20. Tratando de cubrir el sol con un dedo.

230 20 6
                                    

Bree POV

—Vamos amores, levántense. —El reloj en forma de rana marcaba las 6:00 a.m., demasiado temprano pero tenía que apurarme si quería evitar verle la cara a Alexander.

Hannah abrió los ojos con pesadez, al contrario de Miranda que se alarmó.

— ¿Qué pasa? — gritó y yo la acallé con un "Shhh".

—Nada, solo que estaba pensando que podíamos ir al zoológico. —Tapé la boca de Hannah antes de que gritará de la emoción y seguí explicando— Ok, vamos a cambiarnos y tomaremos un taxi para llegar allá. No hagan ruido porque papá sigue dormido y no queremos despertarlo ¿verdad? —ambas negaron con la cabeza. — Vamos, en marcha.

Haciendo el menor ruido posible conseguimos arreglarnos para ir. Yo estaba muerta del cansancio, pero no quería ver a mi esposo y, también, creo que se los debía a las niñas por el disgusto de ayer. Se me rompió el corazón cuando vi a Hannah asustada y llorando, gracias a todos los cielos se veía mejor hoy. Era una imprudencia lo que estaba haciendo, porque a pesar de que iba bien con todo lo referente a Theo él y yo seguíamos en riesgo, pero ya estaba harta de la situación.

Bajamos las escaleras silenciosamente y cuando miré hacia la sala descubrí donde había pasado Alexander la noche (ya que cuando entre a la habitación él no se encontraba ahí); en el sillón. Se veía tan pacifico dormido, tan lindo que casi lloro, porque hace días que no veo esa escena al despertar.

Tratando de calmarme, escribí una nota para no hacerlo preocupar: "Fuimos al zoológico, mi celular estará apagado."  Y entonces nos saqué de ahí y en la esquina de nuestra calle paré un taxi para poder partir hacía el zoológico de San Diego.

*

Como era de esperarse por ser sábado, el zoo estaba llenísimo y ¿cómo no? si hacía un día preciosísimo aunque también súper caluroso.

— ¡Mira mamá! —Hannah brinco emocionada sacudiendo mi mano — ¡Es un elefante! ¡Uno enorme!

—Obvio que si mensa, se supone que los elefantes son enormes. —respondió Miranda.

—Pero no están hechos de arbusto — la más pequeña le mostro la lengua a su hermana. Me interpuse antes de que siguieran.

—Bueno, bueno ya. ¿Qué quieren hacer primero? Tal vez ver a los monos, o las guacamayas o los leones —imité los movimientos de cada animal y ellas carcajearon. —Bueno, hagamos esto, primero vamos a ver las aves y después vamos a desayunar a...

— ¡McDonald's! —corearon ambas y empezaron a correr mientras cada una jalaba una de mis manos. De algo estaba segura, mis pies explotarían después de este día, pero valdría la pena.

Entramos y fuimos recorriendo el lugar durante dos horas, Hannah inventó una canción que se iba haciendo más larga cada que veíamos un animal nuevo que cantaba con una tonadita muy pegajosa

— ¡Miren las jirafas! —las niñas corrieron hacía la cerca que separaba el habitad de los cuello largo y yo las seguí apurada. Yo ya había visto esto antes...

*

¡Jirafa, jirafa, jirafa! — sentí unas manos en mis hombros, miré hacia arriba y las cálida sonrisa de mi madre me recibió; pero noté algo, la sonrisa no llegaba hasta sus ojos, estos parecían sin vida, adoloridos y cansados. No sabía dónde estaba papá y lo extrañaba mucho, estaba segura que mamá también porque  cada vez que lo mencionaba se le salía una lagrimita, así que deje de preguntar porque no me gusta verla llorar. Además no creo que nos encuentre tan lejos de casa porque ahora vivimos en Califonia (mi mami dice que es California pero Califonia se oye gracioso y por eso lo decía así). Necesitaba hacer algo para hacerla sonreír de verdad, así que me voltee y la abracé muy fuerte. —Te amo mami.

Tu número ocho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora