—No era así—rió tontamente, colgado en la espalda de su mejor amigo. Chan sostenía sus piernitas mientras caminaban.—Era 'La vaca Lola, la vaca Lola, tiene cabeza y tiene cola.—recordó cantándola mientras tanto, recibiendo una risita de Chan.
—¿Cómo sabes que es así?—preguntó en voz baja. Eran aproximadamente las 11 de la noche y ellos estaban aún caminando por las calles de la ciudad tonteando como todos los viernes. Pasaban el fin de semana juntos de aquí para allá. Ese momento es específico, Chihoon le había pedido con ojos de cachorrito que lo llevase en la espalda, y Chan aceptó gustosamente.—Recuerdo el de la lechuza.—rió.
—¡Cantala!—pidió, moviendo sus piecitos de atrás hacia adelante. Chihoon amaba la voz de Chan. Siempre le había dicho que cantaba muy bonito, pero el mayor no le creía.
—La lechuza, la lechuza, hace ¡shh!, hace ¡shh!. Todos calladitos, como la lechuza, hacen ¡shh!, hacen ¡shh!—cantó en un murmuro. Las personas que pasaban a su lado los veían confundidos y algunos con ternura, pensando como siempre, que se trataba de una adorable pareja.
—Tu voz es muy bonita.—halagó chihoon, estirándose y dejándole un beso en la mejilla a su mejor amigo con algo de torpeza ante la posición. Este sonrió y bajó a Chihoon de su espalda.
—¿Qué..—
Antes de que pudiese seguir hablando, Chan se había sentado en uno de los bancos blancos que habían por ahí, sosteniendo la manito del pelirrubio y atrayéndole a su anatomía, sentándole finalmente en sus piernas, estas quedando de lado.
Chihoon sonrió y empezó a mecer sus piecitos ya que no llegaban a tocar el suelo.
—¿Quieres quedarte a dormir en casa, Channie?—preguntó, apoyando suavemente su cabecita en el fornido pecho del azabache. Este posó sus manos al rededor de la cintura de Chihoon y entrelazó sus propios dedos.
—No sé si mamá me dé permiso. Sabes que con suerte consigo que me deje salir contigo los fines de semana por la noche.—hizo una mueca y empezó a acariciar la cinturita del menor por encima de su prenda.
—¡Yo la convenceré!—exclamó Chihoon emocionado, mirando al azabache y besando su mejilla dulcemente.
—Mamá no puede resistirse a ti, Chihoonie. Estás jugando sucio.—rió el mayor, besando la nariz del pelirrubio, quien soltó una risita.
—Es un punto a favor para Chihoonie.—festejó en tercera persona, haciéndole ver extremadamente adorable a ojos de cualquiera.
—Mhm—asintió Chan, dándole la razón. —¿Quieres un helado, bebé?—preguntó, observando al instante los ojitos de Chihoon volverse brillosos en ilusión. Asintió frenéticamente, saltando del regazo del mayor y agarrando su mano, tratando de levantar al azabache para ir a la heladería que estaba a unas pocas cuadras de ahí. Hacía un frío para morirse, pero en ese momento no importaba con tal de tener un helado.
—¡Vamos, Channie, vamos!—pidió Chihoon como un niño pequeño, haciendo fuerza para que pudiese conseguir levantar a Chan del asiento, fallando en el intento, mas el mayor se levantó por su cuenta. Entrelazó los dedos de Chihoon con los suyos y vio al mismo casi empezar a correr, arrastrándole hasta la heladería más cercana.
Entró con su mejor amigo al local, viendo a este eufórico al poder saborear un heladito después de mucho tiempo. Sonrió enternecido.
Se acercaron a la vidriera y Chihoon comenzó a ver los sabores que ofrecían, pasando por toda la vidriera de la mano de Chan. No quería soltarlo, así que lo arrastraría junto a él.
—Chocolate, y...—se mantuvo pensativo por unos segundos, para después exclamar con alegría,—¡limón!—sonrió, girando a Chan quien asintió. El de pelo azabache volvió su vista a los sabores, para ahora elegir él.
Se acercaron hasta la empleada después de unos instantes.
—Hola. Quiero dos conitos de dos sabores. Chocolate y limón para Chihoonie. Menta granizada y crema del cielo para Channie... d-digo...—carraspeó, observando cómo la chica se moría de ternura ante la actitud del pelirrubio,—para mí.—sonrió y finalizó. La joven asintió, comenzando a servir.
—Mhm, tierno...—el azabache dijo con una sonrisa, agarrando las mejillas de Chan , apretándolas, sintiendo una de las manos de Chan posarse en su cintura, como era costumbre.—¿Puedes bajar un poco tu cabecita? Eres muy alto y no llego a darte un besito en la frente.—puchereó. El mayor carcajeó y se inclinó, recibiendo un beso en la frente por parte de Chihoon.
—¡Ow! ¡Son muy adorables!—la empleada dijo enternecida, captando con el mentón apoyado en la palma de su mano a los mejores amigos. Al instante esta pareció reaccionar y carraspeó, dándole los helados a los contrarios con una sonrisa.
—Muchas gracias.—sonrió el azabache, dándole su conito a Chihoon, pagando el costo de los helados y agarrando la mano de su menor, empezando a salir del local.
—¡Larga vida al amor, amigos!—gritó la joven desde adentro.
Chihoon rió tontamente una vez estaban fuera, soltando la mano de Chan y caminando felizmente mientras comía su helado.
El azabache se acercó al pequeño cuerpecito de Chihoon. Siguieron así por unos diez minutos más, Chan persiguiendo por todos lados al adorable pelirrubio, hasta que una idea pasó por su cabeza.
Se escondió detrás de una pared de un callejón, esperando a que Chihoon notara que no estaba. Lo asustaría y luego le daría muchos besitos en la mejilla. Le parecía una idea genial.
Y justo unos segundos después, Chihoon se dio media vuelta, dándose cuenta que su mejor amigo no estaba junto a él. Su labio inferior tembló con miedo.
—¿Channie?—llamó, dándose la vuelta completamente, buscando con la mirada a su mejor amigo. —¿Channie, dónde estás?— preguntó, esperando recibir respuesta, mas nada se presentó. Caminó sobre sus pasos pasando de largo el callejón oscuro donde el azabache se escondía, y en ese momento Chan aprovechó, saliendo de su escondite.
Le siguió un par de pasos y se acercó sigilosamente a su anatomía. Una vez estaba detrás suyo, sonrió con diversión.
—¡Chihoonie~!—exclamó, haciendo al menor saltar y chillar del susto. El helado de Chihoon cayó al suelo y el pelirrubio siguió aquello con la mirada.
Oh no
Chan sabía lo que venía.
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