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Compartamos la comodidad del silencio.
Trastornados cuál jóvenes víctimas del regocijo espontáneo.
Ríe, sí, ríe, pero no ignores mi pena.
Cuéntale de mí a tu soledad, relata mi historia, el hombre que se equivoca como la negación misma.
Probablemente pueda hallarse en la sensación familiar de saberse extraviado.
La compañía que por costumbre empequeñece al sobrepasar mi sombra. No es que se marche, sólo acorta su estadía, aguardando por mí.
Dirijo mi atención a la ventana más cercana, los árboles lucen comunes a fuera, similares a mi estado enfermizo.
Qué me invade el sentir, me supera y entristezco, pero no me causa el llanto, ¿por qué será?
Si me hiere la sucesión de la tarde, las estaciones, los recuerdos que no se nombren como tal, tu indiferencia, y que aún en la carente distancia no logremos coincidir.

crudeza atemporal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora