2 - Había una vez...

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Dicen que hace mucho tiempo, en una aldea del reino de Tarare llamado Collure, existió una bruja llamada Coral que fue famosa entre los suyos gracias a sus conocimientos de magia. Había pocas brujas en la aldea, y era ella quien atendía a los que caían enfermos y recetaba medicamentos. Su sabiduría era tan grande que en múltiples ocasiones el mismo jefe de la aldea le pedía consejos.

Todo el mundo conocía a la bruja Coral de Tarare, hija de Clara. Su color favorito era el blanco y a menudo vestía con el color de las nubes. Era inteligente y tranquila, hablaba despacio y su voz sonaba suave y dulce. Era alta y delgada, sus hombros pequeños hacían resaltar su cuello de cisne. Su cabello era rubio como el sol y el color de sus ojos era tan claro y vivo que a veces la gente discutía si era el azul del mar o el del cielo.

Por suerte, Collure estaba rodeada de árboles y bosques, dando siempre una sombra fresca en la aldea durante los días de verano.

Coral era una amante de la lectura y el estudio, por lo que precisaba anteojos para acomodar la vista. Como cualquier otra bruja, dominaba la magia, y como cualquier otra bruja, nunca la utilizaba para fines egoístas. Usaba sus poderes para ayudar a la gente y mejorar sus vidas, ella, a cambio, recibía el cariño de sus vecinos.

A pesar de ser una bruja, Coral también trabajaba. Al principio encontró su oficio en el gremio de la sastrería, pero su habilidad por arreglar zapatos era mayor que el de la costura, por lo que acabó siendo zapatera.

Entre suelas y botas, acabó conociendo a un joven y apuesto soplador de vidrio que precisaba un remiendo para su calzado. Su nombre era Carlos y lo que no esperaban ni uno ni otro era que el destino los uniera en matrimonio tiempo más tarde.

Fruto de ese amor nació Cora, hija de Coral y Carlos. Una pequeña bruja de rostro angelical que había heredado la imagen de su madre y la determinación de su padre.

La pequeña Cora era de piel blanca, sus labios eran de color rojo, sus ojos tan azules como el mar, y su cabello tan rubio como el trigo.

Su madre la vistió con ropas azules para que ambas pudieran representar el día: La joven Cora vestía con el azul de un cielo despejado, y Coral con el blanco de unas nubes gruesas y esponjosas. Teniendo por sol el cabello rubio que las caracterizaba y que bañaba toda la tierra con su fulgor.

En apariencia, Cora no parecía mas que otra niña humana, pero su madre enseguida supo captar algunos dotes mágicos.

Un día, llegó un vecino de Collure a la casa de Coral con un gato en brazos, justo cuando estaban cenando.

- Coral, por favor, ayudame - dijo el vecino -. Mi gato lleva días sin querer moverse y hoy a rechazado mi plato especial de pescado dorado al horno que tanto le gusta.

- Nunca he tratado con animales, no se si sabré hacerlo - dijo Coral, preocupada.

- Por favor Coral, ayuda a Yonsi - Imploró su vecino -. Ha dejado de arañarme los muebles y ya no se sube al tejado pero ¡lo más insólito de todo es que viene cuando lo llamo!

- Esta bien, voy a echarle un vistazo - dijo Coral haciendo una pausa en la cena.

Colocaron al gato encima de una mesa y lanzó un quejido al posar sus patas sobre el mueble, luego se tumbó de lado y no quiso moverse.

- Hola "marramiau" - dijo la pequeña Cora, asomando a duras penas por el borde de la

mesa -. ¿Que te pasa? ¿Ya no quieres comer?

El gato comenzó a ronronear cuando sintió las caricias de la bruja Coral sobre su cuello.

- ¿Te duele mucho? ¿En que parte? - preguntó Cora al gato.

La Joven Bruja de las Estrellas (Extendido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora