setenta y nueve.

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El corazón se me disparo cuando leí ese último mensaje. Me quede mirando el teléfono y releyendo el mensaje un par de veces más, ¿estaba de broma?

Me levante de mi cama y me acerque a la ventana. La tenue luz anaranjada de la acera iluminaba a un chico vestido de negro con una mano dentro de la chaqueta y la otra sosteniendo su celular sin despegar los ojos de él.

Levanto la mirada hacia mi ventana y yo en un rápido movimiento me escondí tras la cortina.

Desconocido: Mackenzie.

Max: Graham.

Desconocido: Hablo enserio, ábreme.

*visto*

Corrí un poco la cortina y el seguía a solo unos pasos de mi puerta, se dedicaba a pasar su mirada por el teléfono y mi ventana. Estaba parado como una estaca, parecía incorruptible, seguro de lo que venía a hacer. Pero el pensamiento se esfumo cuando lo vi pasarse una mano por la cabeza y alejarse de la entrada.

Max: No te vayas.

Escribí rápido.

Se detuvo. Y miro hacia mi ventana por unos instantes, luego tecleo en su teléfono.

Desconocido: ¿Pretendes que me quede aquí en frente de tu puerta hasta que tengas el coraje de bajar?

Max: No me hables así.

Desconocido: Ábreme, Mackenzie.

*visto*

Desconocido: Necesito hablarte.

Graham miro hacia mi ventana de nuevo y no pude apreciar su rostro por la poca luz que había. Se acercó hacia la puerta y toco tres veces, luego se sentó en los pequeños escalones que habían ahí, puso ambas manos dentro de su chaqueta y se quedó mirando hacia el vacío.

Me aleje de la ventana y me senté en mi cama un momento, el corazón me latía muy fuerte y estaba temblando un poco. No era para tanto, lo sé. Pero no podía controlar el lio de emociones que sentía en ese momento.

Di un largo suspiro y me puse unos jeans que tenía en el piso, un viejo camisón y me deje el cabello suelto. Me acerque al baño y me lave el rostro. No dejaba de temblar.

Baje las escaleras dando pasos fuertes intencionales, quería que el supiera que yo me estaba acercando. Cruce el corto pasillo que distanciaba a las escaleras de la salida y me quede un instante mirando la puerta.

Cuando abrí la puerta, él se estaba alejando pero se giró al instante. El foco de la luz de la entrada me iluminaba solo a mí.

Hubo un silencio aterrador, en el que ni siquiera las miradas hablaban porque el no me miraba se frente.

Camino tranquilamente hacia mí y me extendió la mano.

―Hola, preciosa.

―Hola. ― trate de no sonreír, pero no pude evitarlo. ― ¿Quieres pasar? ― le pregunte, pero me arrepentí al instante.

Hizo una media sonrisa y respondió:

―No sé si sea conveniente. ―su voz taladro mis oídos. Se me hacía conocida, era muy fuerte y madura. Y me temblaron las piernas cuando siguió hablando. ―Está muy tarde para que un desconocido y una niña de papa estén solos en una casa ¿no crees? ― sonrió.

No sé si él estaba siendo consiente de todo lo que estaba sucediendo conmigo.

― Todo un caballero.

―Siempre.

Solté una risita nerviosa.

―Estas muy guapa, Mackenzie.

Número DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora