4 · Shamrock

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George es jodidamente precioso.

Es la luna—pálido y cubierto de sombríos relieves, reflejando la luz del sol con manos más suaves y dedos más gentiles que un fuego incandescente. Trazos azules y facciones anglicanas. Y puede que ahora mismo las líneas estén algo borrosas, puede que la franela y los duendes del trébol las hayan reducido a rescoldos, pero el resplandor de la luna vence al amargor.

El Atlántico se revuelve, un océano de destellos.

—Va, vamos a entrar. ¿Qué es lo peor que podría pasar? —está diciendo George, ilustre en cada palabra que dice.

—¿Que el tejado se nos caiga encima y nos mate?

—Eh, solo perdemos dos semanas.

Sapnap mira arriba, a la casa abandonada que tienen delante, encogiendo el gesto; observa la barandilla que está llena de madera podrida y ventanas medio selladas. El candado de la puerta no dura mucho. Se abre con un restallido entre dedos sin sangre y una navaja, brazos con ecuaciones garabateadas, venas bombeando añil bajo un lino de camomila.

—¿Que nos dé una intoxicación por asbesto? ¿Que salgan los fantasmas a patearte ese culito?

La luz del sol cae sobre George, extiende sus raíces por el lugar hasta que el chico resplandece bajo ella. Con los brazos contra el pecho. En una multitud llena de gente marrón y azul y beige, George destacaría en todo su esplendor luminiscente, con un halo de pétalos púrpuras y una corona de espinas de hisopo.

Dream es un lunático entre la hierba.

—Eres super aburrido. —George zarandea el picaporte de la puerta y suspira al ver que el candado sigue en su sitio— Y los fantasmas no existen.

—Lo sé, no soy estúpido.

—Caíste en aquello de la ouija.

—Pensaba que estabas demasiado colocado para haber escuchado esa conversación.

—Bueno, eso nunca. Tengo bastante tolerancia —dice George, moviendo la navaja en la cerradura. Debe de tener algún arte, pero desde donde Dream lo observa parece bastante aleatorio.

—Ya, me pregunto por qué —murmura Sapnap.

George escoge este instante para abrir el candado, rotando la navaja con una precisión que le duele a Dream en las costillas. —Todos para adentro —dice, desapareciendo en las profundidades sin siquiera echar una mirada atrás.

Dream intenta caminar hacia delante, y se halla a sí mismo de pie en la entrada, con un kilómetro de hierba a sus espaldas.


La casa está tan llena de polvo y tierra como Dream esperaba.

Vagan por todas las habitaciones una a una como un peculiar desfile: dos ojos curiosos, dos brillantes, y dos abriéndose nerviosos ante el más leve de los sonidos. Hay yeso por todo el suelo, musgo creciendo en el techo y emitiendo esporas tóxicas que Dream sabe que no deberían inhalar, pero que inhalan igualmente. La mitad de los balaustres están reventados, lo cual le lleva a pensar que algo ha sido tirado escaleras abajo a alta velocidad y dado por muerto al fondo. Sorprendentemente, no hay manchas de sangre en los escalones.

Y entonces parpadea, y ve escarlata por todo el suelo, pastillas desparramadas como cascadas. Es perturbador, así que aparta la mirada.

A Sapnap se le sale el alma por la boca cuando suena un portazo de golpe, por culpa de la brisa que viene de la entrada. Les viene a la cara una nube de polvo. —¿Quién tuvo la brillante idea de colarnos en la casa abandonada que más miedo daba? —pregunta con el ceño fruncido mientras Dream y George se parten el culo de él.

Katabasis | DreamnotfoundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora