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La peor parte de ser herido emocionalmente ni siquiera es el momento donde todo acaba y sientes que lo que querías, se te va de las manos como agua entre los dedos sin que puedas hacer nada, más bien es todo lo que sigue después. El dolor en el pecho, el luto que parece infinito, aquello que duele pero que no puedes tratar con medicina convencional.

Esa era la parte que vivió Hyungwon, y si era sincero no sabía qué parte le había dolido más, si todo lo que pasó con Hyunbae o el hecho que Wonho se haya ido sin mirar atrás a causa de sus propias palabras, pero fuera cual fuera la respuesta, le dolía el corazón y se sentía más solo que nunca. Así que se tomó unos días libres de su trabajo porque sabía que todo iba a empeorar si volviera a verle la cara a su ex-amante, y aunque él cumplió con la petición de que no iba a buscarlo, una minúscula parte del corazón de Hyungwon todavía deseaba estúpidamente que su celular timbrara y ver ese nombre aparecer en la pantalla.

Su jefe se sintió alarmado de saber que él se había tomado unas vacaciones repentinamente pues aunque no fuera un peón demasiado importante del tablero de la empresa, amaba ser responsable y se esmeraba en trabajar más duro que todos en busca de obtener un ascenso pronto, llegando a trabajar incluso en días festivos y en sus vacaciones, por eso era raro que quisiera descansar de repente, pero de igual manera no se podía negar a su decisión.

A pesar de que Hyungwon pensó que si no iba al trabajo iba a estar mejor, en casa estaba tan solo y tenía tanto tiempo libre para pensar que su estado de ánimo terminó empeorando en tan sólo dos días, y su estómago ya estaba empezando a pasarle factura por los prolongados ayunos de día y los atracones nocturnos de comida, así que retomando un poco su cordura tomó una decisión: ir a casa de sus padres.

En realidad no se sentía orgulloso de hacerlo, ya que sentía que se asimilaba a un niño asustadizo que corría a los brazos de sus padres ante la mínima amenaza, pero en ese momento no le importaba cómo se viera, sólo quería tener un poco de paz y ventilar con alguien sus emociones en lugar de tragarse sus sentimientos para luego derramarlos en largas noches de mojar las sábanas con lágrimas

No preparó mucho ya que en casa de sus padres tenía casi lo mismo que ahí, aparte de unas cosas para el camino, las croquetas y necesidades de su gato, sus documentos y un par de mudas de ropa cómodas, lo único más importante que tenía era su gato. Y cuando hubo empacado todo, se fue.

El viaje no era tan corto pero tampoco tan largo. Sus padres todavía vivían en el área rural donde creció, a las afueras de la ciudad. La casa era modesta, pero el patio era enorme, era como una pequeña granja donde habían animales y huertos.

Su madre siempre amó esa vida de campo, pero él nunca llegó a acostumbrarse del todo, aunque ese día cuando vio que los grandes edificios brillantes eran sustituidos por frondosos arboles, y el ruido de los autos por el sonido del viento, se sintió un poco nostálgico por recordar su infancia y lo feliz que fue.

A veces se preguntaba donde había quedado aquel niño valiente que se enfrentaba a todo aunque tuviera miedo, porque ahora sólo existía un adulto roto que huía a esconderse de la soledad en la sombra de los recuerdos pasados y en los brazos cálidos de una madre a la cual no visitaba seguido y de un padre al que sintió que nunca enorgulleció.

Cuando llegó frente a la casa, estacionó el auto, tomó al gato en sus brazos y tocó la puerta. Del otro lado se escuchó el ruido de los inconfundibles pasos cortos de su madre, y cuando la puerta se abrió, una suave ráfaga de viento trajo consigo el olor de gallenas de avena recién horneadas hacia su nariz.

—¡Hijo! —exclamó su sorprendida madre, apresurandose a abrazarlo tan pronto como vio que era él. —¡Por dios eres tú! Mi Hyungwonnie hermoso...

It Will RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora