EN EL BAÑO DE LA OFICINA

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Son las tres de la tarde y estoy hasta arriba de trabajo.

Hace días que no he visto a mi padre, quizá se esconde de mi o simplemente quiere pasarlo de largo.

La oficina está sola, es la hora de comida de los empleados, el calor es insoportable y no pienso dejar la comodidad del aire acondicionado de mi oficina para ir a comer.

Decido estirar las piernas un poco y me dirijo al baño que está en el último piso. Casi nadie lo usa así que tendré privacidad por al menos los siguientes treinta minutos.

El último piso es donde está la oficina de Tony —mi jefe—, el arrogante dueño del edificio y de varias plataformas petroleras, prometido de Clara Díaz la modelo más famosa de México y un dolor de cabeza para mí.

Si no me equivoco, hoy tendría la cita con su prometida para la prueba del vestido, lo que significa que el baño del último piso es todo mío.

«Diosito gracias por apiadarte de mi».

Entro al baño y la luz se prende sin necesidad de tocar el interruptor, es de sensor de movimiento así que le resto importancia.

Me paro frente al espejo, abro el grifo y meto mis manos en el chorro de agua. El contacto de mi piel caliente con el agua hace que suelte un gemido.

De tan solo recordar lo que hice con mi padre me endurece los pezones.
Aprieto las piernas sin dejar de mojarme las manos. La falda corta no me ayuda mucho.

“—¡Sí, así papi más! —gimoteo mientras me penetra con dos dedos y succiona mi clítoris hinchado— !no pares, diooooos me voy a correr!.

Mi padre aumenta la velocidad de las penetraciones y agrega un tercer dedo logrando que el hormigueo que se siente antes de explotar en orgasmos me recorra todas mis extremidades.

—Vamos bebé, córrete para papi —habla sobre los labios de mi vagina y el aliento caliente hace que me palpite más el clítoris— eso, si así —saca los dedos de mi interior cuando gimo palabras inexistentes por causa del orgasmo que me avasalla —no conecto la lengua con el cerebro— y comienza a lamer mi vagina y todo lo que sale de ella— sabes tan deliciosa.

—¡Oh santa mierda! —es lo único que logro decir. El orgasmo es el mejor que he tenido en mi vida, parece interminable.

Mi padre aprovecha y comienza a frotar los dedos sobre mi clítoris aún hinchado y siento que estoy a punto de sufrir un ataque.

—Basta papi, oooooohhhhhhh mierda —siento que estoy por explotar de nuevo— me voy a orinar —la sensación es tan increíble que no voy a soportar.

—No es pipi bebé, ahora dale a papá un squirt —sigue frotando y chupando hasta que siento que un líquido sale disparado por mi vagina, mi padre se empapa toda la cara y relame sus labios”.

El recuerdo hace que se forme una humedad entre mis piernas, saco una mano del agua y la meto bajo mi falta, hago a un lado el encaje negro de mi tanga y froto mi clítoris que reacciona al toque frío de mis dedos.

En ningún momento dejo de mirarme al espejo. Separo un poco las piernas y meto dos dedos en mi interior.

«Estoy tan mojada».

Saco la otra mano del agua y desabrocho los tres primeros botones de mi camisa, cómo no acostumbro a usar sostén, para mí es fácil acceder a mi pecho.

Aprieto  mi pezón rosado que se endurece aún más por el frío de mi mano.

—¡Aaaahhhh! —jadeé con cada auto penetración.

La excitación se extiende por todo mi cuerpo y tengo que liberar mi pezón para sostenerme del lavamanos.

Aumento el ritmo de las envestidas logrando que mi humedad escurra por mis muslos. Echo la cabeza hacia atrás y me muerdo el labio para no gemir como perra.
Siento que estoy por llegar cuando una mano me sostiene el hombro.

Abro los ojos como platos cuando veo por el reflejo del espejo a mi jefe con esos ojos negros penetrantes, esa mandíbula cuadrada y esa boca que quisiera tener en alguna parte de mi cuerpo.

Sus ojos están fijos en los míos, yo no sé qué carajos decir o hacer.
Pega su cuerpo al mío y siento su polla dura en mi trasero, la siento palpitar aún por encima de la ropa.

—Señorita Martínez —arrastra sensualmente mi apellido mientras su mano roza el brazo de la mano que aún tengo metida entre mis piernas.

—Jefe yo... yo... —balbuceo.

—Shhh —susurra en mi oído erizándome la piel— déjeme hacer esto por usted —se pega más a mi cuerpo y me recarga completamente en el lavamanos, mi culo queda a su total disposición— ahora, muy despacio, retire su mano de su coño que la voy a penetrar tan duro que no le quedarán ganas de volverse a tocar en ningún baño de esta oficina.

—Shhh —susurra en mi oído erizándome la piel— déjeme hacer esto por usted —se pega más a mi cuerpo y me recarga completamente en el lavamanos, mi culo queda a su total disposición— ahora, muy despacio, retire su mano de su coño que la voy a penetr...

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