2O.─ »

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- Él comprendió la brevedad de la carta, cuando ya se encontraba en las puertas del palacio. En cuanto la oportunidad de retirarse se había presentado, HeeSeung tomó su caballo, y corrió hacia el palacio. La carta no hacía mas que avisarle que el parto había sucedido, nada sobre JongSeong, o sobre su hijo. Los nervios y la ansiedad lo habían devorado a lo largo de esas semanas. Estar en casa, era la mejor sensación que había experimentado en un largo tiempo. Al fin podría volver a ver a su amado, a su hija, y conocer a su nuevo hijo.

Como siempre, el recibimiento fue grande, y los sirvientes corrían inquietamente de un lado a otro, asegurándose que todo estuviera en orden.

JungWon, palmeó su espalda suavemente y sonrió.

─ Vuelve a casa, nuestro querido rey.

HeeSeung rió y devolvió la palmada.

─ Si, y vuelve el general a los brazos de su amado delincuente ─ bromeó.

JungWon bufó despacio y subió los hombros.

─ Usted sabe bien que los hombres nos imponemos nuestras propias prisiones.

HeeSeung lanzó una carcajada divertida y finalmente entraron al palacio.

Allí, en primera fila se encontraban YuNa, Liz y Kazuha con sus respectivas hijas. Junto a ellas, SangWon estaba parado con gesto serio. No había rastro de Jay, y eso no hizo más que aumentar su ansiedad.

Abrazó a cada una de las pequeñas, y besó la frente de cada una de las concubinas. Cuando llegó a SangWon, estiró su mano, pero cuando el pequeño se disponía a saludarlo de aquella manera, él lo atrajo en un abrazo.

─ Niño tonto, ya habrá tiempo para formalidades ─ dijo con tono cariñoso.

─ Padre, es bueno ver que ha vuelto sano y salvo.

─ ¿Cómo podría acaso morir ahora? Tu padre es aún muy joven para partir.

Cuando se separó de SangWon, frunció el ceño ligeramente, antes de dirigirse a Kazuha.

─ ¿En dónde se encuentra JongSeong? ─ preguntó sin rodeos.

─ Él no se sentía con suficientes fuerzas para bajar. Sin embargo, lo espera con ansias en sus aposentos.

HeeSeung asintió, y sin dedicar una segunda mirada al resto de las personas en el lugar, corrió hacia los aposentos de Jay. Al llegar, entreabrió la puerta, pero se detuvo al oír al joven hablar.

─ Daniel, por favor, tráeme el juguete de HaNeul. Está muy inquieta y no puedo alimentar a su hermano ─ pidió con suavidad.

HeeSeung sintió su pecho llenarse de calor. Y finalmente abrió la puerta.

─ Mi señor ─ exclamó con increíble cariño ─. Ha vuelto.

HeeSeung se acercó a su lado, y tomando su rostro entre las manos, unió sus labios en un profundo y dulce beso. Un beso que hablaba de cuanto se habían extrañado el uno al otro. Jay sintió algunas lágrimas deslizarse por sus mejillas, pero las limpió con velocidad. Era cierto que lo había extrañado tanto que su corazón quemaba.

─ Mi amado JongSeong ─ susurró HeeSeung y volvió a besarlo.

─ Mi señor. Mi corazón está ahora completo.

Entonces HeeSeung observó al pequeño en los brazos de Jay, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

─ Es un saludable niño, mi señor ─ susurró ─. Nuestro tercer hijo.

HeeSeung lo observó confundido.

─ Daniel, por favor, trae al mayor.

Daniel se movió con velocidad, y antes de que HeeSeung pudiera entender que sucedía, llevaba a otro bebé en los brazos.

─ Mi señor, le presento a sus hijos.

El rostro de HeeSeung parecía reflejar una eterna sorpresa. Una gran y emocionada risa escapó de sus labios, cuando tomó al mayor de los bebés en sus brazos.

─ Felicidades alteza ─ dijo Daniel inclinándose ─. Mi señor ha dado a luz a dos saludables niños.

─ Bendito seas, JongSeong ─ exclamó con gran alegría ─. Bendito seas tú y tu vientre, por darme semejante regalo.

Entonces recostaron a los bebés sobre la cama, y HeeSeung los observó por largos minutos. Acariciando sus mejillas, sujetando sus pequeñas manos, y riendo ante cualquier sonido o gesto que estos hacían.

─ Mi señor, ellos han esperado por usted, para que les de un nombre ─ susurró Jay, quien ahora acariciaba suavemente el cabello de HeeSeung.

─ El mayor será llamado TaeMin, y el menor será llamado TaeHyun ─ afirmó con seguridad.

Jay sabía que el anterior rey, el padre de HeeSeung, se llamaba TaeHyung, así que entendía en donde nacía la primera sílaba de los nombres de sus hijos.

─ Que así sea, mi señor.

─ Ahora es mi turno de pedirte algo, mi amado JongSeong ─ anunció HeeSeung con una amplia sonrisa ─. Prometí algo antes de marcharme, y seré fiel a mi palabra.

HeeSeung rebuscó en su bolsillo, antes de dejar sobre la palma de su mano, y ante la vista de Jay, un hermoso anillo lleno de pequeños diamantes.

─ Amor de mi vida, padre de mis hijos. Mi muy amado JongSeong. Cásate conmigo.

Jay rió, y sin embargo más lágrimas resbalaron por sus mejillas.

─Mi señor, no hay nada que desee más en este mundo.

HeeSeung tomó su mano, y le colocó el anillo con cuidado, antes de volver a unir sus labios.

─ Entonces, amado mío. Saluda al próximo rey ─ exclamó con alegría, y tomó al mayor en sus brazos ─. TaeMin, el próximo rey de esta nación.

JongSeong abrió los ojos con sorpresa. Él comprendía que casarse con HeeSeung pondría una corona y muchas responsabilidades sobre su cabeza, sin embargo, no contaba con aquello. Por obvias razones, lo hijos de la persona con la que el rey se casara, serían los primeros en sucesión al trono. Realmente no había considerado eso. Que quien había sido un simple joven de clase media, creciendo en un pueblo tranquilo, terminaría convirtiéndose en rey consorte, y su hijo mayor sería el próximo rey. Estaba tan emocionado como asustado ¿Acaso podría él cumplir con semejante rol, y educar a sus hijos de la mejor manera? El deseaba con todas sus fuerzas poder hacerlo así. Porque la inmensa felicidad que veía en el rostro de HeeSeung, y la que sentía él mismo en su corazón, hacían que deseara que durara para siempre. Y él haría su mejor esfuerzo para que su familia prosperara, para que el reino prosperara, y para que su amor continuara creciendo.

 Y él haría su mejor esfuerzo para que su familia prosperara, para que el reino prosperara, y para que su amor continuara creciendo

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