¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄
Finalmente llegaba fin de semana y yo aún tenía en la cabeza aquella frase que gritó el moreno y tu mirada fría y vacía, muy diferente a las semanas anteriores en las que parecías la persona más amigable e inocente del mundo, como un ángel que solo busca ayudar a los demás a salir de la inevitable soledad.
¿A que se suponía que jugabas, Renjun?
Constantemente pasabas por mi cabeza los últimos días y no tenía una respuesta clara a ello, quizá me había acostumbrado a tu compañía, o a la forma irritante en la que de algún modo u otro, siempre estabas rondando por mi campo visual.
Aunque no te conocía, no conocía nada más allá de tu sonrisa y esa fachada angelical que dejabas ver a los demás. Pero tú tampoco me conocías, porque me negaba a dejarte entrar a mi mundo, a mi vida, estaba bien con mi soledad y mis fantasmas, fantasmas que aprendí a controlar, con quienes aprendí a convivir. Y de algún modo me daba curiosidad saber si tu, al igual que yo, tenías fantasmas que te atormentaban en la noche, me daba curiosidad saber si también huías de algo o si solo caminabas esperando encontrar un camino hasta desgastar tu vida.
[¨¨]
Ya pasaban de las dos de la tarde y me encontraba sentada en el sillón buscando alguna pelicula o serie para distraerme, papá había salido en la mañana y no tenía muchos amigos para salir por ahí, de hecho, no tenía ninguno, pero estaba bien en mi soledad, con mi comida y el silencio.
Silencio que se generó mientras buscaba en Netflix algo para ver y mismo que se rompió con el sonido del timbre, cosa que me extrañó porque papá siempre llevaba sus llaves y porque no había pedido nada, claramente tampoco esperaba a nadie.
El timbre sonó una vez más y con resignación y pereza me levante para abrir, pero al abrir la puerta para descubrir la identidad de aquel ser, me paralice en mi puesto con los ojos abiertos y los brazos rígidos a mi costado.
Eras tú, con una sonrisa resplandeciente y el cabello un poco revuelto por la brisa.
— Hola, Byeol-ie — Saludaste agitando una de tus manos — ¿puedo pasar? — Luego de un par de segundos en silencio, pediste, pero mi cuerpo seguía sin reaccionar. ¿Qué estaba pasando? — ¿Byeol-ie? — Y finalmente chasqueando los dedos frente a mi me sacaste de mi trance.
— Ah...si — ¿Que? . Seguí aquella respuesta moviendo mi cuerpo a un costado y caminaste un poco hasta estar dentro, seguido a ello cerré la puerta y apoyé mi cabeza en ella con los ojos cerrados por un par de segundos.
Momento que fue interrumpido por un: — ¿Está todo bien? — en mi oído, como un susurro haciéndome levantar rápidamente la cabeza y avanzar un poco hacia atrás, chocando contigo.
Dios, por favor, si existes, sálvame de esta situación. Me dije a mis adentros.
Mi cerebro por fin reaccionó y mandó la señal al resto de mi cuerpo de salir de allí, acción que seguí encaminándome de nuevo hacia la sala de estar, contigo siguiendome por detrás.
— Puedes... — Procese un poco antes de terminar la frase —..sentarte.
Con una sonrisa obedeciste y tomaste asiento justo a mi lado, la situación no podía ser más extraña que esto, no entendía qué estaba ocurriendo, porque tenerte allí en mi casa era lo último que me imaginaba en un fin de semana.
Esa fue la primera vez que estábamos juntos, completamente solos y yo, con los nervios a flor de piel, debí suponer que tramabas algo en aquel momento.
