1 - Empezando una nueva vida.

286 11 2
                                    




24 de septiembre de 1817, Mánchester, Inglaterra.

Un día triste, nublado a pesar de que unos pequeños rayos de sol buscaban un hueco entre todas aquellas grises nubes para iluminar la tierra.

En un prado verde, rodeado por una valla metálica, se confirmaba los límites de un cementerio.
Una pequeña aglomeración de personas jadeaba y lloriqueaba frente a la situación de perder a un ser querido.

Todas las mujeres lloraban, limpiando sus pequeñas lágrimas con sus finos pañuelos de seda, mientras que los hombres agachaban la cabeza o simplemente miraban con indiferencia al cura que daba la última despedida del fallecido.

En la primera fila se encontraba una mujer, de mediana edad, un par de hombres que no superaban los veinte o treinta, la esposa de alguno de ellos y una muchacha de tan sólo dieciocho años.

La mujer de mayor edad se derrumbaba en los brazos de uno de sus hijos, llorando tras la pérdida del más pequeño de sus descendientes.
Mientras tanto, la morena muchacha que se encontraba en la primera fila, permanecía aguantando el dolor a la vez que miraba fijamente la tumba del que iba a ser su futuro marido.

Justo antes de la muerte de éste le rogó a Dios un millón de veces que no se lo llevara a su lado, que fuera gentil y le dejara que permaneciera un poco más con ella, pero a pesar de sus plegarias, acabó falleciendo.

La chica se repetía en su mente una y otra vez:

— Dios puede ser gentil... Pero egoísta cuando se lleva a los mejores — pensó mientras se limpiaba las lágrimas que ya empezaron a descender por su rostro, con el pañuelo blanco de seda que tenía en su mano.

14 de mayo de 1820, Londres, Inglaterra.

Ya habían pasado tres años de lo sucedido y aún así Whitney seguía pensando en el que tendría que haber sido su futuro esposo, Allen Percy.

Ambos se habían conocido desde su más tierna infancia y se habían declarado sus sentimientos cuando ya habían crecido un poco. Entonces prometieron casarse.

Así iba a ser, hasta que repentinamente él murió y desde entonces decidió no mantener ningún tipo de relación con un hombre, ya que para ella, Allen era el amor de su vida; irreemplazable.

Whitney miraba a través de la ventana del carruaje, con la cabeza apoyada sobre su mano mientras admiraba el paisaje, sumergida en sus pensamientos, hasta que comenzó a escuchar una voz.

— ¡Whitney! ¿Me estás escuchando? — dijo una joven con el ceño fruncido.

La morena de ojos azules se alertó al escuchar cómo la llamada, girando su cabeza asustada para mirar a su compañera.

— ¿Habías dicho algo, Elizabeth? — preguntó sorprendida al ver a su amiga enfadada.

— ¡Siempre igual! ¡Nunca me escuchas cuando te hablo! — se cruzó de brazos refunfuñando.

La duquesa no pudo evitar dejar escapar de sus carnosos labios una carcajada al ver el enfado tan infantil de su mejor amiga. La morena la miraba de reojo, hasta que vio que a su acompañante también se le había contagiado la risa a pesar de que estaba molesta.

— Deberías de pensarte eso de conocer a más hombres, un día te tendrás que casar, digo yo. Además, ya han pasado tres años desde que...

— ¿Desde que murió Allen? No hace falta que lo digas, lo recuerdo cada día... — concluyó seriamente con aquellas palabras.

La joven de ojos castaños decidió mantenerse en silencio al ver el rostro de su mejor amiga. Sabía que aquellas palabras eran tabú, pero se preocupaba por ella y no podía permanecer así, viendo cómo echaba su vida a perder, manteniendo un luto de una persona con la que ni siquiera se casó.

Un gran amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora