Cuidado En Quien Confías

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Mi conciencia fue despertando poco a poco, mis músculos y nervios despejaron el cosquilleo soñoliento qué las envolvía, mis brazos se sintieron... Cómo bueno: brazos. No terminé de despertar hasta que el pequeño aleteo de mis pestañas me sacudió, arrastrandome a la realidad.

La realidad...

Oh no.

¿Dónde estaba? ¿La Gema?

Dioses la Gema...

No, no, no. ¡Por las raíces del viejo sabio!
¡Demonios!

Mi vista estaba borrosa, apenas podía destinguir el espacio en el que estaba. Palmee desesperadamente mi cuerpo en busca de la Gema. Ya no estaba con el vestido, no sentía los picos tiesos del tul, ni suciedad ni sangre seca. En cambio, sentí una delicada y fina tela suave, tapada por unas mantas.

Mi vista no se recuperaba.

Sentía un asqueroso martilleo en mi cráneo, toqué mi cabeza y me sorprendí al encontrarla vendada.

¿Que pasó?

Busqué desesperada en mi memoria. Algo, lo que sea que me diga en dónde está la gema... ¿Se la llevaron? ¿Quienes? ¿Mildred?
Pánico, pánico.
No. No pude haber fallado ahora. No después de todo.

Bosque... Agua...

Recuerdo a ver visto un destello plateado, tan plateado como los ojos de las estrellas mismas. Un nombre.... Nayla. Y un rostro, un rostro que no pude reconocer en el momento. Pero que ahora se aclaraba como una visión deformada con el agua.

"Es Nayla, se llama Nayla. Yo soy Henry"

El nombre que le dió Kane.
El nombre que le dió a... A Fei.

No. Dime qué ella no.
El destello plateado... Era ella. Su rostro se iba aclarando en mi memoria, sus facciones... Tan bellas y delicadas, su cabello como la plata, brillante como cascadas. No recuerdo más.

Ella no puede estar con Mildred. Le reze a quien sea que me escuchara, qué ella no estuviese con Mildred. Que Mildred no tenga la Gema.

Mi vista se empezó a aclarar, como si una cortina de niebla hubiese estado escondidendo mis ojos.

Miré a mi alrededor.

Me encontraba en una sala de mármol, las paredes blancas y puras, como si la nieve hubiese besado esas paredes.
Mis ojos dolieron con el cambio repentino de luz.
Era de día. Podía admirarlo por las columnas que llevaban a un cielo azul; claro y despejado, la vista era lo más parecido a una experiencia de tranquilidad que había sentido. Claro que apenas sentí que un músculo se relajara. Pero pensé que una persona normal, una persona que no tuviese sus manos manchadas de sangre ni su piel magullada, ni espadas clavadas en su espalda. Podría disfrutar esto.

Escuché pasos a las afueras de la sala. Todo el piso resonaba en eco. Eran pasos rápidos; furiosos.

Rápidamente cerré los ojos de golpe. Pareciendo inconsciente. Mi pecho subía y bajaba, tuve que poner una mano en el para retenerlo.

—¿Está aquí? —escuché preguntar a una voz femenina, una voz suave —si le hicieron algo...

La voz sonaba cada vez más cerca, cada vez el eco era menor pero la voz más clara y fuerte. La puerta de la recamara se abrió con un chirrido grave, di un respingo que rápidamente escondí.

¿Era el ejército de Mildred? ¿Eran ellos? ¿Y si... Y si es Inferne...? Mi pecho bajo las mantas estaba tan tembloroso que apenas podía esconderlo.

¿Que voy a hacer? No pude diferenciar los pasos, puede ser tanto como una persona, que cuatro, tal vez diez.
Mis posibilidades son tan remotas que hasta casi lanzo una risa amarga.

Entraron pasos apurados a la sala. Eran... ¿Tres? Tal vez más ¿O menos?
Agh ¡dioses! No tengo idea.
Tal vez pueda ganarles a tres personas en combate. Pero no tengo armas, si uso mi poder tendré más oportunidad... Excepto que... Que no tengo la Gema, puede que mi poder ni siquiera funcione.

Mi mente era un torbellino intentando agarrar un plan para salir de este lugar.

—¿Tenías que golpearla? —dijo la mujer molesta.

Su voz... Si voz me parecía conocida. Muy conocida.

Mi cabeza estaba hecha un desastre, no podía encontrar nada que pudiera ayudarme a recordar cuando había escuchado esa voz.

¿Porque me tienen? ¿Que quieren aparte de la Gema? Si solo hubiesen querido eso, me hubiesen matado e huido con la Quinta Gema.
Pero, por alguna razón... Sigo aquí.

Su acompañante no respondió.

—¡Kalias! —le gritó muy, pero muy enojada.

Kalias...

Kalias...

No puede ser. Kalias.

La voz... ¡Era Fei!

Dioses... Dioses... Y si Mildred me quiere con vida. Y si Mildred quiere hacerme lo mismo que al mensajero de la noche.

Debo escapar.

Cuando conocí a Fei no parecía ser seguidora de Mildred. Había curiosidad en sus ojos. Mucha curiosidad. Tal vez quería... Quería...

No lo sé.

—Ella estaba asustada —se defendió él con su voz roca —.Viste sus manos. Te hubiera hecho daño.

Fei suspiró exasperada, pero no negó su palabra.

—bueno... —luchó por encontrar las palabras —aunque sea no le hubieses pegado tan fuerte. Dioses santos.

Mi respiración no se calmaba ¿Sabían que estaba despierta? Eran dos. No tenía ninguna posibilidad contra ellos dos. Fei invocava una especie de escudo del cual no tendría oportunidad, y Kalias... Ni hablar.

—¿Que hay de tu padre? —pregutó Kalias silencioso.

Aunque no estuviera viendo pude notar como el aire se llenó de tensión.

—¿Que hay de él? —se tensó Fei.

—si se entera de que trajiste a alguien de otra legión a Venti, te matará.

¿Venti? ¿Esto era Venti?

—no sería la primera vez -argumentó -. Son tiempos de guerra. Ella peleó en la batalla, y defendió la Gema junto a nosotros. El hecho de que la trajera consigo es.... Impresionante —recapacitó —Viste el estado en el que estaba: era como un cadáver y sus ojos... —negó —Estaba aterrada. La hubiesen encontrado tarde o temprano.

Las palabras flotaron en el aire, dejando pesada la habitación.

La hubiesen encontrado... Esas palabras no se referían a los lobos, o a mis amigos....

Se referían a Mildred.

Fei dió un pequeño suspiro antes de caminar hacia la pequeña cama en la que estaba. Me tense rápidamente. No confiaba en ellos. Podían saber perfectamente que estaba despierta y hacerme escuchar eso para confundirme. Después de todo Mildred sabe hacer un buen engaño.

Debía conseguir la gema, de nuevo e irme de una forma u otra. Cómo dijo Fei: son tiempos de guerra. Y no puedo confiar en nadie.

Pero antes de que Fei diera otro paso, Kalias se adelantó.

—espera —la detuvo.

—¿que sucede? —se tensó.

Hubo un silencio interrogativo, hasta que Kalias confirmo:

—está despierta.

Mierda.

El Legado Del Fuego IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora