Capítulo 03

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Una silueta discreta se movía entre las calles del rukongai, a una velocidad imperceptible a los ciudadanos de ahí, dicho sujeto se detiene en un lugar predestinado a recordar a una persona apreciada en el lugar.

De su vestuario, saco con cuidado un ramo de hermosas flores, para luego ponerlo junto a otro montón de flores bajo un pedestal de piedra. Para luego levantar su mirada turquesa y contemplar en silencio la estatua bellamente esculpida de una hermosa mujer en ropas de santo, con las manos extendidas a sus constados y un semblante sereno.

Retiro la capucha de su cabeza para revelar su platinado cabello, su rostro joven de un chico preadolescente, piel broceada junto a un par de ojos turquesas. Su admiración siguió por unos segundos más, su corazón palpitaba de dolor cada vez que observaba ese rostro esculpido, ya que era capaz de darle vida en sus recuerdos.

―Las almas que tanto protegiste y velaste, son las únicas que no te dejan salir de este mundo... ―murmuro el albino, al reconocer el enorme cariño que las personas del rukongai le tenían a la Seinaru, incluso realizaron una escultura a su nombre y semejanza bajo la sombra de un enorme árbol de cerezo con brotes eternos.

No importa la estación, esos brotes nunca se marchitan...

Quedo así un poco más, recordando exactamente el momento en que reconoció a esa mujer como alguien especial en su vida.

(...)

Ese día era su "recreo". Su capitán Isshin Shiba, se lo dio a la fuerza por ser un pequeño obsesivo con el papeleo. ¿Y que esperaba? Es el tercer al mando, debía horran su puesto como Shinigami.

Inesperadamente un tic de enojo apareció sobre su frente.

―No me digas... ¿acaso sigue pensando en mí como un chiquillo? ―murmuro entre dientes el albino, apretando su puño con ira contenida.

Suspiro para calmarse, y luego tratar de darle gracia a ese descanso de parte de su capitán. Caminando por las amplias calles del gotei, decidió ir por casualidad a la academia de Shinigamis, ya que se encontraba cerca de su división y en sima contaba con una plaza tranquila y buena para sumergirse en una buena lectura.

Al llegar pudo ver como habían ingresado nuevos alumnos a esta, pero la diferencia de estos es que, no eran por completo Shinigamis. Las insignias que portaban con orgullo los delataban a kilómetros, eran en su mayoría jóvenes, demasiado jóvenes...

¿Eran niños?

― "Variantes..." ―pensó con sorpresa el pequeño oji-turquesa. Era bien sabido que esa raza era muy peligrosa cuando se les provocaba, como una manada de lobos, el líder de estos se encargarían personalmente de los responsables de herir a sus crías.

Y justo como lo estuvo suponiendo, vio de lejos la llamativa cabellera rosa de una de sus guardianas, la famosa "Santa plateada". Esta la parecer los estaba guiando por las instalaciones de la academia a los más pequeños, algo poco vistoso entre los grandes capitanes del gotei, pero al parecer por ser los pequeños de los variantes esta fue flexible con su deber, según recordaba algunos de los niños fueron rescatados por el líder, apodado como "el demonio de las nueve colas", junto a él, su mejor amiga, la Santa. Mientras a sus costados un número pequeño de guardias llamados Anbu, escoltaban a la mujer y los infantes.

𝑀𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑣𝑒𝑟𝑡𝑖 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑀𝑎𝑑𝑟𝑒 𝑑𝑒 𝑆𝑎𝑟𝑎𝑑𝑎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora