13. Cuentos y algunas sorpresas no gratas

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A veces me sorprende como las cosas pueden cambiar de un día para el otro, a pesar de que ya debería estar acostumbrada a ello pues mi vida ha sido un constante cambio en más ocasiones de las que puedo contar con los dedos de mis manos (lo cual no me alegra demasiado). Esta vez moría por regresar a casa, a mi hogar, con mi familia... y con todo eso me refiero a tres personas en específico; Hannah, Miranda y Alex. Ellos son todo lo que tengo y... ¿saben qué? estoy más que feliz de ello.

La primera hora del domingo por la mañana llego y después de mi estadía en el hospital (la cual fue HORRIBLE) salí en una silla de ruedas que Alex guiaba por mí. Fuera del lugar y junto a Vivian y Ralph (los padres de Alex) se encontraban mis dos niñas.

- ¡Ahí está ella, nuestra chica! - dijo Ralph con una despampanante sonrisa, fue entonces cuando me di cuenta de algo. Alex será idéntico a su padre cuando tenga su edad, solo que él tendrá los ojos de su madre. Quiero estar ahí para ver eso cuando suceda...

- ¡Bree! ¡Gracias al cielo! - dijo Vivian colocando un rápido beso en mi frente antes de tratar de hacer lo mismo con su hijo, pero al darse cuenta de la imposibilidad de alturas, opto por dárselo en la mandíbula (ya que era el único lugar que podía alcanzar de su rostro).

- ¡Mamá! - Hannah corrió hacia mi enfundada en un pequeño vestido rosa. En el último minuto, justo antes de llegar a mí, freno en seco para no lastimarme, sus mejillas eran de un rojo brillante al igual que su nariz, note pequeños hilos de agua bajar de sus ojos - ¡Mami! Perdóname por todo, perdón, perdón, perdón. No volveré a ser una tonta, te obedeceré en todo y nunca me quejaré por nada, lo prometo, pero por favor nunca te vayas, nunca te mueras, no me espantes así de nuevo, te amo mucho. - después de que las palabras salieran volando de su boca exactamente como autos de carreras, me abrazo muy fuerte (pero sin lastimarme). Al separarnos tome sus mejillas y la hice verme a los ojos mientras limpiaba con mis pulgares las lágrimas de su pequeño rostro.

-Escúchame bien Hannah, nunca te vuelvas a decir tonta. Yo estaba muy, pero muy equivocada y también lamento haberte gritado, no tengo justificación para lo que hice. ¿Me perdonas? -La nena asintió débilmente - No te preocupes de nada, te amo.

La sostuve en mis brazos al igual que ella lo hizo, cerré los ojos pero aun así sentía la mirada de Alex encima mío. Al volver abrirlos me di cuenta de la presencia de otra personita a la cual no había saludado aún, pero que también era tremendamente importante. A diferencia de su hermana, Miranda solo me miraba fijamente con los brazos escondidos en su espalda. Traía un vestido idéntico al de Hannah solo que este era verde y se veía tímida, no sabía qué hacer y yo entendía el porqué, sin embargo, lo que no comprendía era porque tenía los ojos aguados.

-Miri, ven a saludar a mamá - su hermana pequeña se separó de mí y fue en busca de la mano de la niña para traerla a mi lado. - ¿Acaso no dijiste que la extrañabas mucho? - la mire fijamente a los ojos y vi esa misma mirada que yo tenía hace unos años, cuando mamá y yo empezamos nuestra nueva vida en California; llena de dudas, perdida y sobre todo, con miedo.

-Miranda, -dije mientras trataba de tragar el nudo en mi garganta que ese recuerdo había dejado - puedes confiar en mí, te protegeré por siempre... - al decirlo ella automáticamente me rodeo el cuello con sus brazos y me dijo al oído.

-Me alegra que estén bien.

*

Antes de llegar a casa dejamos a los padres de Alex en la suya. (Era tiempo de dejarlos descansar también, habían estado con las niñas por un largo rato.) Mi marido (que aparte de ser un sobreprotector, es realmente fuerte) me tomo en brazos y me llevo hasta nuestra habitación en donde me recostó con delicadeza sobre la cama. Unos segundos después beso mis labios cortísimamente para entrar al cuarto de baño. Por alguna razón veía todo de una manera distinta, a pesar de que era la misma habitación de hace unos días, con las paredes blancas llenas de manchas de crayón, con el mismo closet, la misma madera en el piso, el joyero antiguo...
Después de explorar todo con la mirada lo deduje inmediatamente, yo era distinta.

Tu número ocho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora