Capitulo 15 "Cenizas"

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Un puente de piedras grises se extiende hacia unos escalones de piedra cubiertos con musgo, de los bordes de las piedras redondeadas y lisas sale agua cristalina. El sonido es relajante pero es lo único que se escucha, sigue sin haber cantos de pájaros y la idea de que puede haber alguien observandonos ha desaparecido. «Que extraño, ya vez solo eran imaginaciones mías después de todo.»
Cruzamos el puente y subimos los escalones.
El aire es más pesado, me cuesta más trabajo respirar que cuando estábamos en la montaña.
La escena frente a mí me deja pasmada:
Casas hechas de madera con una estructura que parece sacada de alguna película medieval están repartidas en los alrededores, la mayoría están en ruinas, las marcas del fuego son visibles. Hay montículos de cenizas opacando las calles empedradas y de vez en cuándo aparece algún cráneo o unos huesos.
No hay ni una ligera brisa de viento, todo parece detenido, muerto y sin opción de volver a la vida.
La escena de la destrucción es devastadora y no puedo evitar que un par de lágrimas resbalen por mis mejillas, aunque también ha de ser porque con nuestros pasos hemos dispersado las cenizas y me han caído un par de notas en los ojos.
No me sorprende que no haya vida en este bosque. El simple conocimiento de que esos huesos pertenecen a hadas es tan... tan... horrible y perturbador.
-¿Podemos seguir adelante? -ya no puedo seguir contemplando esto.
James me rodea en un abrazo que intenta ser reconfortante y yo me permito perderme en ese simple gesto. La presencia constante de James estos últimos días ha sido lo que me mantiene cuerda, supongo que de no ser por el ya habría enloquecido o renunciado a esto.
-Gracias -musito pegada a su pecho y lo abrazo con más fuerza.
Suelto un par de lágrimas más, entonces me doy cuenta que en su chaqueta hay unos restos de ceniza.
-¿Estas bien? -pregunta mientras levanta mi cabeza con su mano. Sus ojos me examinan.
Asiento.
-Hay ceniza en tu camisa -susurro limpiandome los ojos.
-Lo siento. -murmura y algo me dice que no se disculpa solo por lo de las cenizas.
-Estaré bien -finjo una sonrisa, después le tomo de la mano-. Vamos.
Caminamos hacia el frente siguiendo la calle principal, la cual por desgracia parece la más llena de ceniza y cadáveres.
Imagino cómo debió haber sido hace casi 17 años, la oscuridad cubriendo todo a su paso y el fuego devorando lo que osara atravesarse en su camino.
Casi puedo sentir el pánico de las hadas al no saber que estaba ocurriendo, como sus pulmones se llenaban de humo mientras intentaban sacar a los rezagados y ponerlos a salvo, como el fuego ardiente reducía a cenizas lo que en algún tiempo fue un bello pueblo y a sus habitantes, dejando como únicos restos: huesos, cenizas y madera quemada.
Supongo que ya no puedo ver nada peor...
Pero suponer y saber son dos cosas muy distintas.
Al llegar frente al puente de piedra que conduce a un enorme castillo con torres de color marfil y una vistosa puerta de madera azul con decoración dorada entiendo que definitivamente puede ser peor. Mucho, mucho peor.
Una de las torres tiene un enorme boquete en la parte superior, su contorno es una gran mancha negra que opaca el impecable marfil. Otra torre está partida a la mitad, los árboles alrededor están quemados y sólo quedan esqueletos negros en las enormes macetas de terracota. El aire huele a muerte y soledad.
Algunos esqueletos están desperdigados por el suelo en distintas poses: el que tengo de frente, parece arrastrarse hacia mi y estirar su mano en busca de clemencia, un esqueleto al que le falta el brazo derecho está recostado en el suelo, su cráneo descansa perezosamente en el puente, de una de sus cuencas vacías se puede apreciar una telaraña gris y a la pequeña creadora de esta. La única mano del esqueleto aún sujeta una vieja espada.

Los cristales de las ventanas están hechos añicos y los trozos descansan de forma desordenada sobre el suelo de baldosas ennegrecidas y cubiertas de escombros que rodea el castillo, dándole la apariencia de estar construido en una isla.
Me pregunto: ¿que clase de obsesión tienen los hechiceros y las hadas con los castillos en las islas? Supongo qué será alguna especie de gusto o costumbre. Pero no me detengo a divagar mucho en ese tema, pues algo enfrente llama mi atención, obligándome a correr hacia enfrente hasta llegar a la puerta azul: Un resplandor blanco casi imperceptible.
Es un enorme bloque de piedra y debajo de este sobresale un brazo, o al menos los huesos amarillentos y sucios de uno, la mano está cerrada con firmeza aferrando algo celosamente en un puño que ha sobrevivido la destrucción del palacio y el pueblo adyacente.
El objeto vuelve a emitir un débil resplandor.
Medito un momento, no me parece buena idea tomar el objeto por un montón de razones. Podría estar maldito, activaría alguna trampa, o algo por el estilo...
-¿Qué ocurre?
Doy un brinco al escuchar la voz en tono alerta de James detrás de mí.
-Me has espantado -le golpeo el hombro, supongo que el asume que todo esta en orden y no hay peligro, puesto que sonríe con arrogancia.
-Ha de ser tu sucia conciencia.
Meneo la cabeza.
-Si tu lo dices.
Vuelvo a mirar al esqueleto sin tener nada en claro. Por un lado sería prudente no tomarlo, quien sabe que podría ser o tener, pero por otro lado... podría ser algo importante, alguna pista.
Mis opciones se reducen a: posible maldición o posible pista.
Antes de que me de cuenta ya estoy agachada y abriendo (con cuidado, respeto y miedo) el puño, cada dedo ofrece cierta resistencia y un chasquido cuando el hueso por fin sede. El resultado es una cadena dorada sujetando una piedra cristalina de color rosa pálido.
Supongo que el resultado no es el que yo esperaba, aunque siendo realistas ni siquiera yo sabía con exactitud que quería encontrar. ¿Una llave quizás?
-¿Ahora saqueas a los muertos? -James sonríe burlón-. Y dices que tu conciencia no está sucia.
De acuerdo, admito que esto no luce nada decente o con fines de investigación, pero mi conciencia está limpia... al menos en su mayoría.
Decido no contestarle, porque no tiene caso y porque no se me ocurre algo genial que decir.
Tomo con cuidado el collar y lo levanto frente a mi como su fuese algo que pidiera romperse con el simple roce de una pluma.
La luz del sol que logra traspasar la bruma ilumina el cristal.
-Un cuarzo de Irasén... -reconoce James.
-¿Eh? -volteó la cabeza para mirarlo frunciendo las cejas.
-Irasén -repite-. Es una aldea de hadas de la tierra encargadas de crear joyas y criar dragones -explica después.
-¿Los dragones existen? -chillo fascinada al imaginar a unas enormes criaturas aladas de cuerpos escamosos, garras filosas y aliento de fuego.
-Pues claro que lo hacen. ¿Creías que sólo eran leyendas disparatadas?
-En realidad, si -reconozco-. ¿Dónde queda Irasén?
-Nadie sabe con exactitud, después de la destrucción de Faylinn se perdió la conexión entre esas hadas y las demás sedes. Desaparecieron del mapa por así decirlo. El consejo especula que huyeron por miedo a ser los siguientes.
-¿Qué edad tenías cuando todo esto ocurrió?
-Si insinúas que estuve presente en la guerra y destrucción déjame decirte que no tuve el honor -marca la palabra honor con tono sarcástico-. Sólo tenía dos años y dudo que hubiera sido de mucha utilidad.
Mi mente empieza a hacer cálculos rápidos y precisos: si sólo tenía dos años en ese entonces quiere decir que tiene dieciocho, sólo es dos años mayor que yo y yo casi cumplo diecisiete lo cual reduce la diferencia a un solo año.
Valla... así debería trabajar mi cerebro en clase de matemáticas, la cantidad de problemas que me ahorraría sería descomunal.
El conocimiento de algo más sobre su vida hace que sienta una inexplicable e inquietante emoción no identificada pero... buena.
Lo cual me recuerda que el aún no cumple su parte del juego, aunque es claro que no había lugar para juegos ese día.
Entonces la mano de cierra de golpe como sí se hubiese dado cuenta de que le falta algo, haciéndome saltar hacia atrás con la boca abierta pero sin producir ningún sonido, mi mano aún aferra el cristal en un puño propio.
Mi corazón late desbocado y yo me quedo mirando los huesos ahora inmóviles casi esperando que se vuelvan a mover pero deseando con todas mis fuerzas que en realidad no ocurra nada.
-Dime que has visto eso -le suplico q James.
-Si, lo he hecho -confirma-. Alguien no esta contentó por haber sido robado, pero que se le va a hacer. ¿Quieres entrar al castillo? -dice después de una pausa.
-En realidad, si -admito.
-Ven, entonces -me tiende una mano para ayudarme a levantarme, me sacudo el polvo y suciedad del pantalón y lo sigo hasta la puerta azul, los grabados metálicos de color dorado representan a unas hadas haciendo un gesto teatral que señala al interior del castillo, flores y dragones complementan el fantástico diseño.
James empuja la puerta. Esta se abre con un ruido estruendoso entre tanto silencio sepulcral hasta que algo en el interior impide que se abra más, el espacio es suficiente para qué podamos pasar y puedo echar un fugaz vistazo al interior el cual muestra una imagen desoladora de cuerpos acompañada de una ráfaga de aire con olor a muerte, no a podrido sino a muerte.
Al entrar puedo contemplar mejor la perturbadora escena. Los cuerpos aquí están cubiertos de una sustancia negra y espesa parecida a la brea que despide un olor dulzón cuando estamos cerca. Parecen estatuas.
Toco el líquido y se siente caliente al tacto, tanto que de inmediato retiró la mano y empiezo a soplar en la zona quemada en busca de alivio, maldiciendo a la vez por mi estupidez.
El interior se cae a pedazos, o al menos da esa impresión. Un candelabro de color dorado quemado con cristales sucios cuelga de forma peligrosa sobre nuestras cabezas. El suelo de baldosas color avellana está manchado con esa especie de brea y con manchas marrones que supongo son sangre seca de la última batalla.
En las ventanas hay unas simples cortinas de color blanco con bordados dorados desgarradas y manchadas.
Recorro la habitación un tanto maravillada y horrorizada. ¿Cómo es posible que este viendo esto?
No resisto la tentación de tocar las paredes con finísimos tapices quemados por el fuego.
Lo que me contó el señor Frank me viene a la mente y trato de imaginar ese día. El cielo oscureciendo se de la nada, el ataque en plena presentación de la princesa recién nacida, la lucha imparable, la huida de Shaylee y por último el fuego consumiendo lo todo.
Sacudo la cabeza, dios, esto es de verdad horrible.
Una puerta entreabierta en el fondo llama mi atención, camino hacia ella y al cruzarla me encuentro con un pasillo amplio y deteriorado.
Veo mi reflejo en uno de los espejos sucios y rotos que cuelgan de las paredes.
¡Estoy hecha un desastre! Mi cabello castaño esta alborotado y tengo los ojos manchados de delineador negro. Con una mano intento arreglar el nido de pájaros en el que se ha convertido mi cabello, mientras con la otra limpio mis ojos.
Cuando estoy conforme con el resultado continuo el recorrido.
Al final llego a una habitación en la que todo esta intacto. Un candelabro dorado cuelga del techo, debajo una hermosa cama con dosel está colocada en el centro y enfrente de esta hay un baúl. Un tocador de color caoba con espejo está colocado en una de las paredes, también hay una puerta que supongo da a un armario.
La ventana está intacta, el único defecto es la suciedad acumulada afuera de esta.
Estanterías de madera decoradas con los mismos grabados dorados de la puerta principal sostienen libros de aspecto viejo. Sé a quién le pertenece esta habitación. A la princesa Shaylee.
Una emoción mezcla de inquietud y maravilla me inunda.
Sin poder contenerme, estiro mi mano a la estantería para bajar un libro preguntándome que clase de lectura le interesaba a la princesa.
No reconozco el título de la portada empolvada. De igual manera lo abro.
Al hacerlo me llevo una sorpresa doble: el libro está ahuecado y dentro de el hay un pequeño cuaderno de portada blanca con hojas secas pegadas de forma irregular, una ramita delgada junto a un hilo rústico mantienen todo unido.
Me siento en la cama de la princesa y sacó el pequeño cuaderno, se siente ligero a pesar de que se nota que tiene muchas cosas pegadas en sus páginas.
«Tal vez haya información sobre la guerra...»
Lo que leo me deja perpleja.
"13 de octubre de 1997
Hoy ha muerto mi madre, la reina Tiana.
Padre está destrozado, se ha encerrado en el salón del trono desde que recibió la terrible noticia. Yo por mi parte me he refugiado en mi habitación, me niego a creer que ella pueda estar muerta. Aún espero que abra la puerta de mi habitación y con su usual porte y sonrisa encantadora me diga: "pero que exagerados son los mensajeros de hoy en día, uno se retrasa un momento y entonces ya inventan la muerte de uno."
Entonces yo correría a abrazarla y la reñiría un poco por habernos asustado a padre y a mi.
Pero las cosas no suceden como solemos imaginar.
Ella no volverá.
No volveré a verla otra vez, ni siquiera podemos tener acceso a su cuerpo. Eso es lo que más ha enfurecido al rey: no poder ver por última vez a su esposa.
La lluvia golpea con fuerza mi ventana, el cielo está gris. Es como si también él estuviese llorando la pérdida de la reina.
Se qué todos en Faylinn están haciendo lo mismo. Incluso el molesto Raedself me ha dejado en paz, pero mi pena es tan grande que eso es insignificante. Soportaría a ese sujeto todo el día si así pudiese tener a mi madre de vuelta... No"
Dejo de leer el diario.
El resto de la página está manchada con tinta corrida, la textura acartonada me hace pensar en la razón de eso, ella lloró mientras escribía y por eso la última parte es ilegible.
Me quedo quieta, el cuaderno en mis manos es una promesa de respuestas, lo cual me hace sentir triunfante. Aunque una parte de mi se pregunta si de verdad quiero el conocimiento que esta contenido en estas páginas.
Si, necesito saber, esta es la razón de que este aquí.
Me quedo pensando un momento más después de tomar mi decisión. Necesitaré un lugar donde ocultar el diario, al menos hasta que llegue otra vez a casa de James, entonces lo ocultaré en mi mochila.
Soy consiente de lo egoísta que sueno, pero por alguna razón siento que debo guardarme este descubrimiento para mi misma. Aunque se supone que somos un equipo y debemos encontrar a los desaparecidos. ¿Qué tal si el cuaderno tiene pistas o incluso respuestas para eso? ¿Mi secretísimo no resultaría perjudicial en ese caso? Claro qué lo haría.
De acuerdo, haré lo siguiente: mantendré el diario en secreto mientras no encuentre nada de utilidad para el caso de los desaparecidos, pero sí llego a tener una pista, le contaré a James. Si, eso haré.
Ahora... ¿Dónde lo puedo esconder? No tengo mi mochila conmigo, lo cual es una pena. Me habría ahorrado más trabajo de ser así. La otra opción es el bolsillo de mi chaqueta, juntó al cristal de Irasén. Cabría perfectamente pero correría el riesgo de maltratarlo y con ello perder la información.
Suelto un suspiro y miro el cuaderno abierto en mis manos. «¿Qué voy a hacer contigo?»
Al final me arriesgo metiéndolo en mi bolsillo mientras ruego que no le ocurra nada al diario.
Me acomodo la chaqueta y dirijo hacia la puerta para encontrarme con James.
-¡Ro, corre!
El grito aterrorizado me hiela la sangre y siento como sí mi corazón fuera arrojado desde un precipicio.
El miedo se apodera de mi tan rápido como la adrenalina y mi corazón después de ser arrojado empieza a latir muy rápido.
Abro la puerta y empiezo a correr por los pasillos vacíos y oscuros en busca de James, a pesar de que supongo que no se refería a esto cuando me ordeno correr. Tanto da, necesito encontrarlo. Saber que está bien, eso calmaría mi ansiedad.
El eco de mis pasos es lo único que puedo escuchar, paso juntó a las ventanas rotas de las cuales se cuela solamente la oscuridad y uno que otro rayo de luz, es como si fuera de noche. Pero eso no es posible, apenas deberían ser las tres de la tarde.
Palpo el bolsillo del pantalón en busca de mi celular para comprobar la hora. «Maldita sea, lo he dejado en el auto» recuerdo que lo hice porque no había señal y no me resultaría muy útil.
Sigo corriendo, cada vez más rápido y abriendo cada puerta que encuentro con la esperanza de encontrar a James, pero no obtengo nada, más que una ansiedad mayor y el pensamiento de que Liam estaría orgulloso si me viese correr ahora. Tal vez si necesitaba a James después de todo, pero no así. Sin saber dónde o cómo esta.
Mantengo mi ritmo, corriendo, abriendo puertas, inspeccionando el interior y después vuelvo a empezar.
Las habitaciones están oscuras y llenas de polvo, lo cual me hace preguntarme: ¿porqué la de la princesa no?
Al final llego ante una enorme puerta que esta cerrada.
Jalo el pomo; no funciona.
Tomo impulso y después golpeó la puerta con el hombro, así como suelen hacer en la televisión pero sólo consigo hacerme daño yo misma. Término tirada en el suelo con la mano izquierda sujetando mi hombro herido.
No he escuchado otro grito de James, tal vez supuso que yo me he ido, o tal vez... ¡Dios, no quiero pensar en eso!
Aunque a decir verdad, la idea de que el ha creído que he huido... Me duele. ¿Cómo es posible que pensara que yo seguiría esa orden sin rechistar cuando su vida está en riesgo?
Claro que últimamente tampoco le he dicho que no a lo que el me sugiere.
¡Salte de una ventana solo porque el me lo pidió! Pero esto es diferente. Y yo no pienso dejarlo, la simple idea es impensable.
«llegamos juntos y nos iremos juntos»
Un esqueleto me dirige una sonrisa, su mano sujeta una espada, que para mi sorpresa luce impecable.
Eso me da una idea.
Tomo la espada sin pensarlo dos veces, la sujeto en mis manos. El peso del arma me da una sensación de seguridad. Mi determinación aumenta con un simple pensamiento repitiendose en mi mente como un mantra.
«Te encontraré, James»
Me coloco enfrente de la puerta sujetando la espada con mis dos manos mi hombro herido empieza a dejar de doler, empiezo a entender lo de la curación acelerada de los hechiceros.
Ya que tengo el objetivo listó descargó los golpes con fuerza contra él. Escucho el sonido del metal contra la madera y el metal del pomo, después de varios intentos, por fin el pomo sale volando y termina en el suelo con un estruendo metálico que resulta casi ensordecedor en mortal silencio que reina sobre todo el lugar. Siento los brazos algo cansados por sostener la espada, pero aún así no la suelto, me puede servir más adelante. Nunca se sabe.
Empujo la pesada puerta de madera, apenas hay suficiente espacio para pasar la atravieso corriendo aferrando la espada con fuerza en mi mano derecha.
El enorme salón en el que estoy se parece a la sala del consejo en el palacio de la luna, con lo enormes ventanales aún lado, donde puedo ver con más claridad que la oscuridad engulle todo, cual noche sin estrellas. Del techo cuelgan estandartes quemados, no alcanzo a ver lo que tienen grabado sus restos por la falta de luz, pero teniendo en cuenta que lo último que se celebró aquí fue la presentación de la princesa, supongo que ha de ser algo sobre eso.
Enfrente puedo observar una especie de escenario sobre el cual hay tres tronos y sobre ellos unas cortinas que cuelgan desgarradas.
En el suelo junto a un montón de cadáveres cubiertos por la brea y escombros, frente al trono central, hay un cuerpo. Pero no es cualquier cuerpo, la chaqueta lo delata, al igual que el cabello oscuro y la forma de su espalda. Lo reconocería donde fuera.
«James...»
Echo a correr en su dirección, derrapando en el último minuto y quedando de rodillas frente a su espalda.
«¡Dios, por favor, que no esté muerto. Por favor, que no esté muerto!» ruego conteniendo las lágrimas que amenazan con romperme en pedazos.
Dejo la espada a un lado mío, después estiro mi temblorosa mano para voltearlo en mi dirección. Cuando lo hago veo su mejilla cubierta de suciedad por estar en el suelo, en su frente, arriba de la ceja hay un corte que parece poco profundo, lo cual explicaría su estado actual. «¿Quién te hizo esto?»
Sus ojos cerrados le confieren una belleza casi angelical. Le aparto con delicadeza el cabello desordenado que le cubre una parte del rostro. Su respiración lenta y constante logra calmar una parte de mi ansiedad, pero no estaré calmada por completo hasta que él despierte.
Le acaricio el rostro con suavidad, casi para convencerme de que él está conmigo y no es imaginación mía.
Pongo mi frente sobre la suya y el aroma de su colonia tiene un efecto calmante en mi.
-Despierta, por favor, despierta -susurro.
La culpa me invade poco a poco. Trepando por mi consciencia como sí se tratase de una enredadera.
No debí haberme alejado de el, se suponía que estábamos juntos. Si yo no me hubiera separado, tal vez...
-No te preocupes, él despertará pronto.
Al escuchar la voz chirriante del oscuro me tenso y con un brazo aferro con fuerza al inconsciente James que tengo en mis piernas, mientras con la otra mano sujeto la espada.
La voz ha venido del trono central, al dirigir la mirada hacia allá lo veo sentado, con su brazo sujetando su cabeza en un gesto de interés, sus ojos rojos están fijos en nosotros.
-¿Qué es lo que quieres?

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