Te dejé entrar.
Conociste mis traumas.
Mis miedos.
Me conociste.
Pesadillas nocturnas, monstruos asquerosos; acechan mi habitación cuando las luces se apagan y la luna se asoma.
No puedo dormir, soñar es una tortura a la cual he sido condenada a sufrir.
Los ojos me pesan cada vez más y el cansancio se acumula en mi cuerpo diminuto, mi aspecto empeora y en cualquier rincón bostezo como un aviso de que Morfeo llama por mí.
Pero tú te acercas con dulzura, acunándome en tus brazos y dormir ya no es tan malo.
ESTÁS LEYENDO
Querido Invierno
RandomFragmentos de esta alma pérdida en un invierno que nunca acaba.