Capítulo 3

11 4 3
                                    

Abby

¿En qué momento la tierra paró de girar?
Porque parece una eternidad desde la última vez.

«¿Te encuentras bien, patosa

Sus palabras se repiten en mi mente, entrando por mis oídos, pero parecen tan distantes, tan irreales. De un momento a otro, perdí la noción de la realidad. Tuve que hacer un esfuerzo sobre humano para centrarme y decidir muy bien qué hacer.

Parpadeé como una tonta y ejercí cierta presión con la palma de mi mano derecha sobre su pecho, tomando algo de distancia.

—Ehmmm... Sí, estoy bien. —Hablé finalmente y con algo de torpeza.

El pelirrojo tomó una bocanada de aire. Su fornido pecho se hinchó.

—Qué bueno —Comentó arrugando las cejas—. No me hubiese hecho mucha gracia tener que correr contigo a estas horas para un hospital.

—A mí tampoco me daría gracia, créeme.

Gaché levemente la cabeza y aproveché eso para poder morderme el labio; no sé por qué, pero siento la necesidad de hacer eso. Sin embargo, no permancecí cabizbaja por mucho tiempo. Después de unos segundos, inconscientemente, mis ojos se fijaron en su chaqueta de cuero, la cual estaba diseñada por un material bastante llamativo. Seguramente es muy costosa. Mi mirada subió, viendo cada botón de esta. Me detuve en su cuello, donde una vena resaltaba más que las demás. Madre mía, ¡hasta su cuello es fuerte y atrayente! Y, para culminar, se encontraron con las esmeraldas que tenía por pupilas. Ese color verde en ellas es muy impresionante. Incluso tenían un pequeño destello que no supe cómo analizar. Me da la impresión de que es una mezcla entre diversión y amargura.

Él notó que yo estaba boba mirándole porque carraspeó notoriamente.

—¿Y se puede saber por qué vas por ahí corriendo como alma que lleva el diablo?

Oh, no.

—Es algo embarazosa esa explicación. —Me mordí los labios.

Él se cruzó de brazos y se irguió, aún más de lo que ya estaba.

—Teniendo en cuenta que casi nos caemos y que he sido quien ha impedido que te caigas en el suelo, creo que lo menos que merezco es esa explicación.

Cuéntaselo, Abby, ¿qué hay de raro en eso? Solo le dirías que has estado persiguiendo a una hoja por todo el césped como si fueses una loca.

—Verás, el fuerte viento hizo que uno de mis apuntes saliese volando, y he intentado recuperarlo.

—Le perseguiste como si fueses una loca, ¿verdad?

¿Cómo lo supo?

—Ajá.

—Ya veo. —Se encogió de hombros.

Iba a decir algo, pero un punto blanco detrás de él atrajo mi atención.

AparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora