UNO:

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Todos conocían la historia. Todos en aquel pequeño pueblo hablaban sobre lo que pasó. No importaba a dónde fueras, la historia de Carrie White y la masacre cometida en el gimnasio de la escuela Ewen circulaba por cada rincón entre susurros y trepidantes sollozos.

Pero JongIn, en vez de asustado, se encontraba fascinado.

Como el ser peregrino y aventurero que era, amante de las grandes y modernas ciudades, la idea de pasar su último año de escuela en Chamberlain, un pueblo aburrido y conservador al sureste de Dakota del Sur, lejos de sus amigos, las fiestas y todo lo que amaba, le parecía el peor castigo que pudieran darle en la vida.
Pero no esperaba encontrarse con un misterio digno del séptimo arte.

Y menos que le dijeran que la historia estaba muy cerca de repetirse.

"Háblame de él", pidió a Sean, su compañero de clase, con quien tenía una tentativa amistad basada en los mitos y leyendas que pudiera proporcionarle sobre el pueblo.

"Sus ojos son negros como el carbón y su piel tan pálida como una hoja de papel. Dicen que es un demonio disfrazado y que él fue en realidad quien poseyó a Carrie para que incendiara el gimnasio."

Miró a ambos lados asegurándose de que nadie lo escuchaba.

"Dicen que la casa de las White era en realidad un portal oculto al infierno, y que cuando Carrie cumplió su objetivo, el demonio derrumbó todo con ella y su madre dentro para asegurarse de que ninguna pudiera escapar."

JongIn frunció el ceño, confundido. "Pero, ¿no debió más bien dejarla libre para que acabara con todo el pueblo? ¿O dejar el portal abierto para llevarse más almas?"

Sean lo miró entornando los ojos y soltó un largo suspiro. "Sé que extrañas tu hogar, pero no por eso explayes tus deseos suicidas sobre nosotros, ¿ok?"
JongIn rió y dejó un golpe juguetón sobre el hombro de su amigo antes de dirigirse a su auto, lo único valioso que había podido traer con él desde casa.

"¿Te llevo?" Ofreció. Sean negó mientras se ajustaba los tirantes de su mochila. JongIn rodó los ojos y lo jaló de la nuca hacia su auto, casi empujándolo en el asiento del copiloto antes de darse la vuelta y sentarse frente al timón.

"Tengo hambre, vayamos por una hamburguesa o algo", dijo observándose en el espejo retrovisor, arreglando su largo y castaño cabello antes de sonreírle a su propio reflejo.

"¿Con una malteada de fresa?"

"O una cerveza", sugirió JongIn encendiendo el motor.

"Aún no tenemos edad legal para beber", se quejó Sean con obviedad. El castaño bufó y rió divertido mientras salía del estacionamiento de la escuela.

"Ni que te fuera a llevar a una discoteca con putas y drogas; es solo una cerveza", se burló JongIn.

"¿Acostumbraban tomar mucha cerveza donde vivías? Creí que en China solo se tomaba ese licor medio blanco que sale en las películas", comentó Sean.
El castaño lo miró indignado.

"Primero que nada, vivía en Chicago. Y en segundo lugar, porque mis ojos sean chinos, ¡no significa que yo sea de China!" Golpeó a su amigo en la cabeza, provocando que soltara fuertes carcajadas.

"Lo siento."

"Olvídalo; por tonto, en vez de ir por tu bendita malteada, vas a llevarme a la casa de Carrie", dictaminó JongIn helando la sangre de su amigo.

"No. ¿Estás loco? ¡No quiero morir!"

JongIn rodó nuevamente los ojos, "no vas a morir, solo serás torturado un poquito."

Pacto sagrado || KaiSoo Fest: Retro LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora