Visitante extraño.

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Como de costumbre me levanto a las 3:33 AM. No hago nada mas que ver al techo y esperar a que Morfeo se apiade de mi y me regrese al Reino de los sueños -nunca lo hace-.
Cuando estoy a punto de dormir alguien toca la puerta, no otra vez, me quedo acostado antes de abrir. Si espero más él tirará la puerta con cada golpe que da.
Me levanto y voy directo al interruptor. ¡Maldita luz! Nunca sirve cuando más lo necesito. Abro la puerta y tampoco las luces que dan a la escalera sirven así que tengo que bajar las escaleras a como de lugar. La oscuridad es tanta que debo tocar la pared para no caerme.
Al llegar a la sala la luz de la luna dibuja un aura espectral. Las sombras juegan conmigo y fantasea con espectros que nunca están. Bailes y danzas se vislumbran en el comedor. Casi olvido para qué baje cuando él toca de nuevo la puerta. Miro por la ventana, como siempre no hay nadie -siempre juega conmigo-, doy la vuelta y vuelve a tocar.
- ¿Qué quieres?- le digo lo más seco posible.
- Sólo quiero hablar.
La voz que desprende me genera una incomodidad. La hace en un tono que me recuerda a la voz de mi madre cuando quiere ser tierna conmigo.
- ¡Por favor!, vete.
- No tardaré mucho.
Odio ser tan frágil con él. Sólo dice sus líneas típicas y yo caigo rendido. Me basta con platicar un par de segundos para abrir la puerta.
Las lámparas de la calle hacen que su piel se vea más pálida de lo normal, el traje tampoco ayuda. Un traje negro de terciopelo con una camisa blanca y corbata morada alibianan el tono de piel hasta volverlo casi como hueso.
- ¿No me invitas a pasar o sólo vas a verme?
- Pasa.
Nos quedamos en el sofá de la sala hablando de cosas banales. Me llena de tanto alivio estar con él que casi olvidó la hora que es. Por suerte a él no se le pasa y mira el reloj que lleva puesto.
- Es momento que me vaya.
Después de mucho tiempo aprendí a leer en líneas y sé que no habla de que se ira de mi casa para llegar otro día. Se va para siempre.
- ¿Tan rápido?
- Sí.
- ¿Y qué voy a hacer?
- Tu tranquilo.
Pasa las manos sobre el saco revisando uno a uno los bolsos en busca de algo.
- Toma- tiende sobre mis manos una carta con un sello de lacre rojo. Sin nombre y sin destinatario, lo único que tiene es una fecha, 16 de julio.
- ¿Es un regalo de cumpleaños?
- No es eso.
- ¿Entonces?
- Lo sabrás pronto.
Se levanta del sofá y mira para la ventana. Su mirada se pierde en aquel árbol de roble que queda justo ahí y, que por muy extraño que parezca, sus ramas dan a mi ventana.
- El búho se fue.
- Ya sé.
- Tienes que hacer lo mismo.
- Pero yo no estoy listo.
- Claro que sí. Por eso vine.
- Eso dices tú.
- Te espero en la plaza de San Pedro.
Aunque le implore el se va. Cuando cierra la puerta yo despierto en mi cama.
Otra vez se trata de un sueño. Pero hay algo que cambia, la carta se encuentra en mi mesa de noche. Pero no es la misma que él me entrega. Están vez tiene remitente y destinatario.
De: mí.
Para: Mis seres queridos.

Antología de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora