Archivo 5

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Archivo 5

En el amor y la guerra todo es válido

Christian:

Me sentía cansado, de hecho fatigado al punto de solo desear una sola cosa, la soledad de mi alcoba y el placentero contacto del acolchado de mi cama, deseando irme a dormir temprano, ya que había trabajado el doble, al haber perdido tanto tiempo en elucubraciones tontas y sin sentido, sobre los sentimientos del sargento para con mi persona.

Había regresado al laboratorio después del "tan peculiar" almuerzo, que habíamos tenido, percatándome al llegar al laboratorio, que Susan le había dado de alta a Jhonny, agradeciendo al fin, la privacidad en aquel lugar.

Culminé esa misma noche la grabación y todos los archivos que quincenalmente enviaba sobre los últimos avances de mi investigación, aunque no había mucho que entregar esta vez a Washington, ya que había obtenido pocos avances sobre una posible vacuna, la cual terminó matando al huésped infectado, después de haber conseguid unas horas de mejoría por parte del espécimen, el cual a la final, terminó expulsando sus intestinos por el ano como si fuesen heces mientras vomitaba el restante de sus vísceras por la boca, teniendo que incinerar rápidamente a la destrozada rata.

Tomé el pendrive con la información pertinente, saliendo a paso redoblado del laboratorio, y así mismo, de la medicatura, enrumbándome al "CA", o "Comando de Los Ángeles", como se hacía llamar el escuadrón del general Lawrence, agradeciendo que Scahel no estuviese allí, ya que era él quien solía escoltarme a las oficinas privadas.

Me coloqué en la entrada, saludando amablemente al centinela de guardia, notificándole que venía a enviar información a Washington, logrando que el odioso militar me mirara con cierto recelo, girándose de mala gana para llamar a su superior, el general Lawrence, el cual le ordenó que me dejara pasar.

Se apartó lentamente para permitirme pasar, agradeciéndole amablemente, ya que en ningún momento pensaba ponerme a la altura de los trogloditas que trabajaban para el general, siendo el más animal de todos, el que se encontraba castigado y lejos de aquel enorme salón de conferencias del City Hall, el cual había sido modificado para que sirviera de cuartel general, atiborrado de mesas con mapas de todo el país, al igual que un gran número de armamento y unas cuantas computadoras, las cuales servían para estar en contacto con la ciudad de Washington, ya que a pesar de todo, seguíamos contando con señal satelital.

—Buenas noches, general Lawrence —saludé al serio y formal hombre, el cual observaba un montón de papeles sobre su escritorio.

—¡Doctor Draven!... Viene a meterle chismes al vicepresidente. —Sonreí con cierta ironía, intentando contener mi mal genio.

—Yo no tengo contacto con el vicepresidente, general... Mis correos van dirigidos al capitán Bradford, el cual es el científico encargado de la ASCB... Así que si tiene alguna queja o le han llamado la atención de algún modo, no es a mí a quien debe culpar... A lo mejor sus métodos no son los más correctos y el capitán se lo ha hecho saber al vicepresidente. —Lawrence se levantó con parsimonia, manteniendo ambas manos sobre el escritorio.

—Pues si el capitán le ha dicho algo al señor vicepresidente, es porque usted le ha comentado algo.

—Yo solo le informo como van las cosas en el refugio, general... El hecho de que yo sea uno de los pocos que no le besa el trasero, no me hace ser un chismoso, sino un demócrata, que tiene voz propia y no necesito que ni usted ni nadie me diga lo que debo o no decirle al capitán. —Cada una de las conversaciones, y el barullo de aquel lugar, quedó reducido a simples susurros al dejarse escuchar con fuerza, mis duras y muy expresivas palabras hacia el general.

EL REFUGIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora