Capítulo 2

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D. Angel Antolín Salaberría sacudió la cabeza y resopló al tiempo que dejaba sobre la mesa de su despacho la carpeta llena de informes. Su vida no había estado exenta de azares y hubiera dado tema para escribir varias novelas, pero lo que contenían aquellos papeles que con un gesto cansado había dejado caer en la mesa superaba las expectativas de una vida sin sobresaltos en una comisaría tranquila que creía merecer a sus sesenta y dos años. Se atusó el bigote canoso y pulsó una tecla del anticuado interfono sobre su mesa.

-Que venga el inspector Braüer – ordenó con su voz habituada al mando.

Antolín Salaberría era un viejo y avezado sabueso que había pasado muchos años en la Guardia Civil, primero como agente de base y con los años, mucho empeño y varios cursos consiguió promocionarse a inspector en Homicidios. Vivió los últimos años del franquismo y aunque demócrata convencido, muchas veces no estuvo de acuerdo con sus mandos de entonces, no podía decir de sí mismo que no había sido un agente intachable y un inspector eficaz en su cometido, sin manchas en su expediente. Siempre cumplió su deber, lo que le enorgullecía. Nunca fue un genio de la investigación, resolvió muchos casos y otros muchos le quedaron inconclusos: asesinos que se le escaparon escurridizos como anguilas, criminales que sabía que lo eran pero a los que nunca pudo detener por carecer de pruebas, traficantes que operaban desde fuera de España y no había manera de echarles el guante, compañeros corruptos favorecidos por mandos más corruptos aún. Sus éxitos pocos pero notables, equilibraban la balanza con sus fracasos y en general se sentía satisfecho de sí mismo y sin mayormente, ningún cargo en la cuenta de su conciencia.

En los años de la Transición, acudió a la recién creada Policía Autónoma vasca, que necesitaba desesperadamente mandos intermedios con experiencia, atraído por la sustancial mejora tanto en su salario como en sus condiciones laborales y un buen nivel de vida en el País Vasco. Empezó como Inspector en el siempre frenético Bilbao donde se trasladó con su mujer e hijos y con los años consiguió ascender a Comisario. Le destinaron finalmente a Lasarte donde llevaba cerca de veinte años disfrutando de una vida sin muchos sobresaltos, cenas semanales con su mujer en Martín Berasategui, una buena casa en la tranquilidad del campo, dos hijos ya licenciados y con buenos empleos y una hija que había seguido sus pasos y ya era a su vez Inspectora en la Ertzaintza de Mondragón.

 
Braüer entró en su despacho y cerró la puerta tras de sí. 

-Buenos días, comisario ¿ Qué tal todo?

Antolín miraba el expediente de Braüer en la pantalla de su ordenador.

-Buenos días, inspector. Tome asiento por favor.

Le señaló la silla ante su mesa de despacho. Antolín leyó en la pantalla del ordenador.

-Alexander Braüer, treinta y dos años. Licenciado con excelentes notas en Arkaute en 2015, promocionado a Inspector del Cuerpo en 2017. Se admitió su ingreso en Investigación Criminal ese mismo año a petición suya.
Antolín levantó la mirada de la pantalla.

- ¿Qué le trajo a Investigación?

- Me gustó la serie 'Mentes criminales' – contestó Braüer en tono distendido.

- Ya... bueno yo era muy forofo de aquellos Starsky y Hutch. Supongo que eso le queda a usted muy lejos.

Braüer asintió. Jamás había visto un solo episodio de la otrora famosa serie de televisión. 

- También me gusta la Capitana Marleau, si me permite el comentario – continuó Braüer mientras estudiaba la mirada de Antolín, guardando la distancia.

- Ah sí, yo también veo la serie. Estos franceses, en fin. Vayamos al grano si no le importa, inspector – Antolín volvió a la carpeta de papeles y comenzó a hojearlos.

La vida secreta de Elektra NelkenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora