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Según la historia, el reino de las hadas y los humanos vivían en total paz y armonía durante décadas, respetando los derechos de cada especie para mantenerse en convivencia, pero a causa de la avaricia de las personas, el reino de las hadas se ha visto sometido a los humanos desde que después de muchos años de paz entre ambas especies, decidieron levantarse en contra de ellos, destruyendo su bosque y cazándolas para arrebatarles sus alas y venderlas como artículos extravagantes de gran valor, siendo utilizadas cómo trofeos o para experimentar, porque claro, el número de hadas nunca se compararía a la cantidad de humanos, por lo que las alas de hadas eran muy raras y solicitadas. Desde entonces, los humanos las han cazado cual animales, importándoles muy poco el daño que les causaban hasta el punto de quitarles la vida.

Para las hadas, sus alas eran lo más preciado que tenían, sus alas los hacían quienes eran, les daba la belleza superior, diferenciándolas de la raza humana, algo que definitivamente las caracterizaba.

La familia Min, muy expertos en la cacería de hadas, ninguna se les escapaba, famosos por su impecable historial en esa área, no se les hacía suficiente con quitarles sus alas, sino que encontraban la satisfacción cuando las mataban o las mantenían como esclavas. Todos sabían que eran una familia excéntrica, poderosa y muy renombrada, pero hace treinta años que no se sabía nada de ellos, siendo el último cazador, Min Jongsuk. Nadie sabía si el legado de los Min había terminado después de tanto tiempo, pues todo se mantenía en cierta calma entre ambas razas; muchos cazadores más se mantenían en su trabajo, pero no eran lo suficientemente buenos, ya que el ejército de las hadas había aumentado con el pasar de los años, a éstas se les hacía más fácil defenderse a pesar de que en cada pequeño enfrentamiento, seguían teniendo grandes pérdidas.

Debido a la situación, las hadas se vieron en la obligación de esconder sus dones especiales y sus alas si querían visitar la ciudad o estaban a las afueras del pueblo de las hadas, haciéndolas invisibles ante los ojos de los humanos, siendo así, más difícil para los cazadores identificarlas, además, los humanos no tenían ni idea de que poseían increíbles poderes; la raza de las hadas debía vivir, crecer, siendo tan puros, amables y pacíficos sin ser perturbadas por los vanidosos seres humanos.

Park Jimin, el segundo príncipe de la familia real, era un caso muy especial y fuera de lo común. Con sus dieciocho años recién cumplidos, deseaba experimentar, salir de las paredes de su castillo, ver la ciudad y aventurarse a nuevas sensaciones, un total rebelde. Había escuchado de su mejor amigo que la ciudad era maravillosa, que habían cosas mejores más allá del bosque; ya estaba cansado de seguir las ordenes de su hermano mayor que estaba a cargo de él mientras su madre no estaba en el reino, no quería seguir viendo como el tiempo pasaba frente a él sin aprovecharlo, encerrado. Podía esconder sus alas y sus poderes, ¿qué podría salir mal? Si era lo suficientemente cuidadoso, no sería descubierto.

Pero nadie sabía, que hace veintidós años, nació el último miembro de la familia Min, un chico decidido y entrenado para lo que mejor hacían: cazar hadas. Min YoonGi tenía algo diferente al resto de su familia, algo que habían escuchado solo en rumores pasajeros de las personas: poseía el don de ver las alas ocultas de las hadas, identificándolas al instante como tales.

Una noche como cualquier otra, Park Jimin se decidió por fin a salir a escondidas de su castillo, seguro de querer disfrutar de los placeres que la ciudad le podría brindar, sin saber que esa misma noche, Min YoonGi saldría por primera vez a cazar.

my fairy | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora