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♑︎

Salí de la cama para abrir la puerta a quien fuese que llamaba a las ocho de la mañana. O mejor dicho, intenté salir de la cama. Az gruñó y me pegó más a él. Yo tampoco quería salir de la cama, era la noche que mejor había dormido en mucho tiempo; probablemente gracias a Az. Intenté salir de nuevo y él volvió a acercarme aún más a él. Me giré para que estuviéramos cara a cara.

―Tengo que abrir la puerta. ―Puse una mano en su mejilla. Abrió los ojos.

―¿Por qué? ―preguntó con voz de niño pequeño.

―Porque alguien nos reclama. ―Suspiró pesadamente y retiró su brazo de mi cintura.

Salí de la cama y ya estaba bajo el marco de la puerta cuando habló de nuevo:

―Abres y vuelves. ―Solté una risita.

Atravesé el salón para llegar hasta la puerta; quien fuese, estaba golpeando demasiado fuerte como para que aguantara mucho más. Abrí con un suspiro, pero por una vez, también lo hice con una sonrisa. Aunque esa sonrisa desapareciera cuando vi quien llamaba.

―Veo que no me entendiste bien ―dije con voz suave.

―¿Dónde estabas?

―No es de tu incumbencia, Daniel. ―Puso una mueca cuando mencioné su nombre completo.

―El, sabes que odio ese nombre.

―Y yo odio verte aquí otra vez y te da igual, ¿no? ―Apretó los puños. Sabía muy bien lo que siempre había venido tras ese gesto, y ya no me daba miedo. Qué cojones; había matado a mi secuestrador con un trozo de copa, ¿cómo no iba a poder deshacerme de una mosquita muerta como él?

Sentí a Az a mi espalda, y cómo depositaba algo frío en mi mano. Un cuchillo de cuarzo blanco. Empecé a juguetear con él, dándole vueltas y lanzándolo al aire. Dani lo seguía con los ojos; sus puños aflojándose.

―¿Te cuento algo muy interesante? Ayer me convertí en la mejor lanzadora de cuchillos. Creo que no te conviene estar cerca de mí, pero tampoco lejos.

―¿Qué significa eso de que te convertiste?

―Puedes entender lo que quieras ―dije encogiéndome de hombros.

―Te has vuelto loca.

―Tal vez. ―Le di otra vuelta al cuchillo.

―No quiero saber nada más de ti.

―Me alegra que empieces a entender mi postura. ―Se alejó unos pasos, bajó un escalón.

―¡Bruja! ¡Loca!

―Fíjate, lo primero estoy segura de que no lo soy.

―¡No me llames jamás!

―No pensaba hacerlo.

Salió corriendo escaleras abajo. Me sorprendió que la puerta de enfrente se abriera y asomara la cabeza mi vecina. Escondí el cuchillo a mi espalda, le sonreí amablemente y ella me devolvió la sonrisa.

―Iba siendo hora de que lo echaras del todo. ―Y volvió a cerrar la puerta.

Miré a Az y sonreí, él me devolvió la sonrisa. Iba a cerrar la puerta para volver un rato a la cama, cuando escuché pasos subiendo. Era Galatea. Me abrazó en cuanto estuvo frente a mí.

―¿Es normal que haya visto al capullo de tu ex gritando que hay una Bruja en este edificio?

―Sí, podría decirse que sí.

El Beso de la Muerte. #1   [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora