4 - El Príncipe Gael

1 0 0
                                    


Cora, acompañada por el espíritu protector del bosque, Bao Lere, caminó por una extensa llanura repleta de verde, campos de rosas, de girasoles, de cultivo y, de vez en cuando, pasaban entre ganado que pastaba libremente.

En el horizonte se podía divisar una montaña, era la única que había en toda aquella enorme extensión de campo.

-Mira -le dijo Bao Lere señalando la montaña-, ese es el monte. Deberás llegar a la cima. Se le conoce cómo el Monte Zufer. Allí mora mi compañero Tia Mon, el espíritu protector de la tierra.

-¡Qué lejos está! -comentó la pequeña.

-Ahora estás en otro país -le decía-. Toda esta extensión de tierra se le conoce como el Reino de Cardora. Su capital, Norutieh, es famosa por tener como reyes un linaje de buenos gobernantes. Durante centurias han reinado con justicia y sabiduría. Iremos a la capital a solicitar un salvoconducto. Solo así llegarás a la cima de la montaña.

-Debe de estar lejísimos porque por aquí no se ve ninguna ciudad-- dijo Cora mirando bien lejos en varias direcciones.

-Tomaremos un atajo. Sígueme -- le dijo Bao Lere.

No todo era planicie en Cardora, también había altozanos y cerros, incluso ríos que atravesaban las llanuras, dibujando surcos y moldeando la tierra con el fluir del agua.

Bao Lere siguió el curso del río por la orilla y este le llevó por una pendiente en el terreno. Cora lo bajo, siguiendo al espíritu protector. Allí, el río ofrecía una pequeña cascada y como no era caudaloso, pudieron acercarse.

Un viejo tronco yacía tumbado, cayéndole el agua por encima. Bao Lere se acercó y sujetó el tronco. No parecía muy pesado, pero era grande y moverlo era complicado.

El espíritu lo levantó del extremo izquierdo hasta dejarlo inclinado, pero no derecho del todo.

Al hacer eso, el agua cayó por el tronco hacia un lado y Bao Lere abrió la cascada para ver qué había detrás. Era una gruta por la que cabría un adulto agazapado. Estaba lleno de musgo y raíces.

-Perdón, me he equivocado -- dijo el espíritu protector.

Dejó el tronco apoyado en el suelo, como estaba antes. Luego levantó el extremo derecho y abrió de nuevo la cascada pero, esta vez, lo que había detrás no era una gruta llena de barro y gusanos, sino una bonita cortina de color rojo. No estaba mojada por el agua ni sucia, sino que estaba seca y bien cuidada.

-Ahora si -- dijo Bao Lere sujetando el tronco--. Ya puedes entrar.

Cora dudaba, había visto surgir dos caminos distintos detrás de la misma cascada y casi juraría que lo que había visto antes de levantar el tronco era una simple pared.

-¿Que hay tras la cortina? -- preguntó la menuda.

-Norutieh, la ciudad -- respondió con naturalidad.

-¿De veras está la ciudad aquí dentro?

-No, la ciudad está a mil kilómetros de aquí, pero si entras, llegarás a la ciudad al instante.

-Vale, voy a entrar -- dijo la pequeña, dudando, intentando comprender que era lo que estaba haciendo realmente. Creyó que lo entendería mejor con la práctica, así que se acercó a la cortina, decidida a atravesar el umbral.

-Esto suele causar impresión la primera vez -- dijo Bao Lere --. Cuando cruces, actúa con normalidad, como si fueses un habitante más. No queremos llamar la atención.

- Entendido.

Cora se armó de valor, respiró profundamente y dio dos grandes pasos hacia delante, retirando la cortina y cerrándose tras ella al pasar pero lo que encontró fue otra cortina delante suyo, de color purpura y estrellas bordadas. ¡Casi se muere de un susto! ¿Qué era esa cortina? ¿A dónde había ido a parar? Casi no se atrevía a seguir avanzando.

La Joven Bruja de las Estrellas (Extendido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora