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𖥻 El cielo oscuro.

Se miró al espejo una vez más, acomodando la corbata negra y planchando su saco con las manos. Su reflejo se veía apagado, era lo menos que podría notar; después de todo, había llorado sin faltar todos los días. Aún era incrédulo sobre la partida de Sunghoon.

Los días habían pasado rápido, casi no los sintió, pues su almohada había estado pegada a su rostro todos los días; llenándola de lágrimas. Llenándola de los sueños rotos acumulados, del amor roto y perdido entre la nieve.

Junto al dolor vino las preguntas, ¿qué hubiera pasado si nunca hubiesen viajado? Sunghoon aún estaría aquí, aún estaría hablando sobre su día mientras comía algún dulce. Pero nada era de aquella forma y hacerse preguntas sin respuesta no ayudaría al gran dolor en su pecho.

Lo único que le quedaba era la resignación. La encontraría muy tarde, sinceramente, lo menos que pensaba en su dolor era resignarse a perder a su gran amor

Sería todo un proceso, lo sabía muy bien, que pasaría muchos días deseando oír la voz de Sunghoon una vez más, deseando siquiera haberse despedido de Sunghoon, deseando por lo menos haberle dicho lo mucho que significaba en su vida y que siempre sería la persona que más amase.

Suspiro una útima vez, escuchando los toques a su puerta, su madre entro a su habitación; ella también lucía de negro, con una pequeña sonrisa esperando reconfortar a su hijo.

— Heeseung, ya es hora.—Dijo, acariciando los hombros de su hijo, se paró frente a él y arreglo su corbata; está algo torcida.

— Aún no quiero ir.—Susurro.

Su madre lo vio a los ojos, ni pudo encontrarlos, pues Heeseung miraba fijamente al suelo, ella tomó las mejillas de su hijo e hizo que lo mirase. No debió, pues vio en aquellos ojos redondos y marrones; un alma rota y desolada. Las lágrimas pesadas comenzaron a rodar por sus mejillas. Un abrazo no podría contener la marea que le azotaba, pero trataría de reconfortar su corazón; de alguna forma.

Heeseung envolvió sus brazos en su madre,  abrazándola fuertemente mientras hundía su nariz en el hombro de su madre, soltando sollozos silenciosos. Desmoronándose antes del funeral de Sunghoon.

Lloro todo lo que tuvo que llorar, las lágrimas acumuladas en sus ojos resultaron desaparecer, pero estos se hincharon por la gran afluencia.

Nuevamente soltó un suspiro, dándose ánimos para subir al auto de sus padres, de camino al funeral de Sunghoon. Con los pies pesados y arrastrándolos pudo hacerlo, en silencio recostándose en la ventana, escuchando la radio matutina. Pensando solamente en los cambios de la vida.

Lo frágil que está era, lo fácil que recorría y se escurría por tus dedos. Sabía que la muerte era algo de la vida, la pérdida estaba impregnada a sus espaldas como seres humanos; pero nunca podría asimilarla, por el simple hecho de haber sido desprevenida. Nunca se planteó en su cabeza el perder a Sunghoon, no de aquella forma. La única forma de pérdida que consideraba era separarse por los caminos distintos, pero no perder su vida entera de un día para otro. Era simplemente abrumante. Era arrebatador.

     ꪆ୧  cigarro acaramelado   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora