Prologo: De Regreso

4 0 0
                                    


     No puedo recordar el por qué estoy de nuevo aquí, solamente puedo recordar ese cálido líquido que me enloquece y que todo fue una gran masacre. Mi cuerpo tiembla solo de recordar como los cuerpos eran cercenados por mi boca, pero el olor a piedra mojada por la lluvia de la noche anterior, mezclado con sangre, me recordaba el lugar donde me encontraba, estaba en el sótano una vez más.

     Cuando finalmente pude acostumbrar mis ojos desperté ante una profunda oscuridad, solamente había una antorcha enfrente de donde me encontraba, la cual iluminaba el pequeño cuarto. Tuve que adaptarme rápidamente a la obscuridad, lo cual no era un gran problema para mí.

     Traté de levantarme y no pude, me dolía el cuerpo como si mis huesos estuvieran rotos, además pude percatarme de que estaba inmovilizada en un viejo camastro de madera. Mi cuerpo estaba cubierto por sangre, al parecer no era mía, pero su esencia era diferente a lo que había olido antes. Saboree la sangre en mis labios, tenía hambre, hambre de sangre cálida. Lo curioso era que el hambre que sentía aceleraba mi pulso, algo raro, y la necesidad de beber esa calidez me hizo jalar de mis ataduras lastimando mis muñecas aún más. Estaba lastimada y no podía recordar cómo y por qué.

     Mire alrededor para encontrar algo con que romper mis ataduras, mis ojos ya se habían adaptado a la obscuridad así que revise el cuarto, estaba sola o eso pensaba. Sentí una fuerte presencia en el cuarto, algo poderoso, algo excitante, mirándome entre la obscuridad provocándome exaltación.

     No podía ver quien era, ya que la obscuridad cubría su figura; estaba escondido detrás de uno de los pilares. Súbitamente, escuché su ronca, profunda y sexy voz y un escalofrío recorrió mi espalda, más no fue miedo lo que sentí sino algo diferente, algo que me llamaba hacia él. Y sabía que él también lo sentía.

      - Ya despertaste preciosa. Me tenías preocupado, nunca te habían herido como lo hicieron – Antón, alto y bien parecido, con facciones varoniles, pero al mismo tiempo dulce, tenía pómulos altos, una quijada cuadrada, nariz perfilada como Dios Griego y unos labios carnosos y rosados que te hacían desear besarlos y morderlos y nunca soltarlos. Su cuerpo era atlético y sus ojos negros penetrantes me veían con un ardor conocido para mí, me sonreía pícaramente mandando electricidad a todo mi cuerpo.

     Trate de responderle, pero solo podía mirarlo profundamente a los ojos, los cuales desnudaban mi alma deteniendo el tiempo. Hasta que pude hablar con él. Estaba exhausta como si me hubieran golpeado por horas, no quería saber cómo me vería en ese momento exacto, pero fuera como fuera Antón me miraba con deseo.

     - ¿Qué pasó? Antón, ¿Por qué estoy otra vez aquí? -, mi voz era débil y tenía hambre, tanta hambre que sentía si en verdad pusiera todas mis fuerzas podría romper mis ataduras y beber de Antón, mi sed por sangre, no se había apagado todavía necesitaba más. Necesitaba destruir, ver la sangre caer y bañar mis manos y colmillos hasta tomar la vida de mi víctima.

     Antón podía leer mis pensamientos, se cubrió un poco el cuello con la solapa de su saco y se empezó a moverse cautelosamente hacia mi dirección sin retirar su mirada de la mía. Había una conexión cósmica entre los dos.

     - ¡¿En verdad, no recuerdas nada?! -, Antón se acercó a mi lado cautelosamente, como midiendo sus movimientos, él ya sabía de lo que yo era capaz en esta condición. Podía ver en la profundidad de sus ojos negros su preocupación por mí.

     Lentamente, acerco una de sus grandes manos, tocando primero el camastro de madera hasta subirla donde se encontraba mi cabeza, y acaricio mi cabello lentamente. Mis instintos empezaron a florecer dentro de mí, podía olerlo y empecé a desearlo, así que por mi bien y el de él aparte mi mirada de sus ojos negros.

Amor en la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora