Todos miraban la pantalla de la televisión, analizando cada una de las palabras que el General Sánchez decía. Sabían que, seguramente, les echarían la culpa a ellos por todo lo que ha pasado.
La sala olía a humo, proveniente del cigarrillo que tenía en la mano el chico que estaba más cerca de la pantalla. Tenía la mirada fija en General, vigilando cada uno de los movimiento.
-"Chicos, nos han pillado"- Y sin decir más, tiró la colilla al suelo y la pisó para apagarla.
Tras esto, salió en silencio de la sala y del edificio. Nadie le dijo nada, pues su instinto de supervivencia les advertía que si intentaban pararle seguramente acabarían sin varios dientes.
Por eso nadie se movían. Se miraban entre ellos, pero no se movían.Cuando salió, sacó otro cigarrillo de su cajetilla. Lo colocó en sus labios y lo encendió con un mechero que guardaba en su bolsillo derecho.
-"Fue buena idea ponerle bolsillos al uniforme"- Murmuró mientras soltaba una calada de humo.
Comenzó a caminar calle abajo, dejando el edificio a su espalda. La chaqueta del uniforme ondulaba alegre y furiosamente con el viento. Su paso rítmico solo se frenaba ligeramente cuando tenía que girar hacia el callejón. Cuando entró a este, una bolita de pelo gatuna se acercó al chico y se restregó en sus piernas.Acabó su cigarro y lo tiro al suelo, pisando la colilla para apagarlo totalmente contra la acera. Buscaba su apartamento con la mirada cansada.
-"33...34...35..."- Murmuraba mientras miraba el número de los edificios. Se detuvo en el número 36 de la Calle Alfonso XIII. Sacó un manojo de llaves, buscando la del portal. Abrió con desgana la puerta, sujetándosela a una vecina algo mayor. Tras dejar que la anciana pasase se dirigió a las escaleras, comenzando a subirlas de forma arrítmica. El cansancio hacia que su cuerpo le pesara más de lo normal. Los demás usarían el ascensor, pero el de su edificio llevaba años averiado.
-"Necesitaremos un milagro para que arreglen el ascensor..."- Dijo para sí mismo mientras picaba a la puerta de su casa. Como otras tantas veces, se había dejado la llave del apartamento en la mesilla del salón.
No pasó ni un minuto cuando Izan abrió la puerta del lugar. Llevaba su pijama de verano, que era una camisa 4 tallas por encima de la que usaba normalmente. Esta estaba decorada con un estampado vintage. Andrés sabía que ya había dormido un tiempo, pues Izan no llevaba puestas sus gafas. El adulto esbozó una ligera sonrisa mientras revolvía el pelo del menor, el cual se hizo a un lado para que pasase al interior. Andrés entró al salón, sentándose en el sofá. Frotaba su cara con cansancio, no pensó que una rueda de prensa requería del esfuerzo que fue. Izan bostezó levemente, frotándose los ojos con una mano.
-"Vuelve a dormir Izan, es tarde..."-Dijo Andrés, aguantadose las ganas de bostezar. Izan negó con la cabeza levemente, peinándose un poco su cabello rebelde.
-"Izan, mañana tienes clase. Ve a la cama"- Ordenó el mayor, intentando que no se notase su cansancio al hablar. Izan sabía que mañana tenía que levantarse cuando la maldita alarma sonase a las 7:00 am.
Aunque su instituto abría a las 8:30, le pillaba algo lejos y tenía que caminar un poco para llegar. Por lo que solo asintió y se dispuso a volver a su guarida. Cerró la puerta suavemente y se cubrió con las sábanas. Solo tuvo que cerrar los ojos para caer preso del sueño.Frotó su cara, sin moverse del sofá. El día había sido muy cansado. Acomodó uno de los cojines para apoyar la cabeza, aunque sabía que se avecinaba otra noche sin dormir. Él no podía deshacerse de las garras del insomnio. Probó a contar ovejitas, a no abrir los ojos bajo ningún concepto, pastillas contra el insomnio... Nada funcionaba, pero tampoco le molestaba dormir poco. Hacia ya tanto tiempo que no dormía a pierna suelta que se había acostumbrado.
