3 - El misterioso romano.

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La joven duquesa quedó perpleja ante tales palabras con las que aquel chico, disfrazado de romano, había osado decir para dirigirse a ella. ¿Ladrona? ¿Con quién se creía que estaba hablando? Sin duda la había hecho enfurecer.

Whitney zarandeó un poco al chico con la intención de que le dejara escapar, pero para su desgracia no fue así. Era obvio que él era mucho más fuerte y que la podía retener con facilidad allí.
La morena alzó su mirada, clavando sus ojos en los del muchacho con fiereza.

― ¿Cómo osa llamarme de ese modo? ¿Nunca le enseñaron modales? ¿Dónde está su decoro inglés? — preguntó esbozando una ladina sonrisa, irónica y burlona.

El joven disfrazado simplemente sonrió, dejó escapar de sus labios una leve y sonora carcajada mientras apretaba con sus manos las muñecas de Whitney, para que permaneciera quieta en aquel lugar. La muchacha de ojos claros apretó los labios enfadada, al mismo tiempo que fruncía el ceño, aunque con el antifaz no pudiera percatarse demasiado.

― Sé de sobra quién sois... ¿Tiene algún problema con que la llame así? ― arqueó una de sus cejas, poco visibles por el antifaz, mientras formulaba la pregunta.

―Ya veo. Si no soy una desconocida para
usted, decidme pues quién soy ― contestó con demasiada chulería para ser una mujer, forcejeando de nuevo.

El romano se acercó a ella, más de lo que estaba ya, algo que era casi imposible. Estaba demasiado pegado a Whitney. Eso la molestaba el doble, y eso ya era mucho decir.
Hacía muy poco desde que se había propuesto buscar a un sustituto de Allen, pero ya la estaban acosando de esa manera y era insoportable.

El muchacho pareció acercar sus labios a los de la morena, causándole un leve tembleque, perdiendo incluso fuerza en sus piernas. Por suerte para la duquesa no la había besado. Desvió sus labios al oído de ésta con intención de decir algo en un susurro.

― Sois la joven hermana del gran Edward Dunne. Puede que nadie os reconozca,mi señora, pero yo sería capaz de reconocer donde fuera a la bellísima Whitney.

Tras aquellas palabras se fue separando lentamente del oído de la muchacha con una burlona y amplia sonrisa.
Ella había quedado boquiabierta, incluso paralizada. ¿Primero era una ladrona y ahora era bellísima?
Dejó de forcejear, dejando que aquel hombre le tomara de las muñecas con fuerza.

― Pues para ser tan bella para vos parece que no tenéis ni el mínimo ápice de educación. Primero me llama ladrona y luego me retiene aquí. Esto no es nada cortés por su parte. Ni el hecho de mantener anónima su identidad sabiendo usted la mía, ¿no le parece?

Entonces el joven vestido de romano alzó una de sus cejas, sorprendido, pero era divertido.
Sí, jugar con la duquesa le parecía divertido, tanto que hasta se rió.

— Con que es eso, ¿eh? No sé si está más molesta porque la estoy reteniendo o porque se muere de curiosidad por saber quién soy.

— Oh, tenga muy claro que no me mata la curiosidad. Simplemente quiero conocer al malnacido que se atreve a humillarme de tal manera — explicó con brusquedad.

Al principio no lo percató, pero después de haber conversado un poco con él, Whitney se dio cuenta de que al hombre le gustaban aquellos juegos. Que ella se resistiese.
Algo estaba claro, y es que la fémina era demasiado orgullosa como para quedarse callada.

Un gran amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora