Capítulo Siete: Viajando al pasado

291 43 9
                                    

Los siguientes personajes no me pertenecen. Son de su creador; Masashi Kishimoto.

%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

Después de las preliminares los participantes selectos para la fase final merodeaban por la aldea ocupándose de sus propios asuntos, y por su parte, Sakura se había dedicado a su entrenamiento, usaba pesas de más de cien kilos en sus muñecas, tobillos y cintura y no se deshacía de ellas a menos que fuera a ducharse o a dormir. Su pequeño hermano llevaba el mismo entrenamiento con pesas más ligeras.

Actualmente, los hermanos Ōtsutsuki iban camino a la torre Hokage cargando mochilas en sus espaldas, ya que había llegado aquella época del año en la que viajaban fuera de la aldea. Una vez llegaron y llamaron a la puerta, se les permitió pasar.

― Buenos días, Hokage-sama ―saludaron.

― Buenos días, Sakura-chan y Ashura-kun. Díganme, ¿en qué puedo ayudarlos? ―Cuestionó.

― Vinimos a pedirle permiso para nuestro viaje anual, será por una semana, como de costumbre ―contestó la hermana mayor.

― Oh ya veo. Claro que sí, Sakura-chan, pueden partir cuando lo deseen. ―Permitió. Los hermanos le agradecieron y salieron de la oficina hacia las puertas de Konoha.

Los hermanos Ōtsutsuki acostumbraban a viajar una semana cada seis meses fuera de la aldea sin falta. Nadie sabía por qué y tampoco es como si los hermanos dijeran algo al respecto además de "es un asunto familiar". Viajaban dos días a la lejanía sin descanso y volvían de la misma manera cinco días después.

Los dos días del viaje de ida transcurrieron con tranquilidad y rapidez debido a su marcha sin descanso. Pasaron por varias aldeas en su transcurso, como la aldea de la nube y la de la lluvia.

Después de unos kilómetros más, en un lugar apartado y difícil de encontrar, los hermanos llegaron a la sima de una cascada; esta daba un paisaje agradable a la vista, el agua se veía realmente fresca, el césped brillaba en su suave verde y los árboles se mecían con la suave brisa. Una vez apreciaron el paisaje hasta sentirse satisfechos y un poco nostálgicos, se deslizaron por la caída del agua hasta caer de pie en el río que nacía de esta, tras cruzar la cortina de agua, al otro lado encontraron una húmeda y extensa caverna que recorrieron hasta el fondo y se encontraron con una pared de roca, los hermanos mordieron sus dedos pulgares y dibujaron el símbolo de su clan en la roca para que segundos después, esta empezara a moverse hasta hacerse a un lado por completo, revelando una entrada, los hermanos la atravesaron antes de que la roca volviera a su lugar.

Dentro, cruzaron un pequeño puente viejo y podrido que estaba sobre una pequeña corriente de agua. Del otro lado pudieron ver lo que alguna vez fue el reino de los Ōtsutsuki, las casas estaban viejas, algunas destruidas y otras aún guardaban rastros de sangre que no parecían querer desaparecer. Pero, el paisaje seguía siendo tan majestuoso como lo recordaban. La flora, consistía mayormente en plantas, flores, árboles y hasta arbustos que se creía extintos en el resto del mundo, sin embargo, aquí, seguían viviendo en abundancia y con una gran longevidad. La fauna, por supuesto, no se quedaba atrás, animales de diferentes épocas e incluso aquellos que se creyeron solo mitos (como la famosa, mitológica y fabulosa serpiente corpulenta, escupe fuego, con garras de león y alas de águila o, simplemente, "Dragón"), después de todo, el reino de los Ōtsutsuki no solo encerraba los secretos de dicho clan, sino también el de cientos de criaturas.

Una vez terminaron de apreciar el paisaje, avanzaron a través de las casas, pasando cráteres y marcas aun profundas en el suelo. Al pasar el pueblo se encontraron un claro lleno de muchos tipos de flores, cada hermano fue tomando una flor de cada especie y color, hasta que en su totalidad cada uno de ellos tenía cincuenta. Con ayuda de unos clones llevaron las flores hasta más adelante, donde se encontraban todas las tumbas de los antiguos Ōtsutsuki. Uno por uno, fueron dejando flores en las tumbas, cada una de ella quedaba con dos flores de diferentes colores. Luego, avanzaron hasta las dos tumbas más apartadas, estas eran notoriamente más grandes y estaban rodeadas por una pequeña cerca negra. Pusieron la flor que le restaba a cada uno sobre las tumbas de sus padres, que como siempre; se trataban de las flores favoritas de ambos. A su madre siempre le encantaron las rosas azules y su padre prefería los lirios. Después de limpiar y arreglar un poco las tumbas, las miraron en silencio por unos minutos más.

Yo soy una ŌtsutsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora