Capítulo 2

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— ... ¿Tocarme? — apenas y puedo hablar bien. Siento un ligero calor se asoma por mi rostro. Es tan repentino que me de alguna forma me emociona—. Yo no, no entiendo. 

— Mi ingenua y bella Lilith — volviendo a hacer aquel ruidito con la lengua, sujeto con más fuerza mi cintura —. Acaricia tu cuerpo como quisieras que te tocaran, aprieta tus pechos como si de las flores de algodón se tratasen, relámete tus labios como si degustaras la más exquisita fruta del paraíso. Toca y diviértete con tu coño, siendo que lo único que te detenga sea tu cansancio y no tu vergüenza.

Sus palabras empiezan a tener un raro pero dulce efecto en mis sentidos. Lo admito me gusta, pero a la vez se que tengo que aguantar y no dejarme llevar por él, lo cual resulta difícil, demasiado, pues siento como su cuerpo aprieta el mío, provocando que extrañas sensaciones se expandan en mis entrañas. Cubro mi rostro con ambas manos. No quiero que vea cuanto me afecta. No quiero que mostrarle un lado tan privado de mí. Sé que soy en una mentirosa, porque una parte de mí no solo quiere mostrarle más que eso. Porque se que hace tiempo que dejo de ser solo mi "amigo", y que la añoranza de verle se volvió anhelo por estar a su lado.

Pero también se que aquello que quiero, no me está permitido y es llamado pecado. Lo sé, lo sé muy bien Y aun así no me importa cuanta duela. Lo quiero.

— Vamos pequeña. Aun que no importa, si vamos lento, eso solo lo hace más excitante. Ver, como tratas de ocultar de mí el sonrojó de tus mejillas. Hace que quiera descubrir, hasta donde puedo corromper esa timidez tuya.

Solo fueron palabras. Solo fue su voz hablándome, cerca, muy cerca de mi oído y con eso basta para dejar salir un jadeo.

Se supone que no tengo que estar cerca de él. Se supone que jamás tuve que hablarle. Se supone que no tengo que estar extendiendo mis manos para poder besarle, pero solo queda en pobres divagaciones las advertencias, porque realmente me gusta cómo se siente el tacto de su piel de reptil contra mis labios.

"Me gusta este pecado y me gusta Samael. Después puedo aceptar el castigo"

El frío viento que indica el comienzo de la noche, ha empezado a desaparecer de mi piel, siendo remplazado por un cálido deseo de cumplir con sus demandas y es esa demandante provocación la que hace que aleje mis manos, para empezar a pasarlas por mis hombros; acariciando la tersa piel de mis brazos, abrazándome a mí misma, desciendo mis manos por mi torso desnudo, deteniéndome en mis pechos; delineo con la punta de mis dedos las finas curvas que se forman debajo de estos. Aproximándome, cada vez más a mis pezones; comienzo con tocarlos con delicadeza para después estrujarlos y jalar de ellos, cual juguete; generando que empiecen a salir de mi boca pequeños gemidos, acompañados a su vez de pequeños temblores que se expanden desde la punta, hasta recorrer las demás partes vulnerables de mi ser.

Samael, no pierde de vista ninguno de mis movimientos, pues mientras masajeo mis maduros senos, siento la intensa mirada de él, siendo esa ardiente sensación que me produce su mirar, la hace que piense que solo basta su mirada para poder penetrar mis puntos más sensibles e íntimos. Aquel fugaz pensamiento, causa que un palpitante y placentero dolor se acreciente en mi sexo. Hace uso otra vez de su tentadora voz, que me encamina a ir por más:

— Eso es, disfrútate, explora los rincones escondidos de tu cuerpo. Toca aquel pétalo de flor húmedo e hinchado. Prueba el calor de tu interior.

Hechizada por él, lentamente bajo y rozo la piel de mi ombligo hasta llegar a aquel palpitante como húmedo terreno no explorado, comienzo a girar la parte superior de mi vagina. La pura sensación que me produce, aviva aún más el calor de mi cuerpo, mientras que los pequeños gemidos, han dejado de ser pequeños para convertirse en potentes e intensos. De repente siento un profundo presentimiento que presagia que algo se avecina de mi interior. Sin embargo, yo no lo rechazo, es más, aumento la velocidad de mis dedos, ansiosa por descubrir qué es y como si Samael sintiera lo mismo, aprieta su gran cuerpo, que enrolla al mío; pasando por mis muslos y cintura. sin percatarme en qué momento envolvió mi cuello con él, este, juega con la presión que ejerce sobre de mí, apretándolo con mucha más fuerza, pero no la suficiente para que duela, solo la necesaria para estimular aún más mis sentidos.

Sintiendo como todo se intensifica; la excitación que me evoca su atrayente voz, sus grisáceos ojos, su fina lengua, su rudo pero sensual tacto, sus dobles intenciones. Todo. Hace que mi piel queme. Mi cuerpo tiembla, a la vez que dejo de contener la oleada de las abrasadoras llamas que incendian mi interior, fluyendo de mí como la dulce miel de abejas; como si estuviera flotando, mi mente empalidece, concentrándome únicamente en aquella exquisita sensación. Arqueo mi espalda en un incontenible espasmo, haciendo que de mis labios se reproduzca una sinfonía de gemidos y jadeos, llenando el silencio de la noche.

Me siento aturdida, inhalo y exhaló bruscamente, tratando de recuperar el aliento. Mis ojos permanecen aún cerrados sintiendo los latidos de mi corazón golpeando mis costillas. Samael, desenrolla su largo cuerpo del mío. Pasan algunos segundos y aun permanezco recostada, solo me cubro el rostro con el brazo, tratando de no verle a la cara. No quiero que vea, pero es inútil, porque la parte expuesta de mi cara que no alcanza a cubrir mi brazo me delata. Mis labios sonríen ante la nueva sensación de lo ocurrido y Samael no lo pasa por alto.

— No importa que tanto lo trates de ocultar. Soy muy bueno descifrándote, pequeña.

Sintiéndome un poco avergonzada, pero a la vez extrañamente contenta, me descubro la cara, apartando los mechones de cabello rojizo que se han colado al rostro. Volteo mi cuerpo de lado para verle, y a pesar de que está portando su piel de serpiente, puedo notar la sutil, pero traviesa línea, que su boca forma, asemejando a una sonrisa.

Solo puedo reír, pues no negare lo que dijo, pero tampoco se lo confirmare. Tratando de volverlo a traerlo a mí, lo tomo del cuerpo y aprieto contra mi pecho, dedicándole pequeños besos de gratitud.

De verdad, el sentimiento que me mueve y me hace sentir Samael, jamás se podrá comparar con nadie, ni siquiera con mi Señor. Tampoco me arrepiento de pensar de tal forma, porque sé que, así como el Yahveh sabe de mi rota relación con Adán y no hace nada, también debe de saber de mis encuentros con Samael y del amor que le tengo aquel que solo lo llamo "amigo" enfrente de su hijo.

Sintiendo una cálida, pero sobre todo una incomparable paz, la que me provoca cada que estoy a su lado. Es que, empiezo a cerrar mis párpados a la incertidumbre, de saber si cuando los abra, todavía estará a mi lado o ya se habrá ido.

Pero, esta vez no es solo un sueño lo que puedo ver. Aquello, es un fragmento de lo olvidado; es el inicio de todo, es el recuerdo de mi primer respiro en el Edén, es mi primera decepción del hombre, mi primer encuentro con Samael. Son mis inicios como la mujer de Adán. 

La caída de los amantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora