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Dennis Creevey
Advertencia: Mención de muerte.
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LA PRIMERA VEZ que se vieron, Dennis seguía siendo un niño, fue en el funeral de Colin, después de la guerra. No había sido un encuentro "ideal" puesto que ambos lloraban; Dennis tenía la nariz sonrojada por el llanto, los ojos hinchados y los labios le temblaban, pero aún así le sonrió a Harry como si se hubieran encontrado en cualquier otro lugar.
Y por un momento, Harry de verdad perdió el aliento.
No había podido entender como alguien podía sonreír de esa forma en el funeral de su propio hermano. Pero con el tiempo descubrió que Dennis era así, siempre intentaba mantener una sonrisa aunque el mundo, literalmente, se estuviera derrumbado a su alrededor.
Harry no podía hacer eso, por más que intentará, y eso había sido lo que lo había comenzado a enganchar al bonito chico rubio en primer lugar.
Después de ese encuentro, no lo volvió a ver en un buen tiempo. Hasta que, ya adulto, se lo cruzó en la oficina de Aurores, Dennis estaba terminando su entrenamiento para volverse Auror y Harry recientemente había sido ofrecido para tomar el puesto de entrenador para los Aurores más nuevos.
Ahí noto que Dennis era estúpidamente adorable e inocente, y no pudo evitar caer ante sus encantos.
Fue lento, si es sincero, y no tampoco es que Dennis se quedará con los brazos cruzados; Harry había llegado a notar que él intentaba coquetearle en varias ocasiones pero lo hacía de una manera tan torpe y tan inocente que Harry estaba seguro que cualquier otro que no fuera él no lo encontraría tan adorable como se merecía.
Tuvieron una primera cita, resultado de un muy tembloroso Dennis que tartamudeo sonrojado casi siete minutos antes de pedirle a Harry ir a tomar un café. Solos. Los dos.
Harry había intentado no mostrarse muy nervioso, o muy encantado por la ternura de Dennis, así que simplemente asintió.
Luego de la primera cita vino la segunda, y la tercera. Ninguno se había atrevido a dar el primer paso de algo más; Dennis por vergüenza y Harry por un leve temor a ser rechazado, o a que Dennis se aburriera de él.
Pero entonces, vinieron los celos.
Harry no creía que existiera persona capaz de resistirse ante la ternura y encantó de Dennis, al menos no una mentamente estable. Así que siempre que no estaba cerca de él se ponía de mal humor cuando veía a otros aurores u otras personas del Ministerio que se le acercaban a hablar al rubiecito. Es que no entendía porque tenían que acercarsele tanto y sonreírle tanto. ¡No entendía!
Pero, hey, de una "escena" de celos que Harry le armo a Dennis este finalmente le beso para que dejara de hablar y, bueno, apartir de ahí vinieron más besos, más citas, más sonrisas, más gestos, más caricias, y Harry no podía estar más feliz ahora que cuatro años después tenía a Dennis medio desnudo roncando suavemente sobre su pecho, ambos acostados en la enorme y cálida cama matrimonial que compartían.
Acaricio el rubio cabello de su esposo casi con veneración pura haciendo que este suspirara abriendo lentamente los ojos con una adormilada sonrisa en el rostro.
—Perdón, no quería despertarte —murmuró Harry sintiendo un pequeño beso en el centro de su pecho, su esposo lo miro desde abajo de sus rubias pestañas.
—No te preocupes, amor —contuvo un bostezo mientras, con mucha pereza, se separaba del pecho de su esposo y se acomodaba junto a él—. Buenos días.
—Buenos días —Harry sabía que Dennis no era una persona para nada madrugadora, así que le dio un dulce beso y aunque no quería levantarse de la cama tenía que hacer de desayunar, y luego ir medio día al Ministerio, si calculaba bien; estaría de vuelta en casa antes de las tres y tendría a Dennis todo el resto del día para él sólo—. Iré a hacer el desayuno.
—En un minuto —Dennis lo jalo de vuelta al colchón y se acomodó sobre él abrazandose de brazos y piernas en un extraño gesto tipo Koala, Harry río un poco al sentir la naricita de Dennis sacudiendose en su cuello—. Quiero amor —exigió como niño pequeño y Harry pudo sentir el puchero chocar contra su pulso.
—Todo el que quieras, mi pequeño solecito.
Y aunque terminó haciendo apurado el desayuno -por que ni aunque Merlín lo pidiera dejaría de hacerle el desayuno a su hermoso esposo, eso sí que no- y llegó tarde al Ministerio haciendo que tuviera que llegar a casa hasta las cuatro cuarenta, no se arrepintió ni un momento de tener un hermoso momento con su hermoso novio en la mañana, ni tener un -varios- calientes momentos el resto de la tarde... en la noche y gran parte de la madrugada también.
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