Se oían ligeros ruidos por la ventana. Los coches policiales solo iban y venían, con sus ruidosas sirenas y bocina.
-"Que molestos son..."- Murmuró con desgana, cubriéndose los oídos con el cojín. No le agradaba nada el sonido de más sirenas.
A sus quejas se unió un gato de pelo blanco, que se posó en su regazo y se acurrucó. Su mano fue directamente a acariciarle, ya que eso le tranquilizaba bastante.
Aunque no le llegaba a dormir, su instinto de supervivencia no se lo permitía. Solo se quedó acariciando a Kitt lentamente, mientras ronroneaba ligeramente.-"S, tu gato lo deja todo perdido de pelo. Encima blanco, que se nota más."- Se quejó una voz, que parecía proceder de la cocina. Se podía escuchar que estaba barriendo. También se podían oír notificaciones de un movil. S se incorporó, abrazando a Kitt.
-"No es para tanto, además Kitt no suelta casi pelo"- Replicó hacia la voz, con algo de burla en su tono. La voz entró al salón barriendo, con el rostro algo molesto. Era bastante alto y tenía el pelo del color de la madera del roble. Tenía varias tiritas por el cuerpo, tapando viejas cicatrices y nuevas heridas.
-"Me prometiste que esa bola de pelo no se subiría al sofá..."- Dijo el chico, molesto. S solo se subió de hombros, abrazando a Kitt.
-"No puedo controlar la mente de los gatos todavía Lucas"- Replicó de nuevo, sin soltar al gato de sus brazos.
-"¿Todavía?"-Dijo en tono de burla Lucas, sin dejar de barrer.
-"A saber si un día me vuelvo encantador de gatos"- Se burló S, aguantadose las ganas de reírse.
-"Si, de pandillero a encantador de gatos"- Lucas también se aguantaba las ganas de reírse.
-"Hombre claro, mira."- Posó a Kitt en el suelo.
-"Kitt, ignora al tonto de Lucas"- S empezó a mover los dedos, como si estuviera echando un hechizo. El gato le lamió la mano.
-"Pero... Eres un auténtico encantador de gatos S."- Lucas se rió después de ese comentario, mientras S también estallaba en risas. Después de unas risas entre amigos, Lucas insistió en que S debía dormir. Y, aunque sabía que eso era imposible, se preocupaba por su salud. S insistió en que no pasaba nada y que el que debía dormir era Lucas. Tras unos minutos de discusión, acordaron en dormir ambos. Pero, los dos sabían que S no iba a dormir.Izan despertó con la alarma del móvil. 7 am, el ser humano no ha sido creado para levantarse temprano.
Frotó sus ojos con desgana, apagando su alarma. Caminó hacia la cocina, empezando a prepararse un Cola Cao. Encendió el microondas mientras su mirada se quedaba dando vueltas junto a la taza. Le despertó el pitido del microondas, por lo que lo abrió y sacó la taza. Añadió a la leche 4 cucharadas del cacao en polvo, removiendo sin ganas.Tras acabar de desayunar, se cambió de ropa en su cuarto. Se puso una camisa blanca con un chaleco de lana color caramelo. Luego, sacó de su armario unos vaqueros anchos y una Vans a cuadros. En vestirse tardó bastante, pues cada dos segundos se quedaba mirando a una zapatilla del suelo, absorto.
Por último, fue al baño. Se peinó un poco el pelo, tratando de domar sus rizos. Se ajustó las gafas y fue por su mochila. Revisó que todo estuviese en orden y fue hacia la puerta. Su padre se había ido ya, así que sacó sus llaves.
Apagó las luces y salió, cerrando la puerta y bajando hacia la parada del bus.
Cuando el autobús escolar llegó a la parada, se subió a este y se sentó en el asiento de la ventanilla, colocándose sus auriculares y poniendo su playlist en aleatorio.
Comenzó a sonar Devil town.
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El secreto de los callejones
Dla nastolatkówIzan es un chico torpe y simple, aunque todo esto cambiará cuando su padre le pide que le ayude en la misión "operación Norte". ¿Todo es blanco y negro como nos lo presentan los medios de comunicación o hay un gran abanico de grises entre "los bueno...