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YiLing LaoZu, era un ridículo apodo aterrador que caracterizaba a aquel Joven de buena apariencia cuando se encontraba en medio del campo de batalla impregnado con la sangre de sus enemigos, ya que no había ningún otro apodo que pudiera definirlo mejor que ese.

Él era el Patriarca de aquellos demonios que conformaban la pequeña guardia militar bajo el poder de su familia. Unos cuantos hombres que trabajaban desde la sombra para todas aquellas personas que los necesiten, pero que había estado frecuentando comúnmente el estado de YunMeng ofreciendo sus habilidades para la guerra, por lo que era un gran peligro si aquellos hombres denominados demonios crecían en números y fuerza, un poco más de lo que ya había estado creciendo en los últimos años. Así que tras la avaricia que todos pueden llegar a tener al querer el poder de todo el Imperio, lograba llenar de desconfianza al Emperador, por ende él no podía confiar el que en algún momento el señor del estado de YunMeng no quisiera algún día revelarse ante él o que inclusive fuese aquella familia que había desarrollado por su propia cuenta aquel poder militar que se esmeraba por aumentar con los años, por lo que no podía evitar pensar en ellos queriendo destronarlo de su posición como Emperador para así poder algún día ser alguno de ellos quienes gobiernen el mundo.

Por lo tanto, teniendo un edicto imperial escrito en mano, el eunuco imperial Ming emprendió su viaje hasta la pequeña ciudad fronteriza de YiLing fuera de dominio del emperador pero que se encontraba posicionada entre el estado de YunMeng y el estado de QiShan y así poder hacerle saber a aquel Patriarca la decisión tomada por el emperador, la cual debía cumplirse inmediatamente. 

— Dígame Señorita Jiang, ¿eso es todo lo que tienes por mostrarme? — una burlona sonrisa, se apoderó de quien retaba a esa joven doncella respetada y admirada por todos en el Imperio gracias a los incontables méritos que había obtenido en el campo de batalla, mientras un joven de larga cabellera negra y ojos grisáceos la miraba retadoramente, a la vez en que una sonrisa ladina llena de diversión se asomaba entre sus labios.

— Estás siendo muy engreído el día de hoy, A-Xian — a pesar de su tono dulce, la espada entre las manos de la joven mujer fue apretada fuertemente antes de ser lanzada en dirección del hombre más joven frente a ella, a la misma vez que con su otra mano tomaba una de las filosas lanzas que se encontraban acumuladas a un lado de la arena de combate para así poder dirigirse en dirección del menor con uno de sus repentinos ataques.

No importaba el tiempo que pasaba ni mucho menos las batallas ganadas; Jiang YanLi, aquella importante dama que todos conocían por sus infalibles tácticas de combate, nunca había sido ni iba a ser un rival para su pequeño hermano marcial; Wei WuXian. Aun si mostraba sus miles trucos o sus incontables distracciones, el menor lograba vencerla pasara lo que pasara, deteniendo implacablemente todos sus sorpresivos ataques letales.

— Necesitarás más que eso para poder ganarme ShiJie — se rio Wei WuXian, luego de haber podido detener aquel peligroso ataque realizado por la joven mujer mayor. 

Wei WuXian conocía a la perfección a Jiang YanLi. Por lo tanto, sabía que además de ser una mujer culta, inteligente y hábil, era una de las pocas mujeres que se atrevía a hacer tales trucos contra su persona para así poder llegar a obtener la victoria, aunque eso nunca llegase a suceder en todas las veces que se habían enfrentado durante sus entrenamientos, ella nunca se daba por vencida para intentar aunque sea una vez llevarse la victoria entre sus entrenamientos.

— No importan los tres mil soldados que madre permita que estén bajo tu mando, nunca vas a vencerlo — la suave voz de un joven alrededor de la arena se pudo escuchar, en el instante en que el polvo se disipo y las manos del menor estuvieron ocupadas por las armas en su posesión — ¿Por qué no te rindes de una vez por todas JieJie? — el tercer hijo del señor de YunMeng y su esposa la consorte Yu; Jiang Shao de nacimiento y Jiang WangYue de cortesía, se pudo escuchar tan pronto como pudo acercarse a los mayores en medio del campo de entrenamiento en cuanto fue finalizado.

El Esposo del GeneralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora