Nota del autor:
La siguiente es una historia alternativa; perteneciente al libro "Las cadenas de la Muerte"; se desarrolla entre los capítulos 5 y 6. Los que no lo han leído, probablemente no lo entiendan, pero para los demás, esperó les agrade...
Este mundo no es algo para tomar a la ligera, no se trata de un planeta que la ciencia pueda describir en su totalidad; está compuesto por una sarta de enigmas y secretos, que la humanidad ignora... Los hombres solo reconocen lo que entienden, para ellos, aquello que provoca sus pesadillas, todo lo que se oculta de la vista y habita en las sombras, debe ser olvidado... y así, con los ojos vendados, no pueden ver la boca del monstruo que intenta devorarlos. Es el miedo infantil, como el niño que se esconde bajo las sábanas por temor a aquellas cosas que no puede ver; aquellas cosas que caminan en su mente, que juegan con sus miedos... es curioso, pero, el hecho de que no pueda verlas, no significa que no estén allí.
Yo mismo soy una sombra; soy un reflejo de un cuerpo perdido en el tiempo, construido por el poder de la oscuridad. No soy más que un peón en el juego de los demonios.
Helen Katherine Washmir, ella es mi dueña, mi creadora. Es el látigo de la humanidad, la doncella de negro, devoradora de hombres cuya maldición la ha convertido en el infierno. Ella es un pesadilla condenada a la soledad eterna...
Mi historia a su lado ha sido un constante movimiento; en otras ocasiones, he tomado tinta y papel y con su permiso, he relatado las memorias más relevantes de esta vida inmortal, para no olvidarlas nunca. Antes de morir fui un hombre dispuesto a todo con tal de alcanzar mis ideales, era parte de la humanidad y por ello estaba vendado; nunca me imaginé que el mundo ocultara tantos secretos. Este relato es uno de ellos.
¿En qué lugar estábamos por esos días? Realmente no lo recuerdo, solo sé que vagábamos por el mercado de alguna ciudad bulliciosa, yo caminado a su lado, vigilando las calles y espiando los rostros de los transeúntes; ella, intrigada con las cosas en los exhibidores.
Tan alta como yo, marcha vestida siempre de negro, con falda larga y camisa cuello tortuga, ajustada con manillas de felpa blancas; lleva un ancho cinturón de escamas que marca su cadera y alrededor de su cuello cuelgan un rosario rojo y un amuleto dorado. Al igual que yo, porta un sombrero antiguo, de ala ancha, también negro, adornado en la copa con tres plumas blancas y una flor cuyos pétalos asemejan el fluctuar de las llamas. Con ojos profundamente rojos y cabello blanco resplandeciente; no aparenta ser mayor de dieciocho años; es físicamente una jovencita, cuyas facciones deslumbran a los hombres; cuando la vi por primera vez creí que soñaba; pero ahora que la conozco, ahora que se todos sus secretos, entiendo que esa apariencia de divinidad, esconde la maldad de una vida de sufrimiento.
Ella me ha contado su historia; siglos de locuras y sueños; me ha trasmitido con sus pensamientos, el dolor y la agonía que la han convertido en un monstruo. Y aun así, se esfuerza por sonreír, se esfuerza por comportarse como una adolescente de su edad: Ignorando a la gente que la mira con recelo; se hace pasar por mi hija y me arrastra hasta un exhibidor, suplicando que le compre una manzana...
–¿Has enloquecido otra vez? –le susurré al oído.
–Sígueme la corriente –dijo por lo bajo.
–¿Es una orden? –la cuestioné.
No tiene sentido si lo haces obligado, solo es para divertirnos... ¡Papá, cómprame esa manzana! –gritó, amenazando con hacer un berrinche.
–Helen, compórtate ya no eres una niña –le dije con vehemencia–. No le veo lo divertido –murmuré.
–Eres un aguafiestas –salió corriendo, fingiendo llorar.
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Relatos Nocturnos
Short StoryPequeñas historias, creadas para consolidar la idea del miedo, de la locura... de la maldad.