El día había llegado. La gran boda era hoy. Ya estaba enfundada en ese precioso besito blanco lista para casarme con el hombre de mi vida. Sophy jugueteaba con las flores sentada en el sofá.
Vaya semana de locos. Des de la noche que decidimos casarnos los dos fuimos como locos buscando una iglesia, un padre que oficiara la boda, las flores... Una verdadera locura. Y lo peor de todo fue encontrar un vestido de novia que me queráis bien en solo una semana. Me probé un montón de vestidos y resultó que el perfecto lo escogió Sophy, mi pequeñina. Estaba tan bonita en su traje de dama de honor. Era la única.
Sólo habían podido asistir 87 personas a la boda, solo amigos y familiares, nadie más.
Llamaron a la puerta.
-Tana, en dos minutos empezamos.
Bien. El gran momento había llegado. Me iba a casar con el hombre de mi vida, con el nombre que queria y con el que me hacia feliz.
Salí de la habitación y me dirigí hasta la puerta que daba a la sala. La música empezó a sonar y las puertas se abrieron. Y allí estaba Niall, con un perfecto traje negro, guapísimo. Le sonreí y él me sonrió cómplice.
-Te quiero- te dije.
-Te quiero- contestó.
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