3. ¿Te quiero?

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—Dos malteadas de Oreo y un brownie de chocolate

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—Dos malteadas de Oreo y un brownie de chocolate.

—Listo, ¿desean algo más? Les podemos ofrecer una botella de agua bien helada para después de su postre.

—No, solo eso. Gracias. —Asentí con la cabeza.

Luego caminé a la cocina para entregar la orden que acababa de tomar, mientras me acomodaba la gorra en la cabeza. Mi cabello siempre estaba de puntas y se enredaba con el más mínimo movimiento, así que poder usar algo para cubrirlo era un privilegio que atesoraba más que cualquier otro.

Le ofrecí el pedido a la cocinera, quien no levantó la cara, sino que mantuvo la concentración en su tarea y el tiempo que tardó en prepararlo lo dediqué a descansar, ya que esa había sido una de las tardes con más clientes que había tenido en mucho tiempo. Me temblaban las piernas y las manos y mis párpados empezaban a cerrarse.

Apreté la bandeja contra mi pecho cuando estuvo lista y la entregué con cortesía a la pareja de jóvenes que tenía frente a mí. La chica de inmediato probó el brownie con una inmensa sonrisa en el rostro y él mantuvo su mirada sobre ella. Estaba demasiado distraído como para notar algo más.

—¿Desean otra cosa? —pregunté de un tirón, sintiendo que estaba interrumpiendo su momento. Si respondían que no, ese iba a ser el último pedido que entregaría en el día. Ya eran las nueve de la noche y mi turno había empezado a las tres en punto. Estaba agotada.

—Sí. —La chica de un momento a otro levantó la cara y apretó sus labios—. Esta malteada es de galleta, yo pedí una de fresa.

—Mmm no, no es así. Pidieron dos malteadas de Oreo y un brownie. Si quieren puedo mostrarles la hoja en donde anoté el pedido —dije con calma. Ellos no eran los primeros ni los últimos que hacían el pedido y luego reclamaban. Enfrentaba clientes así a diario.

—No hace falta. El error fue mío. —El chico se excusó con su novia, me sonrió en disculpa y le susurró algo muy cerca de su oído que la calmó de inmediato.

Me alejé para darles su espacio, apoyé mis codos en la barra y del modo más disimulado posible los analicé con detenimiento.

Ella de lejos reflejaba carácter, una personalidad fuerte y seguridad. Y al otro lado estaba él, con su mirada que no escondía secretos, que no buscaba problemas, que podría hasta bajarle la luna a la chica si ella se lo hubiera pedido. Opuestos que se complementaban perfectamente.

Tenía una habilidad para leer a las personas.

—¿Aby? —La chica de la cocina que además controlaba la caja, me tocó el hombro para sacarme de mis pensamientos. Señaló la puerta con su índice y ahí estaba Nick, con una mano en el bolsillo y la otra haciéndome una señal para que me acercara. Agradecí a Jenny con un apretón en el hombro y me acerqué al chico lo más rápido que pude.

—¿Ya estás lista? —preguntó sin ganas.

Hace tiempo perdió una apuesta contra mí y su castigo era llevarme al observatorio tres días a la semana. Había pasado tanto tiempo desde esa apuesta que estaba empezando a sentirme culpable. Tal vez tenía cosas más importantes que hacer, como ir a una fiesta o salir con alguna chica.

No es otra Historia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora