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Me dolía todo el cuerpo. No podía abrir los ojos. Sólo podía escuchar, y nada me ayudaba a entender qué me pasaba.

—Ha sido muy heróico. Que en paz descanse.

—Ha salvado una vida; pobre, ya no podrá ver que ella está bien.

—Todo lo bien que puede estar.

¿Qué? ¿Quién tenía que descansar en paz? Apenas recordaba nada. Sólo que... un coche iba a chocar con nosotros y... Oh, no. No, no, no, no, no, no. Az se había puesto en medio. ¿Era eso tan heróico a lo que se referían? ¿Az había muerto por... mí? No podía ser, no podía haberlo perdido tan pronto. Prometió estar siempre a mi lado, él era un Eterno, ¿significaba aquello que podía morir? Me estaba volviendo loca...

Abrí los ojos. Estaba tumbada. Llevaba un pijama de puntos horrible. Las paredes a mi alrededor eran de color verde pálido. Sabía demasiado bien qué significaba aquel color en las paredes... Un hospital. Estaba en un hospital. Giré la cabeza a un lado para ver a dos enfermeras junto a mi camilla. Me miraron con los ojos muy abiertos, como si estuvieran sorprendidas de que me hubiera despertado. Abrí la boca para hablar, pero no me salieron las palabras, sólo una tos muy desagradable. Una de ellas salió corriendo fuera de la habitación sin decir nada. La que no se movió de la habitación se me quedó mirando de una manera extraña, como si esperara que me pusiera a contarle algo.

Por fin encontré mi voz.

—Az. —Ella frunció el ceño, un segundo después su cara se transformó en una de sorpresa.

—¿El chico con el que ibas? —Asentí, me había costado demasiado decir su nombre como para intentar hablar de nuevo—. No recuerdas nada... —afirmó. Asentí de nuevo, si no me decía lo que tenía que decirme de una vez me iba a poner a gritar—. Él... cómo decirlo... se puso entre el coche y tú. —Asentí, eso era lo último que recordaba—. ¿Estás algo dormida aún? Creí que con eso llegarías tú solita a la conclusión.

Abrí los ojos desmesuradamente. No, por favor. No. Otra muerte irreparable. Otra pérdida inconsolable; imposible de soportar. Otra razón por la que llorar. Otro de mis intocables que me abandonaba a mitad del camino .

—Está... —Carraspeé, me costaba hablar, pero necesitaba que alguien me lo dijera en voz alta para terminar de creérmelo—. ¿Está muerto?

Asintió con los labios muy juntos. Estaba intentando poner cara de pena, para empatizar conmigo, pero le delataba ese brillo de emoción por cotillear, en los ojos. Los míos se inundaron de lágrimas al instante. No podía ser, no era posible, o simplemente no quería creerlo. No lo iba a poder soportar si me lo creía del todo.

Quería ponerme a gritar su nombre, para que apareciera por la puerta y se riera de mí por pensar que aquella broma de mal gusto era cierta, pero no tuve tiempo. En su lugar apareció un hombre de unos cuarenta años con bata blanca y un fonendoscopio colgado del cuello. Llevaba un portapapeles pegado al pecho. El médico iba seguido de un policía. El primero me sonrió con lástima, el policía tenía una expresión ruda en el rostro.

—Hola... —me saludó el médico, pronunciando mi nombre. Hice una mueca. Frunció el ceño—. ¿No te gusta tu nombre? —Negué—. Bien, no pasa nada. Yo soy el doctor Jhonson, tu médico. Él es el agente Timmons. Ha venido a hacerte unas preguntas, pero puede esperar un poco, si no te encuentras en condiciones aún, ¿vale?

Me caía bien, el Dr. Jhonson. Parecía un hombre agradable, todo lo contrario que el agente, que en cuanto el doctor hizo referencia al tiempo del que disponía, puso una mueca de desagrado dando un paso al frente.

El Beso de la Muerte. #1   [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora