Estoy gritando en medio de un salón que no sé de quién es, tengo el vientre contraído y a mis pulmones no les llega el suficiente aire, me sujetan de los hombros aunque no me esté moviendo. Quien lo hace huele a enfermedad, a hospital, quizá yo también huela así. Tengo los ojos abiertos pero sólo veo sombras, sombras que se ciernen sobre mí y evitan que escape, necesito ayuda. Puedo llevar en el suelo minutos u horas, el mármol está tan frío que me siento desnuda sobre él, oigo ruidos apagados a mí alrededor, es como si inconscientemente no quisiera escuchar nada.
Está conmigo y soy feliz. Me hace cosquillas y ambos acabamos tirados en el suelo de madera (un color oscuro) es cálida. Me doy la vuelta quedando boca abajo y mirando esa sonrisa de labios gruesos y dientes perfectos y me hace sonreír a mí.
-Te quiero -susurra.
Grito más todavía y me doblo sobre mí misma, no puedo con este dolor en el pecho, las imágenes no me dejan en paz, me torturan una y otra vez. Ahí están, riéndose de mí. Aquellos días me levantaba como si no me fuera a dormir nunca.
Ese 'cuídate' que hará que me descuide toda la vida.
Vuelvo bruscamente a la realidad cuando agua mezclada con tranquilizantes salen de mi garganta violentamente para acabar en el suelo, sigues sin poder con tu vida, piensa una vocecita perteneciente a una yo más pequeña encerrada en algún sitio de mi cabeza. Creo que es ella la que me manda esos recuerdos y que me estoy volviendo loca
-Puta -susurro. Está sonriendo, su boca está manchada de sangre y su pelo cae lacio por sus hombros semidesnudos.- para -continúo.
No voy a parar nunca, dice escupiendo las palabras junto con unas cuantas cucarachas, esa frase se repite en mi cabeza y no sirve de nada que me tape los oídos.
Cuando consigo enfocar la vista veo unos ojos que me resultan familiares, ya no recuerdo dónde estoy, mueve los labios pero parece que no le sale la voz. Solo alcanzo a sentir que me ahogo y que necesito salir de donde quiera que esté. No sé de dónde saco las fuerzas para levantarme, no sé cómo consigo llegar a la puerta y salir corriendo.
Creo que es lo que hago cuando las cosas se ponen feas, y mi vida se ha puesto muy fea.
No olvido la boca del chico que me hacía cosquillas, no recuerdo quién es, pero vuelve el peso en el pecho.
Los últimos rayos de la tarde se posan en mi piel pero no me hacen sentir bien, solo me hacen desear llevar una capucha para huir de ellos (últimamente no salgo fuera si hace sol). Llego al portal de un edificio viejo, la puerta es de madera verde resquebrajada y la pared es de piedra en vez de ladrillo, instintivamente llevo mis manos al bolsillo delantero del vaquero color crema y allí encuentro las llaves aunque sé que la puerta cederá ante mi peso.
Al entrar veo que es un lugar abierto y bonito, hay mucha luz natural así que supongo que si sigo recta encontraré un patio de luces. Pero no lo hago. A la derecha están los buzones metálicos, muy poco acorde con el edificio, no encajan aquí y yo hago una mueca, en mi interior alguien se ríe; tú tampoco encajas aquí, dice. Pongo los ojos en blanco y miro hasta leer mi nombre, ahí está, 'Kateryna Swan, ático B'.
Cojo el ascensor poco moderno que me deja en el quinto, tengo que subir el último tramo andando y delante de mi puerta hay un felpudo que da la bienvenida con una sonrisa, mi yo interior se asquea y ordena que lo tire, no le hago caso y entro dejándolo donde estaba.
Me encuentro en un gran salón yen la pared de la izquierda hay dos grandes puertas correderas de cristal, tiene que ser una gran mierda limpiarlas, dice. Al fondo hay tres puertas, el dormitorio, el baño y la cocina, estoy demasiado cansada como para entrar ninguna de ellas y me tiro en el sofá tapizado con tela color celeste. Miro al techo mientras el color del ocaso incide en la habitación, no sé qué cojones ha pasado esta tarde pero quizá debería volver al psiquiatra y decirle que a parte de salir corriendo cuando las cosas no van bien ahora veo a alguien dentro de mi cabeza con mi mismo aspecto y una opinión de mierda.
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Destrózale la vida
Fiksi RemajaNo olvido la boca del chico que me hacía cosquillas, no recuerdo quién es, pero vuelve el peso en el pecho.