Espinas de una flor marchita,
me quema las entrañas y me
conduce a la muerte tan profunda,
anhelada y pedida.El vino se vuelca en mi cuerpo,
que fresco y frío se encuentra. Las
hebras se deslizan por mis hombros
queriendo ahorcarme con hilos
de un alma inconsciente.Me gusta la sensación del silencio
absoluto, no me da miedo la soledad
aunque me pone en una posición
que me lleva a la desesperación.Tapa mis perlas con rosas espinosas,
haz que sangren, lo que sea para poder no ver
este infierno digno para la vista de
un Dios. Hazme sentir un poco de paz.Odio los colapsos, debería de
encerrarme nuevamente, todo estaba
bien cuando no podía
respirar y sentir, vivir, experimentar.Pues ahora mismo estoy entre el
Inframundo y la Antártida.Los celos son parte de cada fragmento de
mi cuerpo, los resguardo
con rencor y asco.Vacíos recuerdos que lleno de falsedad e
hipocresía. Vaya, lamento.Vaya, desgracia. Pues no volveré y espero
no volver a verte a la cara y decir
que te anhelo con pura prosperidad.