Capítulo 2

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Kara Etreum

Menudo día el de ayer, recién llegamos a Arroyomolinos y nos vemos obligados a escondernos de los eternos caminantes. Para todos aquellos que no me conozcan, me llamo Kara Etreum, una superviviente de lo que a mí me gusta llamar, el juicio final. Nací el mismo día que toda esta mierda empezó, el 24 de Marzo de 2018. Yo soy la más joven del grupo con el que viajo. Que por cierto, nuestro grupo consta de 5 personas, mi madre, mi padre, un antiguo vecino de mi padre y el más reciente, un licántropo. Resulta que el licántropo fue expulsado de su manada por negarse a comerse a un sobreviviente que se enfrentó solo a un grupo de eternos caminantes. Poco después de ser tirado (literalmente) por ellos, nosotros le encontramos y ayudamos a sanar sus heridas. Aunque realmente no hicimos gran cosa, ya que los licántropos poseen un factor curativo que les permite sanar a una velocidad superior a la de los mortales corrientes como yo. Imaginaros, si yo me hiciera un corte profundo en la mano, tardaría en curarme como dos semanas y eso sí tengo suerte y no se infecta, en cambio él solo tardaría de dos a cuatro horas, y si se le infectase la herida unas seis horas. Eso sí, no es capaz es de regenerar un miembro, o sea, que si le arrancarán un brazo, se quedaría para siempre sin el brazo. Bueno, dejemos de hablar del buenísimo hombre lobo de 1,80 con músculos marcados, moreno y de ojos verdes. Hablemos de lo que verdaderamente es importante. Nos estamos quedando sin comida y no tenemos un lugar seguro donde escondernos. Llegamos a Arroyomolinos gracias a la ayuda de Liam (el licántropo). Resulta que su manada quería apoderarse de la zona segura de Madrid, y para llegar a donde ellos creen que está la zona segura, debían pasar por Arroyomolinos. Nosotros pretendíamos ir por detrás de ellos, de manera que ellos nos guiarían a la zona segura, dónde podríamos ayudar a los Enviados de la Muerte a lidiar con esa manada de licántropos sedientos de sangre. O al menos esa era nuestra intención, porque como os hemos dicho, nos hemos quedado atrapados en un edificio de tres plantas por culpa de alguien que decidió quitarse la vida en mitad de la calle con una pistola. ¡Menudo cabrón! Por su culpa hemos perdido el rastro de la manada y ahora no sabremos por donde se va a Madrid.

- Kara, creo que deberías ver a tu madre, no parece que pueda aguantar mucho más - dijo Liam mientras entraba en la habitación de la que me había apropiado.

Y aquí está. La noticia que sabía que pronto llegaría. Todo empezó hace unas semanas, justo después de ayudar a Liam a recuperarse de sus terribles heridas. Ella contrajo alguna enfermedad que la estaba dejando sin fuerzas. Al principio solo tosía de vez en cuando, después no paraba de toser. De repente dejo de toser y empezó a quejarse de que le faltaba aire para de un momento a otro desmayarse. Empezó a tener mucha fiebre, y ahora no es capaz de dar más de diez pasos antes de caer desmayada por el esfuerzo.

- Enseguida voy - le respondí con la voz entrecortada.

Ni siquiera era capaz de mirarla a la cara. No la reconocía, está enfermedad la había dejado completamente cambiada. Ahora casi parecía un cadáver de lo blanca que estaba. Por ello había ideado un plan, iría al Hospital que estaba en esta ciudad y encontraría algo que pudiera salvar a mi madre. Sé que es un plan malísimo, que un hospital es el último lugar al que se debería ir, pero no hay otra opción si quiero salvar a mi madre. Y ahora era el momento perfecto, la mayoría de los zombis ahora estaban en letargo, el único problema que podría encontrar son los eternos caminantes, zombis que siempre están activos, que nunca descansan sea de día o de noche. Por suerte, este grupo no es tan numeroso, por lo que no debería haber ningún problema.

Vacíe la mochila que siempre llevo encima y me metí la pistola de once disparos entre el pantalón. También cogí el cuchillo de caza que siempre llevo en un bolsillo muy accesible de la mochila. Una vez que tenía todo en orden, abrí la ventana de la habitación y salí. Al ser un primer piso no me hice daño y no hice mucho ruido, de manera que no había alertado a ningún caminante. De forma que me puse a caminar hacia el hospital. Gracias a los carteles que había por la ciudad, pude llegar sin ningún problema. Por suerte, no me encontré con ningún eterno caminante por el camino.
Ya en la puerta del Hospital fue cuando vi al primer caminante, de manera que rodeé el hospital para ver si encontraba alguna entrada en la que no hubiera ningún caminante. Y así fue como encontré la entrada de vehículos.
No había ni un solo zombi merodeando, así que entre por ahí. Nada más entrar, pude ver del por qué nadie entraba en un hospital. Tan sólo aquí, había 14 cadáveres, de algunos de ellos ya solo quedaban los huesos. Lo que me preocupó fueron unos que parecían algo recientes. Quizás llevarían allí unos dos meses. Olía terriblemente mal, pero si quería salvar a mi madre tenía que entrar y buscar.
Tras un rato buscando alguna puerta que no estuviera cerrada con llave, pude acceder a las escaleras del edificio. Eran de mármol gris y en algunos escalones había algo de sangre. Las barandillas metálicas eran de color rojizo por culpa del óxido. Cerré la puerta intentando hacer el mínimo ruido posible, pero justo al cerrarse hizo un sonido un poco fuerte, por lo que enseguida saque mi cuchillo y lo sostuve con fuerza, esperando lo peor. Al no obtener ningún tipo de respuesta, me relajé y comencé a subir los escalones llegando así a la puerta del primer piso. Justo cuando fui a abrirla, escuché un ruido extraño, así que decidí pegar el oído a la puerta. Escuchaba pasos al otro lado, así que me alejé de la puerta y subí al segundo piso, acerqué la oreja a la puerta y al no escuchar ningún ruido, decidí entrar. Para mi desgracia, los carteles en los que ponía lo que había en este piso estaban desgastados por el tiempo y no los podía leer. Aunque había uno que sí se podía ver con algo de claridad. Ponía "Quirófano". Según tengo entendido, el quirófano era la sala en la que operaban a la gente cuando se ponían muy malos, por lo que supuse que allí podría encontrar algo que me pudiera servir. Me dirigí en la dirección de la flecha, metiéndome por un pasillo que estaba separado del resto por una gran puerta roja que en la parte superior ponía "Quirófano" en mayúsculas. Con mucho cuidado pase por la puerta, pero cuando la estaba cerrando se quedó atascada y no se terminaba de cerrar. No queriendo insistir más, decidí seguir hacia delante. Solo había dos salas, una que estaba en la parte final del pasillo a unos 20 pasos, y otra que estaba a 10. Decidí ir primero a la que estaba más alejada. Una vez que estuve delante de la puerta, me pude fijar en que está puerta era más ancha que las puertas normales, aparte de que se abría hacia dentro de la pared. ¿De veras esto se hacía antes? Algo de lo que no me fijé fue de la sangre reciente en el pomo de la puerta hasta que me manche toda la mano.

- Que asco.

Al mover la puerta, está hizo unos sonidos muy extraños, era como si se estuviera arrastrando algo por dentro de la pared, algo metálico. No fue muy alto, por lo que supuse que no pasaría nada, de manera que continúe adentrándome en la sala. Justo a mi derecha, había una estantería con una tapa de cristal. Dentro, había unos tubos de cristal con líquidos dentro. Tenían un papel pegado con letras que no era capaz de leer por culpa de la oscuridad de la sala. Sin pensármelo ni dos veces, rompí el cristal con el mango del cuchillo y empecé a llenar la mochila con esos tarros. Sin darme cuenta, algo se me estaba acercando desde la espalda. Para mi desgracia, solo me di cuenta de ello cuando escuche su gemido tan distintivo. Tenía a un zombi que se estaba acercando. Cerré rápidamente mi mochila, pero este pareció darse cuenta de que le había detectado y aceleró el paso, al punto de que en cuanto me di la vuelta para encararlo, él ya se había abalanzado sobre mí. A partir de ahí, todo se empezó a acelerar. Ahora tenía al zombi intentando morderme el cuello, mientras que yo, con una mano en su hombro intentaba alejarlo y con la otra lo apuñalaba en la garganta. Todos mis ataques parecían no tener ningún efecto sobre él. Lo único que conseguía era cansarme, él tenía mucha más fuerza que yo. En un movimiento desesperado, le clave el cuchillo en el cráneo, pero lo único que conseguí fue que el cuchillo se quedará ahí pegado. Ya sin arma que poder usar, comencé a experimentar lo que era el miedo a la muerte y cerré los ojos esperando aquel nefasto final.

Pero de repente, dejé de sentir al zombi ejerciendo fuerza, y al abrir los ojos pude ver a un hombre musculoso de más de 1,70 lanzando al zombi contra la pared. El zombi, no contento de estar lejos de su presa, volvió a intentar abalanzarse sobre mi, pero aquel formidable hombre le dio en la cabeza con un extraño martillo. Al entrar en contacto el martillo con la cabeza del zombi, saltaron chispas y la cabeza de aquel zombi salió volando siendo aplastada contra la pared.

- No estás en la lista - fue lo que dijo aquel hombre tras examinarme con la mirada durante un minuto más o menos.

No pude siquiera mirarle a los ojos. De alguna manera, el brillo azulado que desprendían sus ojos en la oscuridad me había dejado con una sensación que me indicaba que él era poderoso, muy poderoso, y que por ello tenía que mostrarle respeto. Desprendía un aura de poder puro. A lo lejos, se escuchaban zombis que parecían haber despertado tras el estruendo provocado por la reciente pelea. Seguidamente, se giró mirando directamente a la puerta que daba con el pasillo y se preparó para el combate. Algo me decía que si no quería morir hoy, me pusiera detrás de él y así lo hice. Nada más ponerme detrás de él, pude observar con horror a la horda de zombis que literalmente se estaban peleando en el marco de la puerta para intentar pasar todos a la vez. Mientras tanto, él colocó el extraño martillo por encima del hombro, de manera que parecía que quería lanzarlo. Al posicionarse, del martillo empezó a surgir electricidad que viajaba desde la parte metálica hasta las manos de aquel vigoroso hombre. Al fin, un zombi logro pasar el marco de la puerta del pasillo y al segundo, el tapón que se había formado se rompió, dejando que todos los zombis fluyeran a través del pasillo. Cuando el primer zombi estuvo a unos dos metros, él lanzó el martillo y según el martillo iba golpeando zombis, estos eran destruidos en un espectáculo de sangre y electricidad. En un mero instante, todos los zombis habían explotado, decorando así todo el lugar con su carne y sangre. Aunque realmente no había quedado mucho de lo que solieran ser, solo un poco de carne quemada era lo que quedaba de ellos. Bueno, eso y la sangre esparcida por todo el lugar. Una vez que no se escucharon más gemidos de parte de los zombis, el martillo volvió a la mano de su propietario. Este de giro para observarme.

- Pareces estar perfectamente, así que dime, ¿por qué cojones una chica de trece años se metería sola en una puta trampa mortal?

El Señor de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora