la boca y volví a cerrarla, intentando dar con una respuesta que nunca llegó porque no tenía ni la más remota idea de cómo Ari se había enterado de lo de Sun.
ESTÁS LEYENDO
D I S B A N D M E N T
Fanfiction[TERMINADA] Sun y Yoongi solo buscaban un letrista que les ayudase a ganar el concurso de bandas para menores de 18 y creyeron encontrar el candidato perfecto en Namjoon, pero cuando empiezan a surgir sentimientos entre ellos, llegan también los pro...