Mejor Corre

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—espera —la detuvo.

—¿que sucede? —se tensó.

Hubo un silencio interrogativo, hasta que Kalias confirmo:

—está despierta.

Mierda.

Demonios, por los dioses.

Mi corazón se tensó, mi piel se puso rígida y blanca como el papel.

Tenía tres opciones:

Correr, luchar o morir.

No tenia fuerza, ni armas y Kalias en batalla era....

Mejor corro.

Tome un largo respiro cuando un paso expentante se acercó a la cama, las tablas crujieron bajo sus pies, aullando en advertencia.

Era ahora o nunca.

Ay dioses...

Abrí los ojos de golpe al tiempo que rodaba por la cama. Caí de bruses aún enrollada en las mantas, sentí un dolor agudo en la barbilla. Pero no había tiempo para eso.

Fei lanzo un grito ahogado.

—¡Kalias no...! —advirtio al tiempo que él la alejaba de golpe.

—quedate fuera de esto Fei —le susurró al tiempo que sacaba sus hachas.

Esa era mi señal.

Me paré como puede, tropezando entre las mantas e intenté dar un paso fuera de las sábanas que tenía enrollada en mis pies; pero volví a caer, me apoyé en mis manos lo más rápido que pude mientras echaba a correr. Lo cual fue estúpido, ya que tenía a Kalias detrás de mi.

Gruñí de rabia. No tenía oportunidad contra él, un paso de él eran tres míos.

Aún así lo intenté, los músculos de mis piernas gritaban con el repentino movimiento; de tanto estar quieta se habían atrofiado.

No podía dejar que me atraparan, no de nuevo.

Una mano se estrelló contra mi nuca, la ira envenenó mis venas cuando Kalias me tiró al suelo.

Mi espalda impactó contra el liso mármol, tan fuerte que creí haberme roto todos los huesos, el eco hizo demanda tras el impacto.

—¡Kalias! ¡Basta! —gruñó Fei mientras corría hacia nosotros.

—¿Quien eres? —demandó saber mientras una de sus fuertes manos ahorcaba mi cuello. Al no responder, gritó —: ¿¡quien eres?!

Cerré mis ojos con fuerza. Mi cuello se sentía como si le hubieran amarrado una cuerda a su alrededor y mi cuerpo... Mi ahora débil cuerpo temblaba con el golpe.

Me sentía... Me sentía como la nada misma.

Tanta historia, tantas cicatrices, tantas heridas abiertas para nada.
Todo mi esfuerzo, todo mi dolor en... En nada.

Me lo merezco.

Me merezco eso y más.

Merecía que arrancarán mi piel y que me ahogaran en veneno todas las veces posibles.

¿Quien soy? La voz de Kalias hacia eco en mi mente. ¿Quien soy? ¿Quien eres?
¿Sarahi? ¿La hija de la reina del fuego?¿La portadora de la última gema? ¿Una cobarde, que huyó dejando el cuerpo de su amigo atrás? ¿Una desertora? ¿La persona que le falló a su legión? ¿A su legado? Que tiene tanta sangre en sus manos que ya no puede reconocer quién es.

¿Quien soy?

—por todos los dioses ¡Kalias! —Los pasos de Fei resonaban bajo mi cráneo, eran como un tambor cada vez más cercano. Hasta que sentí que empujaba a Kalias fuera de mi.

El Legado Del Fuego IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora