Capítulo 3

7 1 0
                                    

Adentrándome a mis sueños, se despliega ante mí descomunales extensiones de tierra sagrada; donde el día y la noche coexisten; cubriendo su suelo de un pasto blanquecino como la nieve, brotando de él una abundante vegetación del mismo color, siendo rodeadas de celestiales árboles de troncos blancos y follaje dorado. Donde en las profundidades de sus inmensos bosques y jardines, viven tanto pequeños animales como grandes bestias. Teniendo gigantescos riscos de mármol blanco, los cuales se acercan a los canales y cascadas de aguas tan claras como el cielo azul.

Reconozco aquellos árboles, pues he trepado en ellos. Se que se siente aquellas aguas, ya que me he bañado incontables veces en ellas. Se la colosal altura que tienen esos peñascos, porque los he contemplado desde la punta. Aquella infinita como maravillosa tierra, que mi sueño me hace ver, desde la punta de una pequeña colina junto a un árbol, es el Edén, mi hogar.

Lo único extraño de él, soy yo, pues cuando pretendo recargarme del tronco de este, mi mano lo traspasa. Me miro la mano con la que se suponía que tocaría la corteza. No me sorprendo por ello, porque sé que es un sueño más, donde mi presencia es invisible e irónicamente pareciera inexistente. Es el ruido de algo proveniente de debajo de la colina, lo que me distrae de mis acciones.

"¡Ese es...!"

Las pisadas acompañadas del amable sonido de una voz, las que me hacen asomarme a ver.

"¡Lo sabía! ¡Es él! ¡Es mi Padre!"

Salto emocionada al reconocer su suave pero firme voz del Creador. No importa, si es o no un sueño, siempre es un placer escucharle. Sin embargo, no está solo, a sus espaldas como a sus costados, lo siguen de cerca, más no lo tocan, unas criaturas aladas de diferentes formas, tamaños y razas; algunos parecen más animales, otros más humanos y otros más, no tienen una forma ni humana ni animal.

"Son ángeles."

Conozco el nombre de la mayoría, igual se cuál es su rango y categoría que el Yahveh les ha concedido. Son serafines; querubines, tronos, dominaciones, virtudes, potestades, principados, arcángeles y ángeles. Todos ellos son sus primeras creaciones. Pero...

"Algo no está bien."

A pesar de estar rodeado de tanta perfección, en el mirar de Elohim puedo percibir el fastidio. Uno silencioso y espeso. Es como si algo no le terminara de gustar de aquel magnifico paisaje y de los divinos seres que le rodean, pese a ver sido creados por su propia mano, su disgusto permanece, es como si le faltara algo a tanta perfección, siendo a sus ojos; la perfección imperfecta.

Aquella escena se ve interrumpida por el tiempo, que sin aviso empieza a girar rápidamente, siendo en un parpadear; que el día se vuelve de noche y la noche se vuelve amanecer. No obstante, permanezco de pie en el mismo lugar. Siendo mi Padre, él que ahora se encuentra atrás mía, sentado, con la espalda recargada del tronco del árbol. Mientras en sus ojos, aún persiste aquella molestia de hace un momento vi.

Adonai, toma polvo y tierra, empieza a moldear a su imagen y semejanza a un ser. Curiosa por lo que hace, me acerco a ver. Veo como hace la figura de un ser alto de piel tostada, con un cuerpo firme y fuerte, cual tronco de roble, con cabello ondulado y ojos negros, portando en su rostro su atractiva apariencia y aires de grandeza. Al terminar de hacer al hombre, lo nombra Adán y sopla en él, el viento de la vitalidad.

"No es tan grandioso como Adán siempre me lo cuenta. Como siempre un pretencioso desde el nacimiento."

Siendo que no hay más que ver, que la fastidiosa cara de ese hombre, decido darme la vuelta. Pero el sueño no me lo permite, porque de un momento a otro, todo vuelve a girar y a moverse de lugar. Ahora, me encuentro entre una multitud de ángeles de todas las jerarquías, que se inclinan y se reverencian ante Adán, el cual, está parado a la derecha de mi Padre; alzando la barbilla mientras se cruza de brazos, sonriendo como un estúpido engreído.

La caída de los amantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora