02-. Un mal catador de vinos

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La música vibrante llenó sus oídos de golpe haciendo que, por inercia, cubriera los mismo con las palmas de sus manos con tal de reducir el impacto. Las luces neón, el olor a licor, los bailes exuberantes y la barra iluminada por luces en tonos violetas en el centro del lugar encandilaron su vista a un nivel sorprendente, se sintió cegado al instante cuando las luces cambian a tonos más vibrantes, más vivos y llamativos junto al ritmo de la música que pasó de ser tranquila y sensual a algo más electrónico y movido. Las letras iluminadas por bombillas multicolores al fondo de la estancia eran lo primero que veías cuando entrabas al tan afamado bar "A vida louca", un bar multicultural a las afueras de la prefectura de Kansai y Osaka, regiones caracterizadas por sus diferentes aspectos culturales, tales como la comida y las artes escénicas tanto tradicionales como del exterior.

Naoto se sintió afortunado cuando recibió la invitación por parte de su viejo amigo a aquel bar repleto de lujos y excesos en el que solo la clase alta tenía el placer de entrar y salir cuando se le antojase.

— Por aquí, señor —dijo uno de los escoltas que habían llegado con él, acató de inmediato—.

Junto a los dos caballeros de fuerte musculatura atraviesa la multitud de gente bailando hasta llegar a unas escaleras en forma de espiral que le llevan a lo que suponía sería la oficina en donde él y su anfitrión tendrán una reunión temprana. Los hombres se detienen frente a una puerta hecha de caoba, entiende al instante que ese era su destino final. Con delicadeza se aproxima a tocar dos veces, no más. Un "pase" no tarda en llegar a sus oídos y es allí cuando sus escoltas le permiten el paso.

Cuando entra se encuentra con un ambiente algo peculiar, nada parecido a lo que había visitado en encuentros anteriores. Un escritorio de caoba antigua se alzaba en el centro de la habitación, varios cajones adornaban la fachada del mismo junto a una larga lámpara en tonos grises que formaba parte de la poca iluminación en la estancia, una costosa alfombra Kerman se extendía por el centro de la recamara y adornaba con su rojo el tabloncillo de brillante color que conformaba el piso del lugar. Del techo un candelabro de dorada ornamenta colgaba y bajo el mismo una silla de madera antigua acolchada con la más suave tela exportada desde tierras árabes. Aquella misma silla era la misma en la que su fiel compañero de aventuras se sentaba y le miraba con una dulce sonrisa de añoranza.

— Naoto —saludo el pelinegro sonriendo hacia él con un aura de tranquilidad desbordante— .

— Takemicchi —corresponde corto pero efectivo, una carcajada ligera es su respuesta— .

— Ese apodo es algo anticuado —responde risueño poniéndose de pie para acercarse a Naoto—.

— Eso dices cada vez que nos reunimos.

Contesta abriendo sus brazos para recibir al pelinegro entre los mismos formando un abrazo algo torpe y ligeramente incómodo por el tiempo en que aquella muestra de afecto no fue recibida por parte de ninguno.

— Tienes razón, qué torpe de mi parte —dijo deshaciendo el abrazo e invitando a Naoto a tomar asiento junto a él—.

— Y dime, ¿Cómo va todo? —pregunta iniciando la conversación—.

— Todo normal, estamos planeando abrir otro restaurante en Chugoku, Ran quiere inaugurar una nueva sección de su bar principal y Rindou le va a ayudar, Kazutora sigue yendo a terapia, ha mejorado mucho, Chifuyu suele ir con él a menudo, Keisuke también les acompaña, los hermanos Shiba vuelven de la gira por francia en unas horas e Inui ha terminado su rehabilitación facial, en unos minutos viene por mi, tenemos una reunión con los inversionistas de canadá, los que te mencione en nuestra reunión pasada —cuenta el mayor sirviendo dos copas de vino, Naoto acepta con gusto la bebida ofrecida sonriendo gustoso por lo contado—.

The king's maker.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora