𝐃𝐨𝐬 ; 𝐢𝐢

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❝Ella era un huracán y a él le encantaban los desastres.❞

—s.a.

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Hay una página en blanco de un nuevo documento abarcando la mayor parte de su campo visual.

Harry debe entregar un ensayo de cinco mil palabras acerca de la Guerra Civil Inglesa y no puede sentirse menos interesado al respecto. En realidad, no está particularmente involucrado en dicho período de la historia, y lo único que puede opinar es que el rey Carlos I —monarca regente de aquellos años— era un completo narcisista que consideraba a una estúpida corona por encima de las necesidades del pueblo. Sin embargo, está seguro de que a su profesora no le agradaría leer las veinte razones para odiar a un antiguo soberano.

Teclea unas cuantas palabras —su nombre, el título de la materia y la fecha— antes de rendirse y cerrar la computadora. Lo único que hace después de eso es... Sumergirse en las profundidades del vacío. Simplemente se queda recostado a la mitad de su cama con el aparato electrónico descansando en sus piernas mientras sus ojos vagan por el dormitorio.

El primer año de matrícula en el colegio, Harry fue informado de cómo se distribuían las habitaciones. Prácticamente habían ocho edificios en el campus, cuatro para hombres y cuatro para mujeres acorde a sus respectivos años de escuela. Los mismos se dividían en diferentes pisos que contaban con cuartos dobles asignados al azar para sus estudiantes.

 Al principio, él no entendía por qué debía convivir con otro ser humano en su mismo espacio personal —considerando la gran cantidad de dinero que las familias de los miembros depositaban en el internado— y, después de una aburrida conversación con su directora acerca de "trabajo en equipo", "convivencia social" y muchas otros argumentos que no recuerda, decidió rendirse con sus objeciones.

Sus primeros doce meses en el colegio los compartió con otro chico del cual no recuerda nombre ni rostro. Poco tiempo pasaban en el mismo lugar, jamás se dirigían la palabra y Harry no se tomó el tiempo de aprender algo tan irrelevante como su información personal —ni siquiera porque estaban en los mismos cursos avanzados, según recuerda—. Fue hasta su segundo año que le asignaron otro compañero y, por más que quiso librarse de él exactamente igual al primero, resultó imposible imponer una negativa a un sujeto tan extrovertido y amable como Niall Horan.

Niall —un divertido irlandés de cabello rubio y risa fácil— se convirtió en su mejor amigo tras meses de chistes absurdos y detalles pequeños que cubrieron su espalda infinidad de veces o sostuvieron su mano en los momentos más difíciles. Era absurdo no considerarlo parte esencial de su vida luego de llorar patéticamente en su hombro tras una crisis familiar, o aquella vez en la que Niall se emborrachó tanto que terminó vomitando hasta su alma y Harry lo sostuvo en el baño mientras lloriqueaba por piedad.

Él sabe que puede confiar en su mejor amigo a pesar de las enormes diferencias entre ellos que se remarcan incluso en el contraste de sus respectivos lados.

Cada dormitorio del campus es, en esencia, exactamente igual que el anterior: una habitación que parece dividida a la mitad por un espejo. En cada extremo se encuentra una cama alta de madera cálida reposada en cajoneras suficientes para resguardar hasta el doble de sus pertenencias. A los pies de las mismas se lucen escritorios personales de materiales a juego, dejando a espaldas de las sillas los armarios de puertas amplias donde, si ya no tienen más ropa que guardar, serían capaces de esconder hasta dos cuerpos bien acomodados.

El sonido de tu amor. » l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora