Kayla.
Miro todo sobre una perspectiva poco común para una niña de 16 años, nada de lo que es lo inocente rondaba en mi mente y tal vez sea por estos malos pensamientos que me visitan recurrentemente.
¿Quién soy? ¿Mis padres? ¿Por qué hay tantas marcas en mi cuerpo? Mis abuelos Susan y Antoni Donovan me crían desde que tengo memoria, los recuerdos de las personas que me crearon son borrosos y lo único que distingo de mi progenitora es esa cabellera cobriza.
<<Nada mas.>>
Apenas cumplí 10 ambos volvieron a aparecer pero no venían por mi, si no, que traían algo en mente y era pedir mas dinero a mis abuelos para costear sus adicciones.
Susan siempre dice que no debo odiarlos, tampoco guardarles rencor pero yo no siento nada hacia ellos. En verdad no les guardo rencor porque repudiar y tenerles asco es un sentimiento y yo no siento nada por ellos.
Tampoco me imagino una vida al lado de dos consumidores de estupefacientes, debería decir que soy feliz aquí con Susan y Antoni pero no se que es la felicidad. No entiendo como describirla ni sentirla.
Vivo en una casa aledaña con un pórtico negro que almacena tumbonas blancas, un jardín pequeño en donde hay claveles y rosas, el vecindario en que vivimos esta alejado del centro de Fort Collins.
Todo lo que me rodea, las casas a los lados de la mía son de personas poco adineradas pero trabajadoras. Calles arriba viven los ricos que se pasean aquí a menudo burlándose de todos.
Me tambaleo en la hamaca dejando que el viento alborote mi cabello castaño odiando el color de mis hebras cuando chocan con mi rostro, no lo quiero así, quise pintarlo pero mi abuela dijo que luzco como mi progenitora y que lo conserve.
Genesis es de tez pálida algo demacrada, sus ojos color miel son adornados por dos medias lunas que algunas veces son violáceas, y todo su cuerpo es cubierto por ropas andrajosas ocultando los piquetes de las jeringas que se mete.
<<No quiero lucir como una drogadicta.>>
Pero para no decepcionar a la persona que se esmera en verme "feliz" obedezco y no lo tiño de otro color, por ahora.
El ruido de dos autos conducir a toda velocidad me tomo por sorpresa ahuyentando mis pensamientos, alce la mirada del jardín hacia la calle y dos Camaros negros pasaron a toda velocidad.
Rojo y negro, ambos combinaban.
<<Malditos niñatos, ricos.>>
—¿Otra vez volvieron a pasar por aquí?.—Antoni salió de la casa con una gran taza de café en sus manos, miro desaparecer los autos y sacudió la cabeza al notar las líneas negras en el asfalto gris.
Debería poner un alambre de púas en la calle, dejar que se accidenten y se mueran así no vuelven por aquí.
—Deja de pensar en matarlos.
Mi abuela salió detrás de el limpiándose las manos con un delantal rosado, me miro seria en una mueca de regaño y selle los labios sin refutarle algo.
<<"Son pensamientos impuros, Kay.">>
—Son pensamientos impuros, ojos color sol.—El abuelo repitió lo que pensé y chasquee la lengua pasando de ellos.
—No dije, ni pensé nada.
Seguí meciéndome ignorando sus ojos acusadores, fingirán demencia en algunos segundos ya que me vendrán con el tema de mi cumpleaños. Algo que en verdad no quiero saber ni hablar.
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Este fuego que nos quema (COMPLETA ✔)
Science-Fiction[Historia completa y en edición.] Sus padres querian diferentes vidas para cada uno. Diana creo una bestia hambrienta de poder que no tiene escrúpulos, con facciones de acero y piel impenetrable. -Los angeles le llaman placer divino, los demonios le...