Capitulo 3: Esencia a felicidad

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Derek:

Las horas transcurrieron rápidamente. No me causó el mismo placer de ocasiones pasadas, pero aquí me tienen, enredado en una cama con la araña madre/reina. Miraba por la ventana en busca de algún destello de sol para anunciar mi partida, pero era algo inútil, ya que tan sólo eran las cuatro de la mañana. A lo mejor todo estaba en su plan: dormir juntos, que al otro día la llevé a desayunar e intentar tener algo más que una amistad sexual.

Que absurda eres Katherine.

Produje un movimiento brusco para levantarme y dirigirme a mi hogar. Katherine, cómo acto obvio, se despertó para ver todos y cada uno de mis movimientos con cierto detenimiento. En cualquier momento pronunciaría una palabra y estaba esperando por ello antes de poder irme, pero parecía estar perdida y dolida por la situación.

– Supongo que está bien –se dignó a decir.

– ¿Qué está bien? –pregunté brevemente.

– Que para esto nada más me querrás.

Me di vuelta y miré su rostro; efectivamente estaba dolida, pero no quería darle falsas esperanzas sabiendo que mi objetivo no era ella, ni mucho menos mi plan de vida.

– Hay muchas más personas en el mundo, Kathy. Muchos que quieren realmente estar contigo y hacerte feliz constantemente, no tan solo en una cama. –Le dije sin rodeos, haciendo hincapié a qué buscase alguien mejor. Qué buscase algo mejor que yo.

En sus mejillas ya había lágrimas viajando con gran rapidez y en gran cantidad. No pensaba que le afectaría todo esto y de esta manera.

Acto seguido, se puso de costado, apoyando su cabeza en la almohada ligera y cubriéndose con una sábana su torso todo desnudo.

– Cierra bien la puerta cuando salgas, yo me quedaré hasta la mañana –me ordenó, evitando mirar una vez más mi cara.

Terminé de ponerme mi calzado y partí en busca de la salida de aquel lugar. Mi mano al tocar el picaporte sintió frío y me provocó un fuerte escalofrío. Tal vez era la idea de dejar toda esta oscuridad atrás la que me provoca escalofríos, porque esta era mi vida y todo lo que me parecía bien. Era mi mundo y lo estoy dejando atrás por una morocha con sonrisa contagiosa.

– Se feliz Kathy, lo mereces después de todo.

– Púdrete, Derek –dijo entre sollozos.

Es entonces cuando salí de la habitación, con la única idea de regresar a casa.

Llegué a casa y tenía un fuerte pesar, no era el que sentía durante una larga jornada, sino aquel que te estremecía y quebraba todas y cada una de las neuronas vivas. De mis pocas neuronas vivas.

– Todo sería más fácil si Dakota estuviera aquí.

No podía evitar hacer un paso y no pensar en ella. Todo era ella y le pertenecía todo.

Hasta mi alma horrible era tan solo de ella.

Es entonces que un pensamiento petrificante cruzó mi cabeza: ¿Será que alguna vez podré volver amar con la misma intensidad? Soy joven, si; con una vida por delante, también; pero no me creo capaz de nada.

Ya no soy nada...

– ¿Qué hago vivo aún?

Tan solo hago daño a todos aquellos que me rodean. Todo aquel que entra en mi mundo termina lastimado. Merezco la muerte misma y que sea mucha más dolorosa de la que tuvo que enfrentar Dakota.

La magia que enreda sus ojos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